Un recuerdo de Francisco Baena Bocanegra: "Por Manolo, lo que haga falta”
Fue defensor de Rico Lara y de Jorge Cadaval en el nefando caso Arny y presentó en el Ateneo las Memorias del juez de Menores
Muerte Paco Baena, uno de los grandes maestros de la Abogacía

“Según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo”. Francisco Baena Bocanegra (Coín, Málaga, 1942-Sevilla, 2025) ha muerto en plena Cuaresma, el día que el Evangelio de san Juan proclamaba estas palabras de Jesucristo a los judíos. ¿A cuántos no habrá oído Paco Baena Bocanegra a lo largo de su dilatadísima carrera como abogado penalista? Baena era la pena alegre, parafraseando el título del libro sobre la Semana Santa que ha publicado Jorge Bustos. Siempre una sonrisa, una broma, un abrazo, una camaradería con los afines y también con los discrepantes. Tengo que irme a la noche de los tiempos de mis inicios periodísticos para situar mis primeros recuerdos de este prestigioso jurista.
Cuando felicité a Jorge Muñoz por la espléndida entrevista que le hizo en este periódico, no podíamos imaginar que esas palabras estaban siendo un adelanto de su testamento. Volviendo a san Juan, “los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio”.
Fue rey Gaspar en la Cabalgata de Reyes Magos del Ateneo de 1995, una terna que completaban Eustasio Cobreros (Melchor) y César Cadaval (Baltasar). Un año después, al rey negro lo encarnó Jorge Cadaval, de quien Paco Baena Bocanegra se convirtió en su abogado defensor en aquel dislate inquisitorial que fue el caso Arny. Otro de sus defendidos fue el juez de Menores Manuel Rico Lara, la pieza más codiciada de los coleccionistas de miserias. Su defensor no cejó ni un segundo en desmontar todas y cada una de las mentiras y vilezas para ponerle la trampa a un hombre de bien.
Baena Bocanegra presentó en el Ateneo mi libro ‘El juez justo’ (Rico Lara: memorias de un defensor indefenso). En un salón de actos abarrotado, me sorprendió gratamente al decir que le había encantado mi libro ‘Comando Asdrúbal’, un libro de tirada muy modesta, casi comarcal, en el que incluía una ficción dedicada a mi padre. Después de la presentación, nos tomamos unas cervezas muy agradables en la plaza de Zurbarán.
En ese tipo de trabajos me gusta hacer una especie de anatomía temporal, una suerte de diario. El 13 de abril de 2005 doy cuenta del encuentro con dos abogados en la calle Juan Belmonte del real de la Feria: primero con Joaquín Moeckel, después con Paco Baena Bocanegra, que iba con su esposa camino de los toros a la Maestranza. En la Feria le hablé de mi proyecto de libro, me dio su teléfono y me dijo: “Por Manolo, lo que haga falta”. Después de dar cuenta en ese diario del nacimiento de la princesa Leonor, ahora embarcada en el buque-escuela, y del triunfo del Betis sobre el Chelsea el día de Todos los Santos, vuelvo a encontrarme con Baena Bocanegra, que me dice en un guiño quijotesco: “Manolo Rico Lara es el curioso impertinente”.
He vuelto a coger el libro, que abro con una cita del Quijote que parece una sinopsis de los afanes del abogado: “Y si todavía, llevado de su natural inclinación, quisiere leer libros de hazañas y de caballerías, lea en la Sacra Escritura el de los Jueces, que allí hallará virtudes grandiosas y hechos tan verdaderos como valientes”. Parece un consejo del cura a don Quijote para que deje de perder la cabeza con disparates de caballeros y princesas. Virtudes grandiosas, tan verdaderos como valientes. Epítetos que están en el currículum de Paco Baena Bocanegra. No le tembló el pulso para defender a personajes ‘mediáticos’: el duque de Feria, Pedro Pacheco, el Bazar España… Defendió a Fernando Ruiz Vergara, el cineasta que después de ganar un premio en el festival de cine de Sevilla por su película ‘Rocío’ tuvo que optar por el destierro a Portugal.
Su musa era la ley, el Derecho, y su enemiga, la injusticia.
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