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Un referente cultural que acabó en criadero de cerdos

La pudiente orden jerónima trajo a los mejores artistas del XV y XVI a este cenobio. En el XIX ardió la iglesia convertida en fábrica de vidrios.

Muro de la iglesia del monasterio en el que aún se conservan los arcos ojivales de estilo gótico.
D. J. G.

12 de febrero 2014 - 05:03

Una pequeña Florencia que terminó expoliada. Así puede resumirse la historia del monasterio de San Jerónimo de Buenavista contada ayer, a grandes trazos, por el arquitecto José García-Tapial, quien dirigió hasta hace poco la rehabilitación del monumento. Su origen se remonta al 11 de febrero de 1414, cuando se colocó la primera piedra. Para tal ocasión se celebró una procesión eucarística desde la antigua Catedral -entonces mezquita reconvertida al culto cristiano- hasta este solar en la que participaron el cabildo eclesiástico y el municipal. Dicha solemnidad evidencia la importancia de la orden jerónima, en la que ingresaban los hijos no herederos de las familias aristócratas, lo que a la postre supuso una gran dotación de tierras y el contrato de los mejores artistas de la época, puesto que dicha comunidad ejerció de mecenas.

Prueba de ello son los arquitectos que trabajaron en el monasterio: Diego de Riaño (autor de la Casa Consistorial hispalense), Martín Gaínza (que participó en la Capilla Real de la Catedral), Hernán Ruiz (autor del cuerpo renacentista de la Giralda y quien ejecutó el campanario de la iglesia de San Jerónimo) y Miguel de Zumárraga (que intervino en el Archivo de Indias). También esta comunidad trajo a Pietro Torrigiano -discípulo de Miguel Ángel-, cedió una casa a Zurbarán como estudio, donde pintó los cuadros para el monasterio jerónimo de Guadalupe, y contrató a Valdés Leal.

La estrecha vinculación de la orden con los Austrias se refleja en el uso que hicieron los monarcas del monasterio antes de entrar en Sevilla. También en él se encontraba la imprenta utilizada para las bulas con las que se evangelizó las Indias. Dicho esplendor se mantuvo hasta finales del XVII cuando empieza un declive que acabó con la desamortización del XIX. Pasó entonces a manos privadas y tuvo múltiples usos. Uno de ellos, como fábrica de vidrio, fue perjudicial para su conservación, pues se instaló el horno en la iglesia, en la que se produjo un incendio que arrasó con todo lo que aún conservaba. En el siglo XX sirvió como criadero de cerdos y fue el escenario de la celebración de la boda entre la tonadillera Isabel Pantoja y el torero Paquirri. En 1984 lo adquirió el Ayuntamiento. Cuando esto sucede sólo se conserva un muro de la iglesia, el campanario y uno de los dos claustros, el renacentista. El otro, más reducido, se encuentra desperdigado por múltiples casas, donde fueron a parar sus columnas de mármol.

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