El reloj de la Plaza siempre da la hora
Calle Rioja
Recuerdos. Rogelio Reyes presentó ante sus paisanos de Lora del Río un libro con las vivencias del catedrático de Literatura y ex director de la Academia de Buenas Letras
El reloj de los recuerdos nunca deja de dar las horas. No necesita de relojero, porque nunca se atrasa… ni se adelanta. Siempre puntual. Plaza del Reloj es un libro de fortuna de Rogelio Reyes Cano (Lora del Río, 1940). Este libro de regreso a las vivencias de su patria chica, que siempre es la más grande, fue objeto de una primera edición en Páginas del Sur el 8 de septiembre de 2020, en el pico más alto de la pandemia que sufrió el mundo entero. En mayo de 2023, tres años después, cuando la Organización Mundial de la Salud ha rebajado sustancialmente los estragos del virus, ha sido nuevamente editado, esta vez con edición de la Fundación Caja Rural del Sur y por encargo especial del Ayuntamiento de Lora del Río.
La Casa Consistorial de la villa donde nació el catedrático de Literatura organizó la presentación del libro, en presencia del autor y de su prologuista, Pablo Gutiérrez-Alviz, en el mismo escenario donde el 1 de marzo se presentó un libro editado por Sevilla Press sobre Gracia Montes. La tonadillera y el profesor fueron nombrados hijos predilectos de Lora del Río en la misma ceremonia, presentados respectivamente por Daniel Pineda Novo y Enriqueta Vila.
El libro se lo dedica Rogelio Reyes a sus padres, a su hermano José María, un catedrático más joven que él, prematuramente fallecido, que ejerció su magisterio en Barcelona, y sus hermanas Charo, Angelita y Mari Pepa, depositarias de algunos de los recuerdos desgranados por el autor, especialmente los que agrupa en el epígrafe “Estampas de mi niñez loreña”. El viernes 12 de mayo, casi dos semanas antes de que dé comienzo la Feria de Lora del Río, esta localidad contó con la presencia de dos directores de la Academia de Buenas Letras: Rogelio Reyes, que llevó el mando de la tricentenaria institución hace unos años, y el notario Pablo Gutiérrez-Alviz, que la dirige en la actualidad. Éste inicia su prólogo con una cita de Luis Landero: “Lo que el olvido destruye, a veces la memoria lo va reconstruyendo y acrecentando con noticias aportadas por la imaginación y la nostalgia”.
Una plaza de un reloj cuyas manecillas se expresan mediante artículos de prensa, reflexiones en diferentes revistas o pregones del profesor que además de catedrático de Literatura en la Universidad lo fue del instituto Fernando de Herrera, inductor de no pocas vocaciones literarias y periodísticas.
El 8 de septiembre de 1987 fue coronada canónicamente Nuestra Señora de Setefilla, la patrona de Lora del Río. Rogelio Reyes llegó por los pelos a tan importante acontecimiento. Ese día por la mañana cogió un avión en Italia, país al que le habían llevado sus obligaciones profesionales. Le dio el tiempo justo de aterrizar en Sevilla y recoger con el coche a su mujer para desplazarse hasta su ribereña cuna. Una carrera de obstáculos que narró a sus paisanos cuando 25 años después de la coronación, el 12 de mayo de 2012, pronunció en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción el pregón de las bodas de plata de esa coronación. Especialista en Dante y en Petrarca, en Virgilio y en Leopardi, este loreño abandonó el país de esos iconos del clasicismo para buscar el fuego de sus raíces, el nombre que lo es todo en Lora del Río: Setefilla.
Hombre de profundas convicciones cristianas, Rogelio Reyes reescribe las parábolas del hijo pródigo y de quien no era profeta en su tierra; porque nunca la abandonó del todo y siempre ha querido compartir con ella los honores y reconocimientos académicos y profesionales que le han llevado a la cima del prestigio sin abandonar nunca la sencillez de hombre de pueblo.
De niño vio desaparecer la tradición del Judas. Hace un retrato de Leon Degrelle (1906-1994), el colaborador de Hitler que buscó refugio y nueva vida en Constantina, y con él llegaron una corte de gentes procedentes de Bélgica que por el idioma en el que hablaban serían conocidos como “los franceses”.
Repasa los rituales de muerte y de diversión de su villa natal. De éstos últimos uno de los más arraigados era el de ir a la estación a ver pasar los trenes. El paisano de Gracia Montes, a cuyo funeral asistió, asocia esa costumbre con una copla de Concha Piquer, La niña de la estación. Está claro que las letras de Quintero, León y Quiroga, de Valverde, Valerio y Ochaíta muchas veces llegaban donde no lo hacían los autores más consagrados de la literatura.
Evoca la visita a Sevilla de Evita Perón en 1947 en su texto Las cosas de comer, porque era la España de la posguerra, el hambre y las cartillas de racionamiento. El que titula Los pregones no se refiere al género que cultivaron Pemán, Romero Murube o Rodríguez Buzón. En una acepción más proustiana se refiere Rogelio Reyes a las voces que propagaban las bondades de los artículos: “¡Los nísperos del Japón! ¡El perejil pa el arroz con leche!”. Y de aquellos pregoneros sin atril ni patio de butacas recuerda a Porrón y a Medrano, que era el pregonero oficial de la villa de Lora que leía por las esquinas los bandos que dictaba el Ayuntamiento, una práctica que el autor entronca con el Siglo de Oro. Para los analfabetos de antaño se hicieron las catedrales y se forjaron los juglares.
Como Rogelio Reyes fue uno de los profesores que colaboró hace tres décadas en el Diccionario Histórico de las Calles de Sevilla, extrapola esos conocimientos a los nombres de las calles de Lora del Río, las primeras calles de su vida. La Plaza de España, que antes se llamó del Cabildo, se conoce como la del Reloj que da título al libro. La calle Cardenal Cervantes, en referencia a un loreño que está enterrado en la Catedral de Sevilla, se la conoce como el barrio del Pozo; del mismo modo que los más veteranos siguen llamando de la Cárcel a la calle Federico García Lorca o del Río a la calle Lope de Vega. Un emotivo recorrido por la imprenta que montó en Lora su tío Alfonso Becerra y cuyas tripas le mostró su primo Juanito o los recuerdos cinematográficos que con aires de Bienvenido, Mister Marshall de Berlanga dedicaba a su amigo y compañero Rafael de Cózar en la revista de Feria de 2010, cuatro años antes de que éste falleciera.
Nunca es tarde en la Plaza del Reloj. Recuerdos del teatro-cine Goya, donde se veían películas de Fumanchú y se oían las retransmisiones de Bobby Deglané y Matías Prats, y donde la tarima cedió en un mitin que Ramón Franco, aviador y hermano del dictador, daba en junio de 1931. Estampas de la Feria de Lora del Río, que data de 1819, más antigua que la de Sevilla, y que el 31 de mayo empieza una nueva edición.
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