Temblores, desesperación y un oasis de humanidad

Raquel Revuelta en Indonesia

La modelo sevillana cuenta cómo vivió el terremoto de Indonesia.

Raquel Revuelta, en una de las fotos de su viaje por Indonesia. / Raquelrevueltaoficial
Daniel Peña Roldán

10 de agosto 2018 - 19:10

"Crujidos. Algo se acerca. Chasquidos como latigazos, algo indescriptible. Está sobre nosotros. Todo a oscuras. No te lo puedes creer, no puede estar pasando".

Podría ser el inicio de una película, sin embargo, es real. Es el comienzo del relato de la modelo Raquel Revuelta sobre su experiencia durante el terremoto en Indonesia. Unos momentos en los que sólo sintió "terror e indefensión" y en los que lo único que pudo hacer fue tirarse en la cama y tratar de protegerse con una almohada. "Quería meterme debajo, pero sólo pude tirarme encima", comenta. Tras eso, el caos.

Ahora, de vuelta "sana y salva" en España, Raquel siente la necesidad de contar lo sucedido para "concienciar sobre el drama que está viviendo mucha gente".

Todo ocurrió durante los días que pasaba la modelo en varias de las islas paradisíacas que emergen entre las aguas del Pacífico. Un océano cuyo nombre no hace honor a la continua actividad volcánica que amenaza constantemente a lo largo del anillo de fuego que lo rodea.

Tras vivir el terremoto, Raquel Revuelta quiere concienciar a la población para lograr ayudar a los afectados

Después de pasar unos "muy ajetreados" días de diversión, turismo y paseos en moto junto a su marido, las tres últimas jornadas las tenían planeadas para descansar en Lombok. La tarde del domingo volvieron sobre las 16:00 al resort en el que se hospedaban, disfrutaron de un masaje en torno a las 18:00 y fueron a la habitación. "Estaba tomando una ducha, y nada más salir, envuelta en una toalla empezó todo". Ella se tiró en la "cama protegiéndose con una almohada", no pudo resguardarse debajo. Su marido, Luis, salió a la terraza, y recibió "golpes de cascotes que caían". Afortunadamente sólo sufrió heridas leves.

Tras el temblor, todo se quedó a oscuras. "Vámonos, fuera, fuera", fue la primera reacción. Entre la incertidumbre de la oscuridad, sin saber donde pisaban, consiguieron "salir a la calle" y encontrarse con el resto de clientes del hotel. El caos seguía. Los trabajadores del hotel salían despavoridos en sus "motillos". "Lo sentimos, pero tenemos que buscar a nuestras familias", recuerda la modelo que decían. Y es que, en momentos de desesperación, en lo primero que se piensa es en los seres queridos.

A la carrera hacia una colina

Se escuchaban gritos de "big wave". El temor a un tsunami les hizo correr hasta una colina a través de una carretera flanqueada por tendidos eléctricos que amenazaban con caer. Los instantes siguientes se sucedieron entre "escenas de pánico, madres aterradas y habitantes locales en sus motos gritando desesperados".

Finalmente, encontraron refugio en torno a una hoguera rodeada de lugareños. Pasaron la noche con ellos entre fuertes réplicas y muestras de solidaridad por parte de gente que les ofrecía "agua y una especie de pan de arroz". Entre el desastre suele aparecer lo mejor del ser humano. En esos momentos de miedo, sobre sus cabezas lucía un "precioso" cielo estrellado. "Nunca había visto tantas estrellas fugaces" asegura Raquel. Un oasis en medio del caos.

Una vez pasado el horror de la noche decidieron volver al hotel. Al llegar, el cartel de "Bienvenida" totalmente destrozado anunciaba lo que esperaba dentro. El alojamiento estaba "ruinoso". Pese a las advertencias del propietario de no entrar, Luis decidió subir a la habitación a "coger los pasaportes y algunas pertenencias". En ese momento, otra réplica. De nuevo, gritos de "big wave" y huida hacia las lomas de un campo de golf.

El mánager del hotel consiguió tres coches para organizar la evacuación, dando prioridad a las familias con niños. La evacuación "no fue la esperada". Tras recorrer "cuatro o cinco kilómetros" encontraron el punto donde se coordinaba la evacuación. Las situaciones extremas también sacan lo peor del ser humano. Allí, un militar, junto a algunos lugareños con coches particulares, sacaba partida de la tragedia exigiendo dos millones de rupias (el equivalente a unos 120 euros actualmente) para ser evacuados. La empresaria sevillana y su marido vieron como "sacaban a empujones a una mujer china y su hija de un coche" al no tener dinero suficiente.

"Encontrarse con españoles sirvió como terapia"

En un coche conducido por un habitante local que viajaba "con sus tres hijos en el asiento del copiloto" pudieron ir hacia el aeropuerto. En total, dos horas y media atravesando la costa de Mataram mientras observaban el horror provocado los seísmos.

Al fin llegaron al aeropuerto, aunque la imagen no mejoraba. Todo estaba "lleno de personas por los suelos, desesperados". "No había nadie de la embajada, nadie llamó", afirma Raquel, que se siente "profundamente decepcionada con los diplomáticos españoles en el país". Y es que con "unos 200 españoles" atrapados en la isla, asegura que "debería haber un protocolo establecido".

El hecho de encontrarse con otros españoles "sirvió como terapia" antes de coger finalmente el vuelo de vuelta que tenían programado para la madrugada del martes. Una vuelta agridulce ya que, pese a sentirse feliz por poder reencontrarse con sus hijos y su familia, sentía que dejaron allí a "mucha gente en una situación lamentable".

Tras lo sucedido, Raquel decidió contar su experiencia para "lograr una mayor concienciación" y encontrar alguna forma segura de enviar ayuda a los afectados, pese a que Cruz Roja está realizando una gran labor, no es posible enviar ayuda de forma directa.

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