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Jesús Navas, medalla de la ciudad de Sevilla

Ratas en Sevilla. Tras la flauta de Hamelin

El Macero

Estos roedores, como en el cuento de los Hermanos Grimm, suponen un auténtico quebradero de cabeza para los gobiernos locales, sobre todo cuando logran colarse en los colegios

Además de en el CEIP Borbolla, también son frecuentes en el San José de Palmete

La última carpa en la Plaza de España de Sevilla

Una de las muchas ratas que proliferan por la ciudad. / Juan Carlos Muñoz

Quienes como éste que les escribe peinan canas (tan de moda últimamente después de que Carolina de Mónaco las exhibiera con total naturalidad) lo habrán escuchado en más de una ocasión por boca de sus mayores. Era uno de esos cuentos con moraleja –tan propio de los Hermanos Grimm– mitad leyenda, mitad historia real, que tenía como protagonistas del relato la ciudad alemana de Hamelin, un flautista y una plaga de ratas que hacía imposible la vida de los vecinos de aquella urbe centroeuropea.

En la era digital hemos sustituido los libros por los cuentacuentos audiovisuales, disponibles en las plataformas de internet, donde nuestros niños tatararean canciones con estribillos tan repetitivos como insustanciosos. La ciudad cambia. Del medievo a la inteligencia artificial, pero las ratas siguen dando titulares. Aparecen especialmente en zonas de obras, cuando la limpieza llega a niveles ínfimos o en días de mucha lluvia (por suerte, cada vez más habituales). Se meten en bares, tiendas y hasta en colegios. El último susto se lo llevaron en el CEIP Borbolla, en pleno barrio de Nervión, un centro educativo con cien años de historia y unas instalaciones que, según lamentan las familias, dejan bastante que desear.

El caso es que en una de las últimas tormentas, aparecieron varios roedores y uno de ellos fue atrapado por un alumno, que sufrió un percance por el que tuvo que ser trasladado a un centro sanitario. Sobre la magnitud de esto último han existido múltiples versiones. Desde una mordidura que requirió vacunación hasta un simple golpe. Lo cierto es que el incidente ha sido la gota que ha colmado la paciencia de unos padres que ya se han manifestado en dos ocasiones para exigir la mejora inmediata de este colegio que, entre otras deficiencias, presenta una red eléctrica tan insuficiente que aún no han podido instalar los aires acondicionados que el AMPA compró hace años.

Las protestas de las familias

Protesta en el CEIP Borbolla tras la aparición de ratas. / Juan Carlos Vázquez

Todo hace prever que no será la última. La federación de AMPA Fampa Nueva Escuela ha iniciado una consulta ante el malestar de la comunidad educativa por el estado más que mejorable de los colegios sevillanos. Ya se plantean movilizaciones en marzo.

Hace escasos días, este periódico tuvo constancia de que a principios de curso el CEIP San José de Palmete sufrió la presencia de estos animales de rabo largo. La dirección del colegio evita hablar de “plaga”, pero lo cierto es que los servicios municipales se vieron obligados a contratar una empresa especializada para acabar con los roedores, que salían de un descampado próximo. “Desaparecieron cuando en las vacaciones de Navidad, al no haber niños en las aulas, se pudo emplear veneno”, explican desde el equipo directivo. Sin embargo, esta tranquilidad se ha visto rota recientemente, cuando un ratón ha aparecido en un aula de Infantil.

“Lo único que le reprocho al Ayuntamiento es que la empresa de desratización nos aconsejó que, al estar al lado de un descampado, cubriéramos por completo las puertas, especialmente por debajo, para impedir que los roedores entraran. Algo que no han colocado”, incide el responsable del San José de Palmete.

No se vayan, que aún hay más. Las ratas no sólo campan a sus anchas por paterres, jardines y colegios. También se cuelan en los bares. El dueño de un negocio hostelero en la Puerta de la Carne ha enviado un correo electrónico a este rotativo (tengo predilección por dicho término) en el que asegura que estos roedores “salen como cucarachas”. “Están a sus anchas, sobre todo cuando oscurece y aparecen por la Plaza de los Curtidores”, refleja en el escrito, en el que describe las nefastas consecuencias de una presencia tan desagradable. “Hace más de un mes entró en el bar una cuando estaba lleno de clientes. Tuvimos que cerrar de inmediato, por lo que perdimos la venta de esa noche. Al día siguiente llamamos a una empresa para que la sacara del negocio, lo que también supuso la pérdida del desayuno y 200 euros que nos costó la broma”. La pesadilla no acaba: “La semana pasada se coló otra. Gracias a la eficacia de un camarero, salió corriendo y se metió en la alcantarilla”.

"Control de roedores"

Cartel que advierte de labores de "control de roedores". / Redacción Sevilla

Su presencia es más que evidente en una ciudad en la que algunas zonas ajardinadas han aparecido esta semana valladas ante las labores de “control de roedores”, para lo que se emplea un tipo de veneno ante el que hay que extremar toda precaución. Uno de estos enclaves es la Plaza de la Magdalena, espacio peatonalizado en tiempos socialistas, pero con una saturación de vehículos aparcados que (paradojas de la vida) la hacen intransitable.

La proliferación de ratas no agrada a ningún gobierno local. Se lo pueden preguntar al mismo PSOE cuando el PP llenaba las redes de vídeos de roedores que campaban a sus anchas en la Plaza Nueva y la Puerta de Jerez. Tampoco es ahora plato de gusto para José Luis Sanz, que allá por mayo prometió darnos el mandato más pulcro de la historia. Cuando las ratas, además, se cuelan en los colegios, el enojo sube de tono. Comprensible el enfado y más que previsible la reacción. No hay regidor que al tomar el bastón de mando no se haya quejado del abandono de los centros educativos y prometa un plan de actuación con cifras abultadas. Lo vimos con Monteseirín, Zoido, Espadas, Muñoz y ahora con Sanz. Es un guion que conocen de sobra los sevillanos y, especialmente, las familias con hijos en edad escolar, bastante escépticas ante palabras que nunca han salido del papel. Eso sí, siempre se puede culpar a un niño por coger una rata. A ver si, con ésas, suena la flauta de Hamelin.

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