Al rescate de los colegios católicos
Una vez garantizada la supervivencia de las escuelas parroquiales, la Fundación Diocesana de Enseñanza ampara a los centros de órdenes religiosas
El último centro en incorporarse ha sido la guardería Virgen del Refugio, en el sevillano barrio de San Bernardo. Con ésta, ya son diez escuelas las que conforman la red educativa de la Fundación Diocesana de Enseñanza Victoria Díez, perteneciente a la Archidiócesis de Sevilla. Su gerente, José del Río Ocaña, explica que gracias a la creación de esta entidad -en 1995- ha sido posible la supervivencia de las escuelas parroquiales creadas el pasado siglo y la de varios colegios de órdenes religiosas. La fundación, además, garantiza el cumplimiento del artículo 27 de la Constitución Española, que establece la libertad de los padres para elegir el tipo de educación que desean para sus hijos conforme a sus convicciones.
Hace 21 años el cardenal Carlos Amigo Vallejo, entonces arzobispo de Sevilla, erigió mediante decreto la Fundación de las Escuelas Parroquiales. El ente nació para preservar la continuidad de los colegios católicos. En este punto hay que recordar la importante labor de alfabetización que realizaron dichas escuelas en la díficil década de los 40 del pasado siglo. "Gracias al empeño de muchos párrocos varias generaciones de españoles aprendieron a leer y escribir", recuerda José Luis del Río. Estos centros proporcionaban una enseñanza básica allá donde no llegaba la educación pública, cuya red había quedado bastante mermada tras la guerra civil. La Iglesia, por tanto, puso a disposición de la ciudadanía sus infraestructuras en aras de ofrecer una formación basada en la doctrina cristiana, pero que facilitaba los conocimientos necesarios para luchar contra la penuria económica.
En la capital andaluza aún se recuerda el nombre de los sacerdotes que lucharon por alfabetizar a sus feligreses. Monseñor Álvarez Allende, en San Bernardo; Carlos Rodríguez Baena, en el Tiro de Línea; Federico Trotter, en el Sagrado Corazón de Jesús; o Rafael Escalante, en el Corpus Christi. "Son sólo algunos nombres, pero raro era el pueblo que en aquella época no contaba con un párroco que pusiera en marcha, dentro de las instalaciones eclesiales, una escuela para los más jóvenes", recuerda el gerente de la fundación Victoria Díez.
Conforme fueron pasando los años, el Estado comenzó a ampliar la red de colegios públicos, por lo que la existencia de las escuelas parroquiales dejó de tener esa función asistencial y empezaron a desaparecer. No obstante, hasta nuestros días han llegado varios centros con este origen que se encuentran integrados en la fundación mencionada. A ellos se han unido los de varias órdenes religiosas, que garantizan con esta adscripción su supervivencia. En este punto hay que recordar la carta firmada en noviembre de 2013 por los arzobipos de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo, y el de Granada, monseñor Javier Martínez, en la que pedían a los superiores de las órdenes que, debido al momento de crisis económica que padecía entonces la sociedad española y a la dificultad de continuar con la tarea educativa, se adscribieran a las fundaciones creadas a tal efecto en cada diócesis.
Fruto de esa misiva fue la integración del Colegio Nuestra Señora del Valle, en Écija, en la red diocesana de enseñanza del Colegio. Hasta 2014 este centro pertenecía a las Hijas de la Caridad. El ejemplo más reciente concierne a la Escuela San José de Cluny, en el Parque Alcosa, en manos hasta hace poco de las Misioneras de San José de Cluny.
Gracias a estas adscripciones la fundación cuenta con 10 centros. A los dos referidos se unen siete de origen parroquial: los colegios de Nuestra Señora de las Mercedes, Sagrado Corazón de Jesús, Corpus Christi, San Bernardo, San Isidoro, Santa María Nuestra Señora (Écija) y Nuestra Señora de las Nieves (Los Palacios). La lista se completa con la guardería Virgen del Refugio. La fundación atenderá el próximo curso a 2.600 alumnos, a los que darán clase 200 maestros.
La gestión de estos centros sufrió un cambio importante en febrero. Desde entonces, el párroco de la feligresía en la que se encuentra el colegio sólo se encarga de la labor pastoral y queda exonerado de las tareas administrativas, que compete a la fundación.
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