Cuando Serrano Suñer quiso hacer a Sevilla capital de España

El Rastro de la Historia

Serrano Suñer.
Serrano Suñer.
Silverio

08 de enero 2025 - 03:00

Lo cuenta Javier Martínez de Bedoya (Bilbao, 1914-Madrid, 1991) en sus Memorias desde mi aldea. Finalizaba la Guerra Civil cuando Ramón Serrano Suñer, el por entonces todopoderoso cuñadísimo de Franco, convocó a un grupo de intelectuales y políticos falangistas entre los que, además del autor, estaban Eugenio Montes, Dionisio Ridruejo y José Antonio Giménez Arnau. La reunión se celebró en un lugar insólito: la carretera de Santo Domingo de la Calzada. Allí, en un momento del paseo por "aquella paramera alta", Serrano Suñer les espetó (siempre según Martínez de Bedoya):

"Tenemos que pensar algo, muy en serio, en torno a la capitalidad de España; el fin de la guerra se aproxima y la España dividida ha conocido, por una y otra parte, varias capitales: Salamanca, Burgos, Valencia y Barcelona. Madrid ha dejado de ser capital de todos. A mí me parecería un error que la España nuevamente unida restaurase a Madrid como capital. Sería repetir el mismo error de Felipe II con respecto a Lisboa. Sólo dos ciudades pueden ser, por ley natural, capital de España: Barcelona o Sevilla. Me gustaría oíros sobre esta cuestión."

Tal como cuenta Martínez de Bedoya las opiniones se dividieron, pero todos coincidían en que "Barcelona era Europa" y "Sevilla era América". Como ha escrito el historiador Luis Castro Berrojo, Serrano Suñer prefería la opción hispalense porque la capital andaluza estaba "más cerca de nuestro futuro imperio africano y, además, es la vía de América". Los primeros Gobiernos de Franco apostaron fuertemente por intentar afianzar los lazos con las antiguas colonias de ultramar, en parte por una retórica imperialista muy en boga en aquella época, en parte porque eran conscientes de que cualquier política exterior española que no priorizase la relación con América era, sencillamente, un absurdo.

Es una pena que Martínez de Bedoya no se detenga más en el debate de la capitalidad ni nos indique cuál era la postura de cada uno de los presentes en la reunión. Sí recuerda que, en su intervención, dijo que "es preciso convertir a Sevilla en un gran puerto y hacer navegable el Guadalquivir hasta Córdoba, porque Sevilla capital necesita de un buen rabo hacia el interior". El falangista también evoca como aquello de "el rabo" hizo mucha gracia entre la concurrencia.

El escritor e historiador de la cultura Fernando Castillo ha escrito alguna vez sobre la adversión hacia Madrid, muy anterior a las actuales antipatías de los nacionalismos periféricos. Para Castillo, esta actitud tiene una clara raíz carlista y conservadora, en la identificación de Madrid con una especie de Gomorra liberal, parasitaria e industrial opuesta a las virtudes arcaicas de la vieja Castilla. De alguna manera, la propuesta de Serrano Suñer bebía de esta tradición, con el añadido de que la capital había destacado por su republicanismo y su resistencia a las tropas nacionales. Fue la urbe conocida como Madridgrado, "la ciudad soviética y extranjera, despespañolizada, que se convirtió para la España franquista en epítome de la revolución", asegura Fernando Castillo. En este mito colaboraron no pocos de los escritores que apoyaron la sublevación contra la II República, como Agustín de Foxá, Francisco Camba (hermano de Julio), José María Pemán o Giménez Caballero. La propuesta de Serrano Suñer también bebe de la antigua idea de que la capital de España debería ser puerto de mar, como lo eran Barcelona y Sevilla, de ahí que hablase del error de Felipe II de no trasladar su corte a Lisboa cuando fue simultáneamente rey de Castilla y Portugal.

Como es bien sabido, la propuesta de Serrano Suñer nunca prosperó. La frialdad con la que fue acogida por otros jerarcas y por el propio Franco fue evidente. En el fondo, como destacan tanto Bedoya como Castro, todos estaban deseando volver a Madrid y ocupar los palacetes que le prometía su nueva posición.

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