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El siglo XX fue clave para la ciudad y su expansión. Según detalla el historiador José María de Mena en Historia de Sevilla (Plaza Janés) pasó de ser una ciudad de apenas cien mil habitantes a rebasar el medio millón. Su expansión –con Ciudad Jardín, el Porvenir o Heliópolis– con motivo de la Exposición Iberoamericana de 1929 motivó una profunda transformación urbana y social que no ha parado todavía. Todo ello sin perder sus tradiciones y fiestas. Más de 40.000 instantes de la vida cotidiana de los sevillanos, a lo largo de la segunda mitad del XX, quedaron retratados por el sevillano Jesús Martín Cartaya. Una monumental colección que este aficionado ha donado a la Universidad de Sevilla y que se expondrá en una muestra a final de año. La Dirección General de Cultura y Patrimonio está siendo la encargada de tratar todo este material. De hecho, ya se han catalogado 20.548 fotografías y se han digitalizado 9.590, que se pueden consultar de forma gratuita en la nueva página web de Patrimonio.
Desde la Semana Santa y sus cuadrillas de costaleros levantando el peso de una imagen hasta la Velá de Triana con su tradicional cucaña en el Guadalquivir, pasando por las bordadoras de la Casa Foronda defendiendo su artesanía desde hace cien años. La Feria, el Corpus y la vida de los barrios. Estampas que quedan hilvanadas junto a otras que forman parte de la leyenda negra de la ciudad, como lo fue la Operación Clavel que se saldó con la muerte de 20 personas y 100 heridos. Todos estos momentos fueron captados por un vecino de Reyes Católicos que tuvo en Sevilla el mejor escenario para su inseparable cámara, pero ¿quién es Jesús Martín Cartaya?
Conocido como El Niño entre fotoperiodistas de destacado nivel en la ciudad como Luis Arenas o su maestro, Juan José Serrano Gómez, tuvo su primer contacto con luces, encuadres y ángulos con 15 años. A esa edad, su padre, industrial del gremio de la espartería, le regaló su primera Kodak de fuelle. Aprendió en el estudio de los Serranos, ayudando a revelar y acompañando a Serrano y Arenas por lugares que ya no existen, como la Feria en el Prado o el teatro de San Fernando. Junto a ellos comenzó a forjar, sin saberlo, la cronología gráfica de una Sevilla cambiante.
Miles de fotografías en las que El Niño clavó una mirada limpia, apasionada, devota, vital y optimista, aunque a veces desgarradora. Su devoción por la Semana de Pasión es más que evidente. Él mismo afirmó en alguna ocasión que si "un carrete tiene 36 fotografías, yo en un día de Semana Santa tiraba unos 25 carretes". La chicotá del Cristo de las Tres Caídas un Viernes Santo de 1965, Ricardo El Balilla mirando con devoción supina a la Virgen de las Angustias en 1970, Luis Ortega Bru con su Cristo de la Buena Muerte o la hermandad de la O. Su verdadera escuela de ensayo y error en la Calle Castilla, donde compartió su pasión en familia, junto a sus padres y hermanos.
Entre nazarenos, capataces y costaleros aprendió a llegar a los sitios con tiempo para buscar la luz y el encuadre precisos. Lejos de aparecer en el último minuto, lo de Martín Cartaya era la espera silenciosa. Como un devoto más. Mimetizándose con el entorno hasta formar parte de él, sin llamar la atención y siendo aliado de la prudencia.
Sus primeras instantáneas datan de los años 60 hasta la actualidad. Aunque la imagen a color llegara poco después, siempre prefirió el blanco y negro. Su técnica siguió la idea del "instante decisivo", dogma fundamental de Cartier Bresson, padre del fotoperiodismo. Lejos del oportunismo temporal, el fotógrafo desempeña aquí la difícil tarea de anticiparse a lo que va a suceder para captarlo con su cámara. Y eso hizo El Niño.
Pocas veces pudo entregarse al revelado de sus imágenes. Esos momentos que suceden en la oscuridad de un laboratorio, esperando pacientemente los resultados del experimento. El motivo es que producían manchas en las manos y Martín Cartaya combinaba su faceta de fotoperiodista con trabajar de cara al público como comercial en distintos almacenes como Almacenes Santos, en O'Donnell, y Floma, en la calle Sagasta.
"Lo más interesante era cuando cogía la cámara y se iba a mirar lo que pasaba en Sevilla", explica a este periódico Luis Martínez Montiel, director del secretariado de Patrimonio Histórico de la Hispalense. Una ciudad que vivió la irrupción de The Beatles, todos los movimientos de los años 80, la Expo o el Mundial de Fútbol. "Fotografió todos los grandes acontecimientos y lo hizo con una visión jerarquizada, en algunos momentos, pero también muy libre", apunta y pone como ejemplo una instantánea de Paco Gandía haciéndose un traje.
"Su fotografía no es propia del que va por la calle tirando fotos a tontas y a locas, es de alguien que se sienta a esperar que el momento llegue", algo que, a juicio del experto, "es muy novedoso" a nivel conceptual, porque bebe directamente del francés Bresson. En cuanto a técnica, Martínez Montiel valora que "controla muy bien los planos puros, siendo mucho mejor en blanco y negro que a color".
En 2018, la Hispalense organizó una exposición con 36 imágenes del fotógrafo en el CICUS. Una muestra que sirvió como punta de lanza para “que él confiara en la institución” y se decidiera a donar las 40.000 imágenes que, según Martínez Montiel, conforman la “memoria del futuro” de la capital. Instantáneas que “consolidan tópicos”, pero “aportan visiones totalmente nuevas de lo que era la ciudad”.
Ya están organizando una exposición para finales del segundo semestre en el CICUS, “que será más amplia que la que hicimos y tendremos un mayor conocimiento de la colección, con más certeza de lo que tenemos entre manos”. Al margen, Martínez Montiel hace hincapié en que su disponibilidad en la web permite que todo el que tenga curiosidad pueda conocer “cómo era Sevilla hace 50 años”.
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