Sueños esféricos
Juan Antonio Solís
Nadie en el mundo más afortunado que Víctor Orta
La situación de la mayoría de los conventos y monasterios de Sevilla es más que precaria. A la mala conservación de los inmuebles, con unas dimensiones inabarcables, se suma que cada vez hay menos vocaciones. Las religiosas, cada vez más mayores, no pueden hacer frente a las grandes obras necesarias con los ingresos que proporcionan la venta de dulces u otros trabajos de tipo artesanal. La ecuación no sale, por lo que es necesaria la intervención de la Administración para conservar auténticas joyas con siglos y siglos de historia. Muchos se ha hablado, sobre todo en tiempos electorales, de proyectos y rutas para visitar los conventos de Sevilla y ayudar con estos ingresos a su rehabilitación, una idea que nunca ha pasado de ahí.
El convento de Madre de Dios es, probablemente, el que peor se encuentre de toda la ciudad, pero prácticamente todos tienen achaques más o menos importantes. Hace unas semanas comenzaron unas obras urgentes en el convento de Santa Inés gracias a la fundación Alqvimia Musicae. Se trata de unos trabajos que debería haber realizado la Junta de Andalucía hace 25 años, cuando firmó con la comunidad un convenio para la cesión por 50 años de varias estancias para crear unas salas de exposiciones. Gracias a estos trabajos se podrán salvar de la ruina inminente zonas del convento como el compás de entrada o el claustro.
Otro cenobio en el que recientemente se ha realizado una intervención de urgencia es el de San Leandro. Una inversión de 105.000 euros del Ayuntamiento permitió restaurar todo el tramo de fachada que da hacia la plaza del mismo nombre. En cualquier caso, todavía quedan muchos tareas importantes que llevar a cabo en un monasterio de unas extraordinarias dimensiones.
El caso de Santa Clara, aunque ya no haya monjas, también es sangrante. La Iglesia lo vendió al Ayuntamiento, que lo ha ido restaurando poco a poco, aunque hay gran parte amenazada por la ruina. Hace unos días se han aprobado unas obras urgentes en el claustro. La iglesia, un verdadero tesoro que sigue en manos del Arzobispado, permanece cerrada a cal y canto y poco se sabe de su estado. El compás de entrada por la calle Santa Clara también está cerrado y abandonado.
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