Los secretarios generales se quedan fuera de la lista
El PSOE prescinde de los secretarios generales de sus 11 agrupaciones en una lista electoral con la que tratará de retener la Alcaldía cuatro años más. Algunos socialistas todavía no dan crédito a una realidad que comenzó a mascarse en la noche del jueves ("tememos que no vamos a ir ninguno") y con la que se dieron de bruces al mediodía del viernes ("ni siquiera dejan a Mir"). El poder orgánico queda orillado premeditadamente como consecuencia de varios factores. Parece que el candidato Juan Espadas ha logrado influir más de lo previsible en la confección de esta lista, siempre con la imprescindible bendición de la todopoderosa secretaria de Organización del PSOE andaluz, Susana Díaz, a quien, en cambio, otros destacados miembros del partido atribuyen todo: desde la apuesta por los independientes hasta la inclusión de Guerra.
Sea como fuere, el propio Espadas anticipó en verano a este periódico que su objetivo era el de designar personalmente a ocho miembros que fueran claves en su futuro gobierno. La elección de los números dos, tres y cuatro responderían a sus criterios personales, aunque Susana Díaz telefoneó a los elegidos para dejar claro el quién es quién. Estas designaciones han dejado boquiabiertos a muchos de los todavía concejales y a decenas de militantes de base. Baste un ejemplo: en Nervión rara es la ocasión en que en una consulta no votan más de 300 militantes en el peor de los supuestos. Ayer sólo acudieron 92. Los 51 votos en contra de la lista registrados en el Cerro del Águila, controlada por el concejal Francisco Fernández, pueden servir también de orientación sobre el parecer de la militancia en un fortín del PSOE. La lista de Espadas es una apuesta arriesgada que puede salir bien. Pero arriesgada.
Ayer ya se presenciaron las primeras muestras de descontento, amén de la bajísima participación por la que algunos ya auguran el síndrome de los brazos caídos. Dejar fuera a los 11 secretarios generales (10 si se descuenta a la trianera Susana Díaz) supone una renovación tan probablemente saludable como racionalmente arriesgada
La grandeza del PSOE radica en que unas bases sólidas, articuladas en 11 agrupaciones -tantas como distritos tiene la ciudad- son las que levantan el partido. Y el hándicap del PSOE estriba en que esas mismas agrupaciones han de ratificar las listas, lo que da lugar a que se escenifique un prietas las filas o una falta de entusiasmo, según los casos.
Los que han mamado la tesis de que sin el aparato no es posible hacer carrera en el PSOE ya han comprobado hasta dónde pueden tambalearse ciertos planteamientos. La firme apuesta por los independientes en los principales puestos dejando fuera al poder orgánico equivaldría, sobre el papel, a aspirar a la longevidad con un deficiente sistema circulatorio. Difícil misión.
Los secretarios generales son los primeros fontaneros, los que junto con su equipo tensionan a los militantes, los que se encargan de que funcione el buzoneo, de poner en marcha la furgoneta (como era el caso de José Antonio García en la Macarena), de controlar con teléfono móvil y lista en mano que todos los vecinos y conocidos acudan al colegio electoral (como hacía José Marín en sus buenos tiempos). Curiosamente, las únicas elecciones en las que Monteseirín encabezó la lista más votada (año 2003) fue aquella en la que más poder orgánico estaba representado en la candidatura. ¿Se repetirá con esta lista aquella estampa de un conocido dirigente de Pino Montano con la camiseta del Sevilla F.C. -la que luce la bandera de España- en la puerta del colegio electoral en las últimas europeas telefoneando a los vecinos remolones para que bajaran a votar al partido? Y eso que se trataba de los comicios al parlamento de Bruselas.
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