La sevillana que dirige un colegio de 800 alumnos en Angola

Educación

Carlota Martínez llegó en 2005 a la escuela que las Esclavas poseen en una de las zonas más deprimidas de Luanda

La escasa formación del profesorado nativo supone la principal dificultad para la enseñanza de la población

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Carlota Martínez durante sus vacaciones estos días en Sevilla.
Carlota Martínez durante sus vacaciones estos días en Sevilla. / José Luis Montero

Se llama Carlota Martínez y tiene a 821 menores a su cargo en un colegio de Angola. Para conocer cómo esta sevillana acabó adquiriendo tal responsabilidad hay que remontarse décadas atrás, a sus seis años de edad, cuando entró de alumna en las Esclavas del Divino Corazón, un centro de enseñanza ubicado en el Casco Antiguo de la capital andaluza. Once cursos después, en plena adolescencia, descubrió su vocación por la vida religiosa. Por tal motivo, desempeñó su función educativa en varios colegios que la orden posee en Andalucía hasta que, pasado un tiempo, se percató de que "se había acomodado", por lo que quiso "dar un paso más". Fue el momento en el que viajó a África. En este continente permanece desde hace 19 años, periodo en el que, junto a un grupo de compañeras, ha luchado contra las más severas adversidades para garantizar un futuro a los menores angoleños que nacen ya con un porvenir bastante precario.

"Mis mejores años los he vivido allí", afirma Carlota cuando se le pregunta por la llegada a Angola. "El primer contacto es duro. Veía los aviones aterrizar y se me pasaba por la cabeza coger uno que me trajera de vuelta", recuerda esta religiosa, que nunca antes había estado en un país fuera del primer mundo. Todo se fue normalizando en su día a día al integrarse en la comunidad formada por la escuela y el barrio donde se asienta.

El colegio se llama Santa Teresa en honor a la mística abulense. Se fundó en 1996. Aquel año Angola sufría los estragos de una cruenta guerra civil. El obispo católico hizo un llamamiento a los misioneros para reconstruir el país mediante la educación. El ofrecimiento llegó a la orden de las Esclavas, que creó dos escuelas: una en la capital, Luanda, y otra al este, en Luena. Carlota llegó al primero en 2005. Cuando puso un pie allí eran siete religiosas, hoy son cinco, sólo dos españolas: una madrileña y la protagonista de este reportaje. Desde el principio ejerció de profesora hasta que hace cuatro años se vio obligada a asumir el cargo de directora, función que desempeña en la actualidad. "No tenía motivos para decir que no", explica durante su estancia estos días en Sevilla.

En el barrio de Palanca

El centro educativo se encuentra en Palanca, un barrio situado en la periferia de Luanda. Se creó prácticamente durante la guerra civil de los 90, al servir de refugio a los habitantes norteños de Angola, los llamados bakongos. Su población infantil es amplísima y, pese a que en esta zona de la ciudad existen 50 escuelas, dicho número no resulta suficiente para acoger a tantos menores. En el colegio de las Esclavas hay cabida para 821 niños. Desde los 5 a los 16 años. Abarca, por tanto, todas las etapas de la enseñanza obligatoria angoleña, aunque esto último es de complicado cumplimiento ante la escasa inversión del Estado en educación.

El colegio funciona en turnos de mañana y tarde. Al primero acuden los alumnos de Secundario (equivalente a primero, segundo y tercero de la ESO española) y una clase de Infantil para menores de cinco años, en un aula adaptada. Ya en horario vespertino lo hacen los estudiantes de Primaria y otra aula de Infantil. Los horarios son de 7:30 a 12:00 y de 13:00 a 17:00. Las clases para los mayores duran 45 minutos.

El Colegio Santa Teresa, en el barrio de Palanca.
El Colegio Santa Teresa, en el barrio de Palanca. / Redacción Sevilla

"El centro está abierto a cualquier niño", incide su directora, que añade que se encuentra en régimen de parcería, nombre que recibe la educación concertada en Angola. Aunque el límite de alumnos por aula en el país oscila entre los 35 y 45 (según la etapa), en muchos colegios de Luanda tal cifra alcanza los 90. "¿Cómo puedes ofrecer una educación con un mínimo de calidad en una clase con tantos menores?", se pregunta Carlota, que añade que en el Santa Teresa la ratio máxima se queda en 36 alumnos por aula. "Nos vemos obligadas a rechazar muchas solicitudes de escolarización, pero el objetivo principal de la orden es educarlos bien y que salgan totalmente preparados de nuestras instalaciones", agrega.

Cuentan con una plantilla de 39 docentes, todos angoleños. El 70% del profesorado es funcionario público, por lo que su sueldo lo paga el Estado, mientras que del 30% restante se encarga la congregación religiosa. "Para el mantenimiento del centro y su funcionamiento no tenemos más remedio que cobrar una mensualidad a las familias, que alcanza los 30 euros al año", refiere Carlota, quien es consciente del "gran sacrificio" que dicha cuantía supone en un país donde el salario mínimo interprofesional está establecido precisamente en esa cantidad, 30 euros al mes.

"La mayoría de los hogares angoleños se mantienen mediante negocios informales. Allí no hay una clase media. Los que tienen dinero son pocos y les sale por las orejas. El pueblo, por contra, vive entre la miseria y la pobreza", lamenta la religiosa sevillana. Sin embargo, las familias, especialmente las del barrio donde se encuentra el colegio de las Esclavas, "valoran mucho la educación", de ahí que hagan cualquier sacrificio por llevar a sus hijos a la escuela. "Saben que la formación es prácticamente la única alternativa que les queda para prosperar y también consideran que es en el aula donde se transmiten los buenos valores. Se le tiene mucha estima al profesor, es una figura muy respetada", mantiene la directora del Santa Teresa.

Las ayudas de las ONG

Además del dinero del Estado, de la congregación y de las mensualidades de las familias, el colegio recibe ayudas de distintas ONG, como Manos Unidas o la de la propia orden, Spínola Solidaria. Gracias a sus proyectos, la función educativa del centro se desarrolla al completo.

Uno de los principales déficits del sistema de enseñanza en Angola es la falta de formación del profesorado. "Es un sector que está continuamente en huelga por los salarios tan bajos que hay establecidos para estos profesionales y que llevan congelados muchos años, pese a que la inflación está por las nubes en el país", detalla Carlota, que también lamenta "la falta de inversión del Estado en educación".

Grupo de alumnos del Colegio Santa Teresa.
Grupo de alumnos del Colegio Santa Teresa. / Redacción Sevilla

"A la hora enseñar, en todas las asignaturas se aplica aún la fórmula del dictado. La brecha digital es brutal, a lo que se suma la falta de libros", señala esta religiosa. Dicho material es gratuito en Infantil y Primaria, pero la corrupción que campa a sus anchas en Angola provoca que finalmente las familias tengan que comprarlos a un precio prohibitivo. En Secundaria ya no son gratis. A través de la iniciativa de una ONG el colegio se ha hecho con un fondo de libros para esta etapa y también para su biblioteca. "Hay que enseñar a los profesores a usarlos para que se conserven de un curso a otro", detalla Carlota.

Esta falta de formación en los profesores tiene importantes consecuencias en los niños que presentan necesidades educativas especiales (NEE). No hay prácticamente profesionales con esa especialización para asistirlos en clase. Una situación que lleva a la directora del Santa Teresa a llamar a maestros y profesores a acudir a Angola en verano para preparar a los docentes de allí. “Es una experiencia que sugiero a los educadores a través del voluntariado de la fundación Spínola Solidaria”", explica esta religiosa, que aclara que en dicho centro encontrarán "techo y comida" durante su estancia. También puntualiza que el país pasa ahora mismo por una situación política "serena".

La desigualdad entre hombres y mujeres

Uno de los objetivos fijados en su labor pedagógica es acabar desde la escuela con la abismal diferencia de oportunidades entre hombres y mujeres. Para ello, pusieron en marcha hace varios años el programa Brincando en igualdad, al percatarse de que la mayor parte del recreo lo ocupaban los niños cuando jugaban al fútbol, lo que privaba de este espacio de ocio a las niñas. "Si una familia angoleña tiene posibilidad de gastar dinero en educación, lo empleará en el hijo y no en la hija", lamenta Carlota. Una realidad contra la que se lucha a través de Onjango, una ONG nativa que fomenta la igualdad entre sexos, "pero desde la cultura autóctona, algo fundamental para lograr los primeros cambios que ya percibimos".

Para conseguir esa paridad en el aula, desde el centro siempre se intenta que el 50% de las matrículas que se admiten sean para niñas. "Es un criterio obligatorio en nuestra escolarización", refiere la directora.

Familias y alumnos en la entrada del colegio.
Familias y alumnos en la entrada del colegio. / Redacción Sevilla

Otro servicio fundamental que ofrece el colegio, junto al educativo, es el sanitario, con un pequeño centro de salud que dispone de enfermeros y médicos. Cuenta, además, con un laboratorio para el control del paludismo y la malaria. "Muchos pacientes que no son del barrio vienen a este centro y les atendemos", abunda Carlota.

Los frutos del Colegio Santa Teresa en estos 28 años de funcionamiento se evidencian en Palanca, su barrio. Cuando empezó a funcionar, las calles estaban repletas de viviendas de chapa, síntoma de que sus inquilinos sólo contemplaban una residencia provisional. Al comprobar los vecinos que las monjas levantaban una gran escuela, como muestra clara de permanencia y apuesta por el lugar, cambiaron aquellos hogares por otros de ladrillo y cemento. Un revulsivo para asentarse en esta zona de la ciudad a la que invita acudir Carlota, que cada dos años viene a Sevilla a descansar y "recargar pilas". "Enseñar en Angola es una realidad que entra en el corazón y no te deja igual".

El sincretismo religioso de un país lleno de sectas

El Colegio Santa Teresa, pese a ser un centro gestionado por una orden católica, no se ciñe sólo a alumnos de esta confesión. En sus aulas también hay menores que profesan el Islam, todo ello en un país con mucho sincretismo religioso y donde la presencia de sectas resulta bastante notable.

“En Angola es habitual lo que se denomina ‘mudar de Iglesia’, por lo que muchas familias cambian de doctrina en función de las necesidades espirituales de cada momento”, explica Carlota Martínez, directora de la escuela.

Eso sí, “es un pueblo muy espiritual, que vive con mucha intensidad las ceremonias religiosas, para las que dedican una jornada completa de la semana, ya sea sábado o domingo, y con independencia de su credo”, afirma esta sevillana.

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