"La seguridad y la paz no vienen dadas, falta conciencia de Defensa"
Carlos Melero Claudio, teniente general jefe de la Fuerza Terrestre
Concede su primera entrevista desde que cumple con la alta responsabilidad de preparar los contingentes encargados de misiones especiales por todo el mundo
Sevilla/Más de 40.000 soldados están a su cargo, una responsabilidad que ejerce desde un despacho cargado de historia en la Plaza de España. En la galería alta del edificio, arquitectura preciosa de la Sevilla del 29 desconocida para la inmensa mayoría de los sevillanos, se exponen los retratos de los capitanes generales, los jefes de la Región Militar Sur y los jefes de la Fuerza Terrestre. Está ya colocada la fotografía del anterior teniente general, José Rodríguez. La contemplación de la galería es un repaso de buena parte de la historia de la ciudad y de la evolución de la propia estructura del Ejército.
–Cuéntenos un dato clave. ¿Cómo surge su vocación militar?
–En casa. Soy hijo y nieto de militar. Me criaron en Ceuta, una plaza muy militar. Ahí es donde nace verdaderamente mi vocación, viendo a mi padre que entonces era oficial de Regulares. Ahí decidí orientar mi vida y mi carrera a las armas. Al salir de la Academia como teniente estuve precisamente destinado en Ceuta. Posteriormente salté a Madrid, donde hice el curso del Estado Mayor. Y después en distintos destinos, como el gabinete del jefe del Estado Mayor del Ejército. Fui a mandar un batallón en Pontevedra, en la Brigada Aerotransportable. Estuve un año de experiencia en Chile en un curso del Estado Mayor, volví de nuevo al Cuartel General del Ejército. Y ya como general de Brigada tuve la fortuna de dirigir la Academia Militar. Posteriormente me fui a Huesca para mandar la División Castillejo y hasta la fecha.
–¿La Academia Militar de Zaragoza puede ser el destino más hermoso?
–Es un destino ilusionante e impresionante por todo lo que supone. Ver entrar a jóvenes con ilusión y con vocación y verlos salir con el paso de los años como oficiales del Ejército es algo siempre muy gratificante. La Academia es una institución con un alto prestigio, no sólo en Zaragoza y Aragón, sino en toda España.
–El 8 de noviembre fue usted nombrado nuevo jefe de la Fuerza Terrestre. Lleva usted poco más de tres meses en Sevilla.
–He pasado ya los primeros cien días famosos. La ciudad es muy acogedora. Sevilla es pasión, sentimiento, alegría, amistad… No puedo hablar más que maravillas de cómo he sido recibido.
–¿En qué se centra ahora su trabajo en Sevilla? ¿Qué misiones se llevan a cabo desde este cuartel en la Plaza de España?
–Me gustaría dejar bien claro que desde aquí se lidera la fuerza terrestre, que es una parte de la organización de todo el Ejército de Tierra. Hay un cuartel de alta disponibilidad que está en Valencia, el Mando de Canarias y la Fuerza Terrestre que está en Sevilla. Nuestra misión es preparar a las unidades, generar estructuras operativas para ponerlas a disposición del jefe del Estado Mayor de la Defensa y emplearlas en las operaciones que se determinen, sean en el territorio nacional o sean en el exterior. Nosotros actualmente estamos preparando contingentes importantes que están o se rotan en Malí, Letonia, Turquía, Líbano e Irak. Luego tenemos elementos aislados que están en otras operaciones como en Bosnia, Somalia, Senegal, Colombia…
–¿Qué valoración hace del papel del Ejército en el período de pandemia y, por cierto, dónde estaba usted en esos meses de Estado de Alarma?
–La pandemia me sorprendió a caballo entre destinos. Ascendí en verano de 2020, por lo que los primeros meses me pilló en la Academia General Militar. Tuve que enviar a los alumnos a sus casas y seguir la formación a distancia. Fue un reto importante ser capaces de terminar el curso académico. Hubo que cambiar las programaciones, los medios, etcétera. Y luego mudar el cuartel general de la División de Madrid a Huesca, con lo que suponía la llegada a Huesca de un acuartelamiento nuevo en plena pandemia. Y además tuvimos que participar en operaciones como la Baluarte y la Balmis.
–¿Fue valorado suficientemente el papel del Ejército esos días? Ha referido usted dos operaciones diseñadas expresamente para la lucha contra la pandemia.
–Creo que sí, que se valoró y se conoció. Estábamos en la calle. La gente vio a los militares en la calle. Nos veían desinfectando, llevando a poyo logístico a determinadas zonas, nos veían trasladando materiales y vacunas, presentes en centros de vacunación… Sí se vio al Ejército en la calle. La gente sintió el papel tan importante que estaban haciendo las Fuerzas Armadas.
–Los presupuestos de Defensa han subido finalmente. ¿Se cubren bien las necesidades?
–Este último año se han incrementado como consecuencia de los acuerdos con la OTAN. Han subido lo necesario. En su día alcanzamos unos niveles muy bajos con los que era muy difícil mantener la capacidad operativa de todas nuestras unidades. Con este incremento estarán acordes a las necesidades del Ejército de Tierra dentro de las Fuerzas Armadas.
–¿Usted siente que el Ejército esté valorado en la calle?
–El Ejército está valorado. Es una de las instituciones más valoradas en la sociedad. Ocurre que hay un contrasentido, porque cuando a alguien se le pregunta por el Ejército solemos oír muy buenas opiniones. Pero si le preguntan por la posibilidad de incrementar el presupuesto de Defensa la cosa cambia y ya oímos que no. Falta conciencia colectiva de Defensa en España. La seguridad y la paz no nos vienen dadas. No son gratuitas. Nos damos cuenta de la importancia que tienen cuando nos faltan. Y hoy en día, en un mundo globalizado, con el conflicto que tenemos ahora en Europa, la seguridad hay que procurar mantenerla en el día a día.
–Alude usted a la invasión de Ucrania. Muchos creíamos que no veríamos ya este tipo de guerras, al menos en el viejo continente, creíamos que eran contiendas propias del siglo XX. Hemos vuelto a un modelo de guerra que considerábamos superado… ¿A usted le ha sorprendido?
–A la gente le ha sorprendido ciertamente que en pleno siglo XXI pueda haber conflictos como los vividos en el siglo XX.
–Tal vez suponíamos que las guerras serían frías, consistentes en ataques cibernéticos…
–Exactamente, habíamos cambiado la concepción. Nuestra participación en operaciones de paz, sobre todo en sitios como Irak o Afganistán como consecuencia de los ataques de 2001, llevaron a una percepción de que la amenaza solo era yihadista, terrorista y demás, en Oriente o en el Sur, porque una de las preocupaciones de España es que se mire al flanco Sur. Está claro que ha vuelto algo que creíamos que estaba olvidado y superado. Parecía que era un conflicto que sería cuestión de pocos días o de pocas semanas, pero llevamos ya un año desgraciadamente.
–¿Usted seguirá con los planes para abrir el Ejército a la sociedad? Hemos asistido a juras de bandera para civiles que han tenido participaciones masivas, izadas de la bandera para escolares, un Máster de Defensa en la Universidad de Sevilla…
–Por supuesto. Nuestra idea es que la sociedad nos conozca cada vez más. Somos parte de la sociedad a la que servimos. Cuando llegué a Huesca, el acuartelamiento llevaba tres años cerrado. El portón principal estaba cerrado. La primera orden fue que se abriera para que la gente viera que estábamos dentro. Tenemos que abrirnos a la sociedad para que la gente nos conozca. Hay muchas formas de hacerlo. Potenciar la cultura de Defensa es darnos a conocer con la semana de la Fuerzas Armadas, con los izados, con seminarios y jornadas, con las visitas a unidades… Todo eso lo vamos a continuar y potenciar. Es bueno que la sociedad en todos sus ámbitos y niveles nos conozca. No se quiere lo que no se conoce. Cuanto más nos conozcan más nos querrán.
–¿Por qué no se terminan de ver militares por la calle? La amenaza de ETA ya pasó.
–Creo que los militares somos como todo el mundo, somos animales de costumbre, permítame la expresión. Nos costó mucho acostumbrarnos a vestirnos de paisano para ir al cuartel. Y ahora nos está costando ir de uniforme por la calle. Yo voy de uniforme muchas veces por la calle. He viajado en el AVE de uniforme. Creo que ya no produce ningún estupor, ni rechazo ver a un militar de uniforme. El otro día vi en Madrid a varios profesionales vestidos de uniforme. Habían terminado su jornada laboral en el Cuartel General del Ejército de Tierra y volvían a Toledo de uniforme. Cada vez vamos más de uniforme por la calle. Todo con normalidad. Me criaron en Ceuta, donde había más personas de uniforme militar por la calle que civiles.
–Hace poco volvió al debate público la necesidad de reimplantar el servicio militar, la conocida popularmente como mili. ¿Usted la echa de menos?
–Yo conocí en el Tercio Duque de Alba de la Legión la mezcla de profesionales con personal de reemplazo. Luego tuve la oportunidad en los Regulares de mandar una compañía entera de reemplazo. Era una personal que venía con ilusión y con ganas. La mili era un elemento cohesionador, nos juntaba a todos y nos ponía a todos por igual. Fue una etapa buena, pero hay que ser claros: la etapa de la mili está superada. Hoy tenemos un Ejército profesional, un Ejército con gente muy cualificada y preparada. El encaje de la mili ahora no sería viable. Hay países europeos que están apostando por una formación reducida de cierto personal civil a los que se instruye por ciclos… Pero en España tenemos un Ejército bien dimensionado, lleno de profesionales. Nuestro mayor valor, siempre se dice con razón, son nuestros hombres y mujeres. Son nuestra mayor riqueza. Hay que dotarlos de mecanismos modernos y actualizados, pero ellos serán siempre el mayor valor. Y son profesionales.
–¿Y hasta qué punto es un problema para esos hombres y mujeres tener una vida profesional muy corta?
–La ley de la Carrera Militar marca para la tropa una serie de compromisos iniciales, otros de larga duración hasta los 45 años, y después la tropa permanente. Y marca unos cupos. Cuando un civil accede a la condición de militar de tropa, en función del contrato que va suscribiendo, sabe cuáles son las condiciones. El verdadero problema es que, sabiéndose que hay un numero de personas que al cumplir los 45 años van a salir a como reservistas voluntarios o se van a la calle, debemos preparar a ese personal para que pueda desvincularse de la Fuerzas Armadas y retornar al mercado laboral. Ahí todos tenemos parte de responsabilidad. Desde el mismo Ejército debemos preparar y motivar al personal para que se cualifique, se forme, acceda a títulos de grado medio… Y que la Administración haga también su esfuerzo para integrar a un personal que no se olvide que ha estado trabajando para la Administración General del Estado.
–¿Hay momentos en que faltan aspirantes para cubrir plazas en el Ejército profesional?
–Ahora mismo hay exceso de demanda. Se cubre todo sin problema y con gente cualificada.
–¿Quién se interesa por entrar en el Ejército profesional? ¿Tienen trazado un perfil?
–Hay de todo. Vienen personas con grados, otras con el bachiller, otras con la idea de ingresar con el propósito de promocionar a suboficial. Hay gente que lo ve como algo transitorio hasta que encuentra una vía alternativa. Ahora mismo no hay problemas para cubrir los números que requiere el Ejercito.
–La relación con la política es estrechísima en altos cargos como el suyo. ¿El militar debe tener cautelas especiales?
–Una cosa es la institución que debe estar despolitizada, que lo está. Y otra cosa son las personas. Al militar se le supone la neutralidad política. Individualmente cada uno tendrá su forma de pensar, su ideología, su libertad de voto… Pero la institución como tal está despolitizada.
–Desde su punto de vista, ¿peligra la unidad de España?
–España es una nación unida, pero la amenaza separatista está ahí. Lo hemos visto en años anteriores. Algunas reclamaciones se siguen produciendo en ciertas partes de España. Las amenazas son interiores o exteriores. Cualquier intento separatista que pueda haber es una preocupación que debemos tener todos los españoles.
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