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Miguel de Mañara: Un futuro en Sevilla para menores extranjeros no acompañados

Asuntos Sociales

El centro que gestionan las Hijas de la Caridad acoge a jóvenes que llegaron de niños, solos.

La firma Formación Universitaria les ha concedido 21 becas para facilitarles un futuro

Sor Magdalena Herrera abraza a Souliman. / Juan Carlos Vázquez
Noelia Márquez

20 de junio 2021 - 07:20

No tengo recuerdos de mi padre. Falleció en un terremoto cuando yo era muy pequeño. Se casó con dos mujeres. Tengo 15 hermanos. Trabajé y estudié en Tánger para ayudar a mi madre. Tiene cáncer de mama. Sólo quiero ayudarla. Pasé mucho miedo en la patera junto a mi hermano gemelo. No sabíamos si nos quedaríamos en el mar... o si lograríamos llegar”. Frases cortas en un español incipiente para relatar vivencias de gran dureza.

La sobrecogedora historia de Samir, que busca las palabras apropiadas al rememorar sus primeros pasos en España, se cruza con otras muchas odiseas de niños lanzados a una arriesgada travesía por un futuro mejor. Niños. Solos y con miedo cruzan por sus propios medios la frontera. Huyen de la miseria.

Zacarías, Aoytman, Souliman o Jouseff, entre otros adolescentes, sonríen desde una sala de estudio en el centro de Miguel Mañara, que gestionan las Hijas de la Caridad en la Macarena, un lugar donde el cariño y la esperanza casi se pueden respirar.

Ahora, estos adolescentes enfilan en Sevilla un camino de oportunidad gracias al apoyo de las Hijas de la Caridad y a una institución académica privada de formación on-line, Formación Universitaria, que les ha concedido becas para que puedan realizar estudios, con certificados profesionales, en distintos campos laborales. "Algunos de ellos han aprobado ya exámenes, con nota", explica Antonia Guerrero, directora académica de Formación Universitaria.

Souliman: "Me colé entre la gente en la frontera"

“Crucé la frontera escondido en los bajos de una autocaravana. Mi objetivo en la vida es lograr que mi madre tenga una vida mejor. La vida... es muy dura para ella”, explica Zacarías, un adolescente con mirada adulta.

“Me colé entre la gente para cruzar la frontera. Pasé mucho miedo”, comenta Souliman, que aparenta tener unos 14 años, aunque él mismo se considera mayor. Los años vividos a veces no coinciden con la edad oficial de los menores extranjeros no acompañados.

“Todos los niños, con independencia de donde vivan, deben ser tratados como niños, siempre”, afirma Sor Magdalena Herrera, coordinadora del centro de acogida Miguel de Mañara, ubicado a pocos pasos del Parlamento de Andalucía.

Antonia Guerrero: “Varios ya han superado exámenes, con nota”

“Varios ya han hecho sus primeros exámenes y los han superado, con nota”, explica Antonia Guerrero, directora académica de Formación Universitaria, institución privada que ofrece cursos académicos on-line acreditados por la Universidad de Nebrija, y que ha becado a 21 jóvenes acogidos en el centro Miguel Mañara. El objetivo de las becas es “facilitarles un futuro laboral”, explica Antonia Guerrero. Los alumnos que ya disponen del material físico y el campus virtual cuentan además con la orientación y seguimiento de tutores y docentes. “La mayoría han elegido el sector sociosanitario. Entre sus inquietudes destaca la posibilidad de ayudar a otros del mismo modo que ellos han sido atendidos”, añade. El alumno becado dispondrá de 12 meses y 20 cursos de formación continua, en áreas como cocina, mecánica, asistencia sanitaria o jardinería entre otros, con el correspondiente reconocimiento académico. En palabras del CEO de Formación Universitaria, Ignacio Campoy: “nos sentimos muy felices de poder aportar nuestro granito de arena en esta contribución. Nuestra máxima de formar para transformar cobra más sentido que nunca".

Miguel de Mañara, el arca de niños en peligro

"Son niños en peligro. Y, dependiendo del tipo de acogida que les demos, se convertirán, o no, en niños peligrosos”, reflexiona Magdalena.

El centro Miguel de Mañara, ubicado en un edificio cedido y mantenido por el Ayuntamiento de Sevilla en la Macarena comparte techo con el albergue municipal y está dedicado históricamente a atender a personas sin hogar. Desde que se desató la emergencia Covid-18, las Hijas de la Caridad han abierto sus puertas a adolescentes que llegaron a España, hace años, siendo aún niños, no acompañados. Tras superar enormes obstáculos, estos jóvenes ayudan como monitores en el centro de acogida y se forman para un futuro normalizado.

Zacarías estudia: "Mi objetivo en la vida es que mi madre tenga mejor vida" / Juan Carlos Vázquez

“Hace años se produjo una gran llegada de niños extranjeros no acompañados que han sido atendidos en centros de menores pero, al cumplir la mayoría de edad se han visto abocados, sin medios, a vivir en la calle”, explica Sor Magdalena.

Comenzó el 1 de enero de 2020. “Dos chicos llamaron a la puerta. Me conmoví tanto. Estaban en la calle. Venían de un centro de menores. Les acompañaban trabajadores sociales que querían ayudarles”, recuerda Sor Magdalena. La ayuda es mutua.

“Una de las personas sin hogar que tenemos acogida necesitó ir al hospital, pero no consentía que ninguna mujer le tocase. Dos de nuestros niños le acompañaron y se encargaron de sus cuidados con una delicadeza, una entrega y una disponibilidad que sorprendió a las enfermeras del Hospital Macarena. Son preciosos”, relata Magdalena.

Zacarías llamó a la puerta del Miguel de Mañara. “Venía del pabellón de los Bermejales, uno de los lugares que se habilitaron durante el confinamiento para las personas sin hogar. Pregunté a los demás chicos, ¿Qué hacemos? A la semana, volvió, y le acogimos. Al entrar los demás rompieron en lágrimas y abrazos. Venía solo, cansado, con hambre y sucio”, añade.

Uno de los jóvenes atiende a un hombre acogido. / Juan Carlos Vázquez

Formación Universitaria les ha concedido becas

Ahora Zacarías afronta un futuro mucho más prometedor. Estudia gracias a una beca que le ha concedido Formación Universitaria, entidad privada de formación a distancia que ha becado a 21 personas acogidas en Miguel de Mañara para facilitarles un futuro sociolaboral.

“Nosotras llegamos hasta donde podemos. Es la primera vez que una institución académica ayuda con becas a estos jóvenes”, asevera Sor Magdalena.

Jóvenes en la sala de estudio del centro de acogida Miguel de Mañara. / Juan Carlos Vázquez

También es el caso de Josuseff. “Es un niño muy inteligente y ya está contratado. Nosotros les acogemos, y ellos ayudan desde el minuto cero. Han traído entusiasmo, alegría e ilusión. Por ejemplo, Samir cocinó para todo el centro de acogida cuando un trabajador de nuestra cocina estuvo de baja. Él solo preparó 60 platos”, añade la coordinadora del Miguel de Mañara.

Vivir con dignidad. Cuando estos jóvenes se sienten parte de un proyecto, se vuelcan. “Nadie es tan pobre que no pueda dar; ni tan rico que no pueda recibir". Sor Magdalena continúa su reflexión: “Las lágrimas de un niño con miedo se convertirán, en unos años, en rabia adulta, y puede ser letal. Si no les acogemos como es debido, en la sociedad se generarán personas llenas de ira. Dependerá del acompañamiento que les demos”.

Zacarías: "Mi objetivo, que mi madre tenga una vida mejor"

“Crucé la frontera en los bajos de una autocaravana. Mi objetivo en la vida es lograr que mi madre tenga mejor vida”, explica Zacarías, un adolescente con mirada adulta.

Con apenas 16 años Zacarías cruzó la frontera por sus propios medios, solo y con miedo. Escondido en un barco llegó a Algeciras donde agentes policiales le localizaron, le ficharon y le trasladaron a un centro de menores.

Este joven marroquí relata su travesía con una naturalidad que sorprende: “Antes de lograr cruzar la frontera, lo intenté varias veces; y para ello tuve que dormir en la calle durante seis meses. Sufrimiento”, añade. Huyó de la miseria.

Tras permanecer dos semanas en el centro de menores de Algeciras, Zacarías fue trasladado a otro centro en Valencina de la Concepción, donde permaneció hasta la mayoría de edad. Sin papeles ni otro medio de vida, se vio abocado a la calle, de nuevo, con 18 años recién cumplidos.

La edad oficial de los menores extranjeros no acompañados no coincide, en muchos casos, con sus años de vida. Muchos no saben qué día ni qué año nacieron. “Al cumplir los 18 me fui a Huelva para tratar de encontrar trabajo en el campo, pero sin papeles ni documentación, no logré trabajo. Así que volví a Sevilla, y estuve un tiempo como aparcacoches, hasta que llamé a la puerta de este centro”, recuerda el joven.

Zacarías ha logrado sacarse la ESO en un solo año; y ya dispone de un curso de Ayuda a Domicilio. Ahora este joven tiene previsto comenzar un Grado Medio en Auxiliar de Enfermería, gracias a una beca que le ha concedido la institución académica Formación Universitaria. De entre las distintas titulaciones, “escogí Auxiliar de Enfermería porque durante el confinamiento ayudé a un hombre con discapacidad en el centro, y me ha gustado mucho la experiencia”, relata este joven con mirada y palabras de agradecimiento.

Mujeres con niños, que huyen

Ouarda y Layka cruzaron la frontera con sus pasaportes en regla. Ambas son jóvenes de 31 años. Madres que huyeron junto a sus hijos pequeños en busca de una vida mejor. Ouarda dejó atrás, junto a su hijo de tres años y medio, una vida atrapada detrás de un velo y prácticamente confinada en su casa. Y Layla rehace su vida en Sevilla junto a su hija de ocho años, dejando atrás episodios de maltrato continuado.

Ouarda y Layca. / Juan Carlos Vázquez

Ambas mujeres han sido acogidas por Sor Magdalena Herrera y se están formando por su futuro y el de sus hijos. En estos momentos el centro Miguel de Mañara acoge a 18 jóvenes que, una vez han cumplido la mayoría de edad, se han visto en la calle, sin documentación en regla en muchos casos, sin medios de supervivencia. Son jóvenes que se forman y trabajan, con un futuro.

Layla :“Embarazada, mi marido me pegaba... y perdí al bebé”

Tímida y con una sonrisa como respuesta, Layla comienza su relato explicando un profundo miedo hacia su marido: “Tengo problemas para renovar el pasaporte de mi hija. Me piden la firma de mi marido para renovarlo. Mi marido me pega y no quiero contactar con él. Estando embarazada me dio dos palizas y perdí un hijo”. Esta joven marroquí huyó de su casa junto a su hija de ocho años. Se fue lejos de su marido, que es también su primo, y de su padre. Tiene 31 años. Se ha formado para trabajar y lograr un futuro mejor para ella y su hija. A su lado, Ouarda, otra joven marroquí de 31 años, también huyó junto a su hijo de tres años y medio. Cruzó en barco, con asilo. Entre ambas buscan palabras para expresarse en español, mientras intercambian en marroquí. “Allí mi vida transcurría tras un velo, en casa. No es vida. Quiero algo mejor para mi hijo. Quiero una escuela, que estudie, otra vida”, comenta Ouarda, al explicar porqué un día abrió la puerta junto a su hijo y se marchó. Ahora en Sevilla esta joven se forma gracias a una beca en Repostería para buscar un trabajo y un futuro para ella y para su pequeño.

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