Un sábado de verano al que le sobra la playa

La crisis ha obligado a que muchos sevillanos se conviertan en playeros por un día. Viajes de ida y vuelta por la A-49 y la AP-4 (con peaje incluido) que sirven para aminorar el calor cuando los termómetros superan los 30. Adiós a las quincenas en el litoral. Aquellos tiempos pasaron a la historia. Lo que no pasa a la historia, pues se trata de la propia historia de un barrio, es el 26 de julio de cada año. No importa que sea fin de semana y que el calor apriete -ayer no demasiado- cuando se trata de visitar a la que los trianeros conocen como la Abuela. El arrabal, de nuevo, renovó la tradición con Santa Ana.

Esta jornada comenzó con los últimos minutos de la anterior. Las luminarias en el campanario de la catedral del barrio, los llamados Gozos de Santa Ana, anunciaron la llegada del día señalaíto, aquél en el que se deja de felicitar a los Santiagos y Jaimes y se hace lo propio a partir de entonces con los que llevan por nombre el de Ana y Joaquín, así como a los abuelos.

Precisamente estos miembros de la familia tuvieron un momento muy especial cuando a las once de la mañana se celebró la eucaristía dedicada a ellos, quienes en esta época de crisis se han convertido en auténticos pilares económicos de muchos hogares.

A esa hora ya habían sido muchos trianeros, sevillanos procedentes de otros barrios y devotos llegados de localidades cercanas los que se habían acercado hasta las plantas de la Señá Sant'Ana para besar su mano. Un culto para el que se dispone el prebisterio de la parroquia con la naturalidad y la elegancia de un antiguo corral, todo colmatado de macetas entre las que no faltan las de mejorana. Elegancia a granel.

Ya por la tarde se celebró la función principal en una abarrotada parroquia en la que estos días de novena se ha anunciado los fastos para 2016, cuando se cumplen siete siglos y medio de la construcción del templo. Se prevé, incluso, una salida extraordinaria como la de 2001.