La semana más Fantástica de Sevilla

Calle Rioja

Esplendor. Hace cuarenta años, del 24 al 28 de septiembre de 1984, Sevilla acogió un Seminario de Literatura Fantástica en el que participaron Borges, Calvino y Torrente Ballester

No hay mejor terapia que un buen libro

Borges con Torrente Ballester.
Borges con Torrente Ballester.

ESA última semana de septiembre, Sevilla se convirtió en la capital mundial de la Literatura Fantástica. Ediciones Siruela, creada por Jacobo Martínez de Irujo, el tercero de los hijos de la duquesa de Alba, y la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, cuyo rector era Santigo Roldán, organizaron un Seminario Internacional entre el 24 y el 28 de septiembre de 1984. El cartel era inmejorable: Jorge Luis Borges, que volvía encantado a la ciudad en la que estuvo entre los jóvenes redactores de la revista Grecia, órgano poético del Ultraísmo, el italiano Ítalo Calvino, Gonzalo Torrente Ballester y verdaderos especialistas en esta materia donde se fundían el terror, la fantasía y los cuentos populares, desde Edgar Allan Poe a los hermanos Grimm pasando por Bécquer o Lovecraft.

Era el segundo año de Felipe González en la Moncloa. Hace cuarenta años también había Bienal de Flamenco, esa criatura creada por un poeta loco de Archidona llamado José Luis Ortiz Nuevo que por nada del mundo quiso perderse el argentino Borges, que llegó a Sevilla acompañado de su esposa, María Kodama. “Shakespeare no, mejor flamenco”, diría a este periodista al terminar su paseo de caballos en la plaza Virgen de los Reyes, camino del hotel Doña María donde Juantxu Rodríguez lo había inmortalizado en su juego de bastones con Gonzalo Torrente Ballester. Borges prefirió el flamenco casi furtivo, callejero, de la plaza del Lucero, a la invitación que le hicieron a un recital de sonetos de Shakespeare en el teatro Lope de Vega traducidos por Agustín García Calvo.

Hace cuarenta años también hubo Juegos Olímpicos. Los de Los Angeles donde España ganó la plata en baloncesto, con un sevillano de Carmona, Andrés Jiménez, como máximo anotador en la final contra Estados Unidos. En 1984 el Athletic de Bilbao, como cuatro décadas después, ganó la final de la Copa del Rey, entonces al Barcelona de Maradona y Schuster. Y España jugó la final de la Eurocopa, aunque todavía no habían nacido Nico Williams ni Lamine Yamal y perdió contra la Francia de Platini. Aquel año 1984 de la Literatura Fantástica empezó Cita en Sevilla, un derroche de artistas con escasez de medios. Bernardo Bueno había sustituido como delegado de Cultura a Paco Díaz Velázquez, un concejal que además fue letrista de Camarón, y puso en marcha un festival que tuvo como cuartel general un solar abandonado que con los años se convertiría en el teatro de la Maestranza. Ese año actuaron, entre otros, Montserrat Caballé, Paco de Lucía, Kiko Veneno, Hilario Camacho o B. B. King.

Una semana antes del comienzo del Seminario de Literatura Fantástica se desconvocó la huelga de futbolistas. La víspera de este encuentro en torno a brujas, hadas y caballeros del rey Arturo, era domingo. El Betis entrenado por Pepe Alzate ganó en el campo del Valencia con un gol de Joaquín Parra a centro de Cardeñosa. El Sevilla ganó en Nervión al Madrid con un solitario gol del defensa Ricardo Serna. Manolo Cardo le ganó la partida a Amancio en los banquillos el año que surgía la quinta del Buitre. En fútbol, la semana también había sido fantástica.

En la revista que editó Siruela, con diseño gráfico del propio Jacobo Martínez de Irujo, se da cuenta del contenido de las ponencias, la mayoría celebradas en el Aula del antiguo Hospital de Venerables Sacerdotes, del ciclo de películas que se proyectaron (‘Nosferatu’, de Murnau; ‘Metrópolis’, de Fritz Lang; ‘La parada de los monstruos’, de Tad Browning) y de un hecho que marcó el rumbo de las jornadas. “El viernes 28, un coloquio entre Italo Calvino y Torrente Ballester fue el último brindis (el curso, sin embargo, desembocó en el entierro de Paquirri, dramático y esperpéntico”).

El 26 de septiembre de 1984, Carlos García Gual impartía una conferencia titulada ‘El rey Alejandro y los árboles proféticos’ que iniciaba con la prematura muerte de Alejandro Magno en Babilonia cuando todavía no había cumplido los 33 años. Sevilla y España entera se sobresaltó ese día con la trágica cogida de Francisco Rivera Paquirri en la plaza de toros de Pozoblanco (Córdoba), empitonado por el toro Avispado. Tenía 36 años, tres más que Alejandro Magno. Ese año aparece en su túmulo funerario del cementerio de san Fernando: 1948-1984, fechas capicúas del año en el que Orwell escribe su novela futurista y el año en el que la sitúa. Paquirri pensaba dar por finalizada su temporada en la capital de los Pedroches. La víspera, el 25 de septiembre, toreó en la feria de san Mateo de Logroño. Ese día Luis Alberto de Cuenca, letrista de Loquillo o de Moncho Alpuente, habló de ‘La literatura fantástica española del siglo XVIII’ y Rafael Llopis de ‘El cuento de terror y el instinto de la muerte’.

No estaba en la programación, pero el torero y la muerte que siempre le ronda aparecía en los enunciados de la literatura fantástica: los animales fabulosos; los poderes extraordinarios; los viajes a través del tiempo… Italo Calvino propuso a los participantes en el seminario que acudieran al cementerio de San Fernando a presenciar el ritual del enterramiento de un torero. Curiosamente, una hermana del aristócrata editor de Siruela y organizador de este Seminario, María Eugenia Martínez de Irujo, se casó el 23 de octubre de 1998 en la Catedral de Sevilla con Francisco Rivera Ordóñez, uno de los dos hijos toreros de Paquirri y Carmina Ordóñez, hija del maestro Antonio Ordóñez, el amigo de Hemingway y Orson Welles, nieta del Niño de la Palma. La novia de aquella boda salió del palacio de Dueñas donde nació Antonio Machado (“¿pero tenía un hermano Manuel?”), con la duquesa de Alba como anfitriona, donde Borges acudió para atender a la prensa y ser entrevistado por Jesús Quintero para El loco de la colina.

Si un concejal del Ayuntamiento de Sevilla creó la Bienal de Flamenco (Ortiz Nuevo) y otro puso en marcha Cita en Sevilla (Bernardo Bueno), el Seminario de Literatura Fantástica contó con otro munícipe, Antonio Rodríguez Almodóvar. Candidato a la alcaldía por el PSOE en las municipales de 1979, fue descartado por el tripartito de izquierdas. Su éxito vino con los cuentos populares de los que habló en este Seminario. Ha vendido cientos de miles de libros de este género, hasta el punto de que Ana María Matute en su discurso de ingreso en la Academia de la Lengua le llamó el “tercer hermano Grimm”. Después de su charla, ofreció una audición de cuentos registrados por él en cinta magnetofónica por diferentes pueblos de España.

Aquel encuentro de Literatura Fantástica fue realmente pura fantasía. Si se llega a retrasar, no se celebra. Un año después, el 19 de septiembre de 1985, Italo Calvino muere en Siena cuando se disponía a viajar a la Universidad de Harvard para impartir seis conferencias que Siruela le editó con el título de ‘Seis propuestas para el próximo milenio’ con introducción de Esther Calvino, la traductora argentina a la que conoció en 1962 y con la que se casó en La Habana dos años después.

Borges aguantó un año más. El 14 de junio de 1986, el mes de la mano de Dios de Maradona en el Mundial de México, el autor de ‘El Aleph’ murió en Ginebra con 86 años. El Borges de 84 años que pasó por Sevilla el año 84 regaló a la concurrencia un coloquio en el que no descartó ninguna de las preguntas que se le hicieron. Este cronista tuvo el privilegio de asistir junto a un reportero muy especial, el cura Javierre, que había vuelto a la dirección de El Correo de Andalucía y años más tarde sería pregonero de la Semana Santa de Sevilla.

A Borges le preguntaron por Sevilla y esta ciudad le trasladó a los amigos de la revista Grecia, para la que hizo ilustraciones su hermana Norah Borges. Citó a Adriano del Valle, Pedro Garfias, Luis Mosquera, Isaac del Vando Villar, pero sobre todos ellos a Rafael Cansinos Asséns, el sevillano que llegó a traducir las Mil y una noches. Borges dijo que había conocido a muchos hombres de talento, pero hombres de genio sólo a dos o tres a lo mucho: el pintor y místico argentino Alejandro Xulsolar, Macedonio Fernández y Cansinos Asséns.

“Y me place recordarle aquí en Sevilla, en su Sevilla, y mi Sevilla personal”, dijo Borges en los Venerables, “ya que yo tengo abuelos de los abuelos de mis abuelos que eran sevillanos. En fin, de algún modo uno vuelve a Andalucía, es un sentimiento que yo tengo, no el de descubrir algo distinto sino el de volver. Claro que quienes partieron de aquí, hace cuatrocientos años, eran hombres de acción, y yo soy un mero hombre de letras. Pero ser un hombre de letras no es un destino despreciable, ya que consiste en imaginar la vida de los hombres de acción”.

Shakespeare no. Mejor flamenco. Y mejor Cervantes. “Uno de los primeros libros que yo leí fue el Quijote”. Y se aprendió muchas frases de memoria. “Sobre todo la primera, que tiene la virtud de introducirnos en un mundo distinto en pocas líneas: ‘En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…’, bueno, ya estamos en otro mundo. En poca hemos dejado nuestro mundo cotidiano y estamos en el mundo del Quijote”.

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