La odisea de una sevillana para salvar a tres menores de Ucrania
Relato humano
María José Cárdenas narra los cinco días que ha pasado en la frontera del país en guerra para traerse a su hijo de acogida
La Embajada española ha activado los últimos días varias ayudas para facilitar este trámite
Sevilla se vuelca en el envío de comida y medicinas a Ucrania
Una auténtica proeza. Es lo realizado por María José Cárdenas, una sevillana que, junto a un matrimonio de Algeciras, ha conseguido sacar a tres menores de Ucrania y traerlos a España, donde ya se encuentran con familias de acogida. Un logro en el que apenas recibió ayuda del Gobierno central. Esta situación ha cambiado los últimos días y la Embajada española ha empezado a atender a personas en dicha coyuntura. De vuelta a la capital andaluza, quiere contar su experiencia para sensibilizar sobre el problema que afecta a miles de niños y jóvenes que quieren escapar de un país en guerra.
María José Cárdenas es madre de cuatro hijos, pero hace nueve años decidió acoger a un ucraniano, el cual se había quedado sin padres y vivía cerca de Chernóbil. Para ello, participó en un programa gestionado por una ONG. Durante este tiempo, el menor ha pasado con la familia sevillana -a la que se adaptó rápidamente- los veranos y las vacaciones de Navidad. Incluso se llegó a escolarizar un curso entero en un colegio del barrio donde vive Cárdenas, hasta que decidió seguir estudiando en su país natal.
La acogida sólo se interrumpió con la pandemia del Covid. El menor, que ya es un adolescente, no pudo venir a Sevilla, aunque mantuvieron el contacto a través del teléfono, whatsapp y videoconferencias. Todo estaba preparado para que regresara el próximo verano, pero el estallido de la guerra hizo saltar los planes la semana pasada. María José lo llamó inmediatamente al centro donde permanece todo el año, situado a 20 kilómetros de Kiev y gestionado por una familia que ejerce de tutora legal. "Por el móvil podía escuchar los bombardeos", asegura esta sevillana, quien les recomendó que salieran cuanto antes de aquellas instalaciones.
A la espera de un corredor humano
"Me puse en contacto con la asociación que gestiona el programa de acogida y estaban desbordados. Nunca han afrontado una situación de guerra. Me decían que estaban pidiendo que se habilitara un corredor humano, pero eso lleva tiempo y yo no podía esperar. El domingo me fui a Varsovia", relata Cárdenas. No iba sola, la acompañaba un matrimonio de Algeciras que hace años acogió a una menor que también se encontraba en aquel centro cercano a Kiev.
La familia que lo gestiona y sus ocupantes habían abandonado este centro de madrugada y se dirigían a Lvov (Leópolis), una ciudad ucraniana situada a hora y media de Polonia. A Cárdenas no le permitían cruzar la frontera, por lo que inició las gestiones para que los menores pudieran acercarse a ella. En ese primer momento constató la falta de ayudas y de planes del Gobierno para una guerra de la que se venía advirtiendo desde hace un mes. "Hablé con el cónsul español en Varsovia y se limitó a darme ánimos, no hizo ninguna gestión", lamenta esta madre de acogida, que finalmente convenció a los tutores legales de los menores para que llegaran hasta la frontera, lo que se convirtió en una auténtica odisea.
"El día en que iban a salir de Lvov, Rusia bombardeó esta ciudad, por lo que los planes se desbarataron. Tuvimos que esperar a que los tutores encontraran refugio en casa de unos parientes alemanes, para que así pasaran por Varsovia y dejaran a los menores", relata Cárdenas, que pagó los gastos de gasolina del desplazamiento y buscó una familia de acogida para uno de los tres menores que venían. "Lo logré movilizando a mis amistades, porque el Gobierno seguía sin darme respuesta", afirma.
Comiendo salchichas crudas
Los menores han pasado dos días en la frontera con lo puesto, comiendo "salchichas crudas" y a la espera de los alimentos que le dieran algunos vecinos que se solidarizaban con ellos. El pasado jueves, por fin, pudieron subirse al avión que los llevó a Málaga. Esta vez no hicieron escala en ningún aeropuerto, ya que uno de los jóvenes que procedía de Ucrania venía sin pasaporte, pues nunca antes había participado en un programa de acogida.
Un final feliz que ha sido posible gracias a una sevillana y a un matrimonio algecireño que han puesto todo su ahínco para que los menores se salvaran de la guerra. "No estábamos dispuestos a recoger cadáveres", asegura María José, a la que esta dura experiencia le ha servido para comprobar la falta de planificación en las instituciones a la hora de abordar situaciones como ésta. "Cuando te das de bruces con la realidad, te quedas petrificada porque resulta imposible sacar a unos niños de la guerra", advierte Cárdenas, quien incide en que "todo lo hemos tenido que gestionar y pagar tres ciudadanos, porque el Gobierno en aquel momento no podía ayudarnos".
Este déficit, no obstante, se ha resuelto los últimos días y, según han relatado a esta madre de acogida otras familias que ahora pasan por la misma situación, la Embajada española ya está facilitando recursos para que puedan traerse a los menores. El joven ucraniano que Cárdenas ha vuelto a acoger lo tiene claro. "Necesito ayudar a los que se han quedado allí", refiere este adolescente de 16 años, que ha dejado en su país a amigos y a un hermano "llamado a las armas". Un infierno.
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