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"Desde que recibí mi riñón en 1979 no he vuelto a ingresar"

Carmen relata cómo salió adelante pese a la enfermedad que marcó su vida y la de su famlia

Carmen Ezquer Estrada, junto a su hermana. / D. S.
N. M.

15 de abril 2018 - 02:34

Carmen Ezquer Estrada es la segunda de cinco hermanos y su nombre aparece entre los primeros niños sometidos a un trasplante en Sevilla. Fue el 18 de junio de 1979 cuando solo tenía 14 años. En esta fecha se habían realizado pocos trasplantes en los quirófanos de Sevilla. Todo era nuevo, y aún más para los enfermos renales terminales. Hoy Carmen se siente perfecta casi cuarenta años después de recibir el riñón que le devolvió a la vida. "No ha sido fácil", puntualiza al contar su historia.

"Era una niña sana pero a los 13 años comencé a notar cansancio, los párpados hinchados, de modo que mi madre me llevó al médico. La enfermedad estaba muy avanzada. Dejé de crecer. Se paró la vida. Dejé de desarrollarme. Comencé a adelgazar. Se interrumpieron mis estudios. Mi madre, que es sevillana y tiene mucha alegría, me llevó a Sevilla. En aquélla época en Badajoz no teníamos especialistas", recuerda Carmen. Natural de Don Benito (Badajoz), Carmen y su madre pasaban largas temporadas en Sevilla, en el hospital y en la casa de familiares.

La "alegría andaluza" de su madre es su pilar frente a la adversidad y los momentos bajos

Los padres tenían que dividirse. Su madre, con Carmen a Sevilla; y su padre, en Extremadura con sus cuatro hermanos.

"En menos de un año mis riñones se pararon. Estuve en diálisis en Sevilla durante seis meses; y en Badajoz. En Don Benito no había diálisis en aquella época". Carmen recuerda los continuos viajes para someterse a diálisis como un calvario. La enfermedad era galopante. "Mi madre, con su alegría andaluza y su optimismo, me sacó adelante. Me ocultó aspectos de mi enfermedad para que pudiera sobrellevarla de la mejor manera y quitó importancia al dolor. Mi madre lo ha sido todo", explica. Carmen vive en la actualidad con su madre, que tiene 84 años, en Don Benito. "Sigue siendo mi pilar", explica esta mujer de 53 años, al reconocer la vital importancia de la familia para sobrellevar una enfermedad terminal y tratamientos agresivos. Esta mujer tiene muy presente el recuerdo de su padre, Eduardo, y la fortaleza de su madre, María del Carmen, aparecen continuamente en su relato; y a sus hermanos. "Lo más importante es la familia", insiste.

Llegó el día del trasplante, 18 de junio de 1979. "Los trasplantes de órganos se veían entonces como ciencia ficción. Aún no se había aprobado la ley de trasplantes", recuerda. Al ser de los primeros, sus padres no tenían información sobre su porvenir. La incertidumbre era muy intensa. En aquel entonces, sin regulación, las familias de los enfermos renales llegaron incluso a conocer a familiares de los donantes. "Mi donante fue una doctora que falleció en accidente de tráfico. Su marido, también médico, dijo sí a la donación. Toda mi vida he luchado por mí, por mi familia y por mi donante. En momentos bajos, recordarla me ha hecho levantarme. Ella me devolvió la vida y ya van 40 años. Desde que me trasplantaron no he vuelto a ingresar", concluye.

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