"La sentencia nos trae sin cuidado si aparece el cuerpo"
Juicio del caso Marta
La familia de Marta confía en que un "error" de los implicados lleve hasta el cuerpo de la joven · Una multitud despide a los acusados al grito de "asesinos"
Sevilla/Ocho de la mañana. A la espalda de los juzgados del Prado hay ya aparcadas más de una decena de unidades móviles de televisión. Varios furgones de la Policía Nacional custodian el perímetro del edificio, que está completamente rodeado de vallas. A esa hora, dos antes de la prevista para el inicio del juicio, el abuelo de Marta del Castillo, José Antonio Casanueva, va atendiendo uno por uno a todos los medios de comunicación que le requieren. Entra en directo en algún informativo, en algún matinal de radio o simplemente charla con algún periodista que lleva una libreta en la mano. Todos le preguntan lo mismo. ¿Qué espera del primer día del juicio contra los implicados en el crimen de su nieta?
Y responde lo mismo, incansable, una y otra vez, vestido de traje con una chapa con la cara de su nieta en la solapa. "Muy esperanzados no estamos, la verdad", dice, para explicar que la familia pasó reunida el domingo dándose ánimos, antes de que él y su yerno se marcharan a Huelva para participar en la manifestación de apoyo a la familia de los dos niños desaparecidos en Córdoba. Y cuando le preguntan por una posible condena a los acusados, pronuncia una frase que revela el cansancio, el dolor, la tortura que lleva padeciendo desde hace ya casi tres años. "Cualquier sentencia nos trae sin cuidado si aparece el cuerpo de Marta". Encontrar sus restos, venerarla en algún lugar, poder saber dónde está. Es ya lo único que espera esta familia, que asiste al juicio que arrancó ayer sólo confiada en que alguno de los acusados cometa un "error" y se desvele el paradero del cadáver.
A medida que avanzaba la mañana fue aumentando la expectación. Un grupo de curiosos cada vez más nutrido se concentraba a las puertas de la Audiencia de Sevilla, donde también se dieron cita los integrantes de la plataforma Marta del Castillo y algunos padres de víctimas de otros casos, como Milagros Vargas, la madre de Francisco José Guerrero Vargas, asesinado en una botellona en el Charco de la Pava, o Juan Holgado, conocido popularmente como el Padre Coraje.
Los primeros acusados en llegar, poco antes de las nueve de la mañana fueron el hermano del asesino confeso, Javier Delgado, y su novia, María García. El primero cubría su rostro con una braga de motorista, mientras que su pareja lo ocultaba con su propio pelo.
Media hora después compareció Samuel Benítez. Vestía el mismo chaleco azul marino con finas rayas rojas y blancas que cuando apareció ante las cámaras para firmar su libertad condicional durante el juicio del Cuco, si bien esta vez le queda casi holgado porque parece haber vuelto a perder peso. Cambió la camisa y las gafas de sol, de nuevo grandes. Samuel llegó a la barrera de las vallas perseguido por un grupo de cámaras y acompañado de su padre. Luego, cuando rebasó el perímetro de seguridad, lanzó una mirada a la prensa.
Pero cuando lo pasó peor fue a la salida, cuando tuvo que abandonar los juzgados escoltado por diez policías, que se vieron obligados a llevarlo hasta un taxi mientras una multitud le gritaba "asesino, asesino". Una vez refugiado en el vehículo, lanzó un corte de mangas a quienes le perseguían. Javier Delgado y su novia también necesitaron protección policial.
Samuel robó esta vez protagonismo a quien fuera su amigo íntimo, Miguel Carcaño. Al celebrarse el juicio en la Audiencia, en el mismo edificio en el que están los calabozos, el asesino confeso no fue esta vez trasladado de unas dependencias a otras, evitando así que se pudiera ver su rostro.
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