“Las raíces y profundidad que expresa el flamenco son extraordinarias”
Contenido ofrecido por Universidad Pablo de Olavide
La cantaora Carmen Linares inauguró ayer el curso sobre La mujer en el flamenco
La sede de la Universaidad Pablo de Olavide en Carmona acogió el curso sobre Aportación y visibilidad de la mujer en el flamenco. Formación complementaria que tuvo como invitada a la cantaora de flamenco y medalla de oro de Bellas Artes, Carmen Linares.
La artista aseguró que el cante flamenco ha contado con grandes referentes como Chacón, Pastora, Mairena, Fosforito, Matrona y Varea y que gracias a ellos, el flamenco es “una de las mejores músicas del mundo, y tiene unas raíces y una profundidad extraordinarias”. En esta conferencia inaugural titulada Carmen Linares: cante de mujer, voz de su tiempo, dentro de la programación de la XVII edición de los cursos de verano de la Universidad Pablo de Olavide, la jiennense contó que desde niña fue una apasionada de lo jondo y que sus primeros recuerdos son de Linares, de cuando cantaba todo lo que escuchaba en la radio, acompañada por su padre, que tocaba la bajañí como aficionado. Su familia la llevó a Madrid en 1965, donde conoció a artistas como Pepe Matrona, Juan Varea, Rafael Romero o Fosforito. Ahí es donde realmente se dio cuenta de que quería dedicarse a su mayor pasión: el cante.
Tras ello, comenzó su andadura profesional en las compañías de baile de Paco Romero y Carmen Mora, mientras que su estreno discográfico sería en 1970. En Madrid también compartió escenario con jóvenes talentos como Camarón, Enrique Morente y los hermanos Pepe y Juan Habichuela. Su familia, su principal apoyo, la animó a seguir este camino “porque mi padre era un gran aficionado y estaba muy orgulloso de que a su hija le gustara el flamenco. Siempre me insufló ánimos y me ayudó en todo cuanto pudo”, recordó.
Chacón, Pastora, Mairena, Fosforito, Matrona, Varea... han sido sus máximos referentes, “son artistas también de mi generación con los que he trabajado y aprendido muchísimo”. Rememoró conversaciones con Pepe de la Matrona, “que era un sabio”, y con Varea, al que tuvo la suerte de conocerlo, al igual que a Rafael Romero. “Mi generación conocía la pureza del flamenco, pero no tuvimos miedo en ser más libres, especialmente con la sonanta de Paco de Lucía y Manolo Sanlúcar, que abrieron nuevas puertas al cante. Hay que tener raíces que arraiguen y alas para volar”, declaró la cantaora.
La andaluza fue una de las primeras artistas flamencas que, invitada por la Orquesta Filarmónica de Nueva York, actuó en el Lincoln Center y junto a directores como Frühbech de Burgos, Josep Pons y Leo Brower se presentó cantando El amor brujo y La vida breve en míticos teatros como el Colón de Buenos Aires. Sobre las tablas, Carmen comentó que todo se transforma porque “se vive un momento mágico, y es algo impagable. Se produce esa conexión con el público donde me vacío cantando y siento cómo me realizo absolutamente. Estar sobre un escenario es algo muy especial”.
Para finalizar, quiso dar las gracias al flamenco, “algo muy importante en mi vida que merece estar en primer lugar; porque me ha dado siempre mucho”.
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