Dos santas y tres calles: la presencia de Justa y Rufina
CALLE RIOJA
Estas hermanas alfareras del siglo III están hermanadas en el santoral, en una iglesia frente al Turruñuelo y en el cuadro de la Catedral pintado por Goya.
Son las patronas de la ciudad y las reinas del callejero. Aquí se propone un viaje de santidad que va de Santas Patronas hasta Santa Rufina pasando por Santa Justa. Aparecen hermanadas en el santoral, en las preces y salmodias, en la iglesia de las Santas Justa y Rufina que está frente al parque del Turruñuelo y en el cuadro en el que Goya las inmortalizó y se puede ver en la Catedral de Sevilla.
La calle Santa Justa es una de las más pequeñas de la ciudad. Quizás por ello, los arquitectos Cruz y Ortiz, que tienen estudio en la calle Santas Patronas, eligieron ese nombre para rotular la estación de ferrocarril inaugurada en 1992 y que hermana por tren a esa santa con la filósofa malagueña María Zambrano. Santa Justa es una calle sin casas, que une San Pablo y O'Donnell. Como en un guiño a su secuela ferroviaria, tiene parada de taxis, aunque la cola de vehículos triplica la longitud de la calle. Pequeña, pero con muy buenas vistas: los dos únicos negocios que alberga son dos ópticas: San Pablo y Díaz-Arca. A sus espaldas está la plaza de la Magdalena, que veremos que también es vecina de Santa Rufina, y en esa plaza la tienda Beige, moda masculina. "Lo más característico de este edificio", dice el empleado de la tienda textil, "es que tiene un búnker anti-bombas".
Santas Patronas empieza con un despacho de notarios -Pedro A. Romero Candau y Pablo Gutiérrez-Alviz y Conradi- y termina con un bufete de tres abogadas: Carmen Ruano Sarmiento y las hermanas Rocío y Esperanza Valdés Pacheco. Tiene un taller de costura con la firma de Yolanda Real, una peluquería, una imprenta digital y la casa-hermandad de San Buenaventura. Calle-sierpe con vistas por un lado al Arenal, por el otro a Triana, las dos arcadias de la tauromaquia.
Una calle monárquica con la presencia ya señera de Alfonso, rey de los Caracoles. A su lado, el restaurante chino Ciudad de Pekín. Por Santas Patronas camina Bernardo Bueno, delegado provincial de Cultura. Este lepero que fue delegado del Gobierno en La Rioja conoce el carisma de las santas. "Justa y Rufina son también las patronas de Navarrete, un pueblo riojano que tiene unos vinos estupendos y tradición de alfareros". Bueno viene de buscar en una ferretería una llave para la lavadora. Cosas de agosto.
Santa Rufina, a diferencia de Santa Justa, sí permite el tráfico de coches. Muy pocos. Un balcón con una imagen de la Macarena y un cartel: Aquí vive un indignado. La calle desemboca en Correduría, puerta del Jueves, en el bar La Tostaíta Veloz, y en dirección a la Alameda se bifurca en Molino, calle-bucle, y en Marco Sancho, palco popular para ver las cofradías del barrio.
De Santas Patronas a Santa Rufina, el paseante reedita la diáspora interna que la ciudad experimentó del Arenal a la Alameda cuando se quedó con el río, pero sin la mar océana, cuando la Casa de la Contratación se trasladó en 1717 de Sevilla a Cádiz y la ribera dejó de ser puerta de América y pasó de urbe a pedanía. La logística cambió de asiento y buscó otros lares. De aquellas vituallas carnales quedan unas ligeras secuelas. En Santa Rufina la santidad se aparea con la cantidad. Anita es dominicana y Mercedes española. Practican el que dicen que es el oficio más antiguo del mundo, abolengo que sin embargo no las asocia con una patrona.
"Imagino que será la Virgen de la Merced", dice Mercedes, "la de los presos y delincuentes". Anita apuesta por María Magdalena, extremo que le rebate su compañera. "Era una prostituta, pero la salvó el hombre más revolucionario que ha habido nunca. Yo soy espiritual. Mis devociones no son las de los hombres".
El académico y catedrático Vicente Lleó Cañal pasa por Laraña, la antigua Universidad. "Se supone que están enterradas en el antiguo colegio del Valle", dice el autor de Sevilla, Nova Roma, a punto de ser reeditado casi 30 años después. Santa Rufina no tiene estación de tren ni apeadero ni cantina. A las hermanas Justa (268) y Rufina (270) las unió Goya y también el imaginario de la ciudad, que las recuerda en tres calles, campus de santidad.
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