La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Más allá de la voz de la Laura Gallego
Sevilla cuenta con una sede de la Comandancia de Marina y una Jefatura Provincial de Costas. Y hay quien se pregunta: ¿dónde está la playa? No hay arenales, sombrillas ni chiringuitos, pero sí una extensa ribera, una franja que se considera costera porque los márgenes del río son sensibles al efecto de las mareas.
El Atlántico penetra hasta Sevilla capital y fluye, más arriba, hasta la presa de Alcalá del Río, recorriendo casi 90 kilómetros de un cauce histórico por el que navegaron galeones y carabelas cuando Sevilla fue puerto y puerta de Indias y que albergó surgideros que fueron testigos de la hazaña de Magallanes y Elcano. De hecho, las crónicas de Pigafetta que relataron esa primera vuelta al mundo atestiguan los obstáculos que la flota tenía que sortear con la ayuda de prácticos a la altura de Giovanni d’Alfarax (San Juan de Aznalfarache), en referencia a dos pilares de lo que fue un puente que atravesaba el río y permitía llegar a Sevilla por tierra.
El documento de 1519 sirve al Club Náutico de San Juan para reivindicar el pasado marinero de “un municipio que surge de la ciudad de Osset, asentamiento tartésico, y que sólo durante 70 años de su historia no ha sido puerto”, comenta el arquitecto y urbanista Gonzalo Díaz Recasens. Él es vecino de la otra orilla pero forma parte de un colectivo independiente, también con socios locales, dispuesto a devolver al pueblo de San Juan su relación con el río. Para ello se ha fundado precisamente el citado club, una herramienta en su estrategia para lograr que se recuperen las infraestructuras náuticas y aumentar así el atractivo y oportunidades de un municipio que también cuenta con un pasado industrial mucho más reciente.
Un territorio al que primero las cortas y luego las autovías del 92 dejaron aislado y que requiere unidad y un serio impulso para salir de la crisis y las tasas de desempleo. Todo ello a pesar de situarse en un enclave privilegiado por su cercanía a la capital y la existencia de infraestructuras como el Metro y el carril bici recuperado gracias a la construcción de la pasarela ciclopeatonal de Tablada, una reivindicación que ya es una realidad gracias al empeño de una plataforma en la que participó activamente Txiqui López.
Este diseñador y artista plástico, uno de los impulsores del proyecto, muestra los bocetos del pantalán que persiguen mientras observa desde el paseo del río la estructura que poco después de ser instalada, hace una década, se salió de los pilotes y quedó a la deriva. Fue rescatada pero sigue impracticable, lo que hace imposible que las embarcaciones se acerquen hasta San Juan. “Necesitaríamos una instalación como la inaugurada hace poco en Sanlúcar de Guadiana, un pueblo de Huelva de sólo 410 habitantes, 50 veces menos población que San Juan”, apunta López como argumento para reclamar este mismo trato ante las administraciones públicas.
Coincide con Miguel Hernández, experto en socorrismo y otro de los defensores de esta iniciativa ciudadana que implica a profesionales de diversos ámbitos y hasta al Greenwich Yatch Club de Londres, que les ha prestado asesoramiento. Éste apunta algo más: un problema de seguridad que impide que se puedan practicar con tranquilidad deportes náuticos en esta orilla del río navegable. Por ello, está organizando una jornada de rescate en espacios naturales prevista en breve.
“Además, hay que tener conciencia del estado de colmatación del cauce a fin de exigir que sea adecuado para evitar posibles inundaciones en las riadas que se producen periódicamente y con relativa asiduidad en esta zona del estuario”, apunta Hernández.
San Juan no era el único fondeadero importante en el río. Ya en el siglo XVI, y gran parte del XVII, en esta vía internacional se situaban surgideros como Sanlúcar, Bonanza, Las Horcadas, El Borrego, El Puntal, Coria y el muelle de Las Muelas o Camaroneros , ya en Sevilla, según se recuerda en artículos del historiador Francisco Morales Padrón.
El municipio ribereño sevillano que mantiene una mayor conciencia de su pasado náutico es Coria del Río, que incluso conserva el apellido de marítimo en el paseo que discurre junto al Guadalquivir. Su alcalde, Modesto González, lidera en esta comarca marinera una serie de iniciativas para desarrollar este potencial que tiene el río. Más ahora, cuando se necesitan proyectos locomotora para salir de la crisis. De entrada ha solicitado ya a la Junta la ampliación del pantalán que existe desde hace una década junto al monumento dedicado al embajador Hasekura Tsunenaga.
La gran sedimentación que se acumula en el fondo del río ha dejado impracticable el pantalán, pues la falta de calado impide también a las embarcaciones acercarse, menos con marea baja. Como remedio han planteado la extensión del embarcadero hasta la canal del río, un proyecto presentado al Gobierno andaluz y a Costas que incluso está ya publicado en el BOJA, que está en fase de información pública. El Ayuntamiento quiere acometerlo con fondos propios antes de que acabe el año y para ello requiere de 85.000 euros que confía en obtener de remanentes de tesorería.
Pero el plan es mucho más amplio, pues se persigue que haya más puntos de atraque en la ribera para que, además de los barcos de los albureros, lleguen también embarcaciones de recreo. Y todo esto es algo que forma parte de una estrategia más ambiciosa que requiere de la implicación de más municipios, administraciones públicas y entidades privadas. “Hay algo fundamental, saber hacia dónde vamos: si queremos una autopista o un espacio sostenible en el río”, apunta González.
Uno de los atractivos que este tramo del río donde se quieren recuperar los fondeaderos es su valor ambiental. El pantalán de San Juan se ubica frente al monumento Natural de Tablada y en un entorno que cuenta con elementos patrimoniales poco explotados, desde un castillo a vestigios de los tartessos y mucho material con valor etnográfico que ayudará a reivindicar esta historia.
De hecho, Coria del Río ha planteado ya un centro de interpretación del Guadalquivir, que no sólo será un museo sobre oficios perdidos y una cultura vinculada al río, pues la intención es que sea un centro para ayudar a empresas innovadoras. El coste es de 600.000 euros y aún se esta sopesando si se puede asumir con fondos propios o privados. Pero el objetivo final es recuperar el estuario mediante un plan que supone cambiar el modelo actual de gestión del río y que permita la vuelta de los frezaderos que el Guadalquivir ha tenido siempre. “La contaminación que había hace un par de años ya no existe, pero sí mucha turbidez que hace que se estén perdiendo muchas especies; hay que actuar río arriba para reducir esa sedimentación que llega de los cultivos”, advierte el alcalde coriano, que defiende que el río sea, por encima de todo, un ecosistema sostenible. Y ésta es una tarea que requiere de la implicación de varias administraciones: desde ayuntamientos a la Confederación del Guadalquivir o el Ministerio de Transición Ecológica, pues se necesitaría un proyecto de 200 millones de euros para echar a andar. De momento, Coria del Río ha alzado la voz y ha transmitido incluso esta iniciativa a la Unión Europea con el propósito de optar a fondos de recuperación Next Generation.
No es el único proyecto que ha promovido ante Bruselas. También lidera el antes citado Metrorrío, una propuesta de transporte fluvial para unir los municipios del Aljarafe con la capital y acabar con los atascos y los problemas de aislamiento del área metropolitana que ha patentado el informático Agustín Javier Salas, especialista en sistemas de control. La clave de este sistema es la alta frecuencia y capacidad que hace que compita con el Metro y con una mayor rentabilidad y sostenibilidad.
La plataforma agrupada en el Club Náutico de San Juan defiende también un sistema de movilidad propio: una línea costera metropolitana, un eje vertebrador norte-sur de transporte público, con ligeras embarcaciones eléctricas alimentadas por un pionero sistema de hidrógeno autogenerado gracias a la corriente mareal y fotovoltaica, que recorrieran los algo más de 30 kilómetros, distancia que separa las poblaciones de La Puebla del Río y Alcalá del Río, dando servicio y conectando las infrautilizadas estaciones de Cercanías de Cartuja y Estadio, además de las poblaciones de Alcalá del Río, La Algaba o La Rinconada, conectándolas e incrementando la figura de intercambiador de la Estación de Metro de San Juan Bajo.
El debate en los municipios ribereños está planteado. Mientras tanto, en Coria del Río se están ejecutando unas obras de mejora del paseo marítimo y toda la margen que cuentan con una inversión de 400.000 euros y que darán esplendor a esa fachada del pueblo. Y en Gelves, el único municipio de la comarca que cuenta con un puerto que permite salir desde Sevilla al mar sin pasar por la esclusa, resurge tras salir del concurso de acreedores que presentó en 2015 con nuevos proyectos. Ahora el Ayuntamiento trabaja en un proyecto para crear un hotel náutico en la zona.
Y río abajo, en Isla Mínima se mantiene impecable un pantalán construido en 2010 y diseñado para embarcaciones o cruceros turísticos con un presupuesto de 830.000 euros cofinanciados por la Diputación y la Junta. El objetivo era fomentar el turismo en las marismas del Bajo Guadalquivir y el resultado son los 5.000 turistas que pasaron sólo en 2019 por estas instalaciones tras embarcar en el crucero La Belle de Cadix de CroisiEurop y descubrir un entorno de película al que, después de la pandemia, los ayuntamientos se han decidido a dejar de darle la espalda. Todos coinciden en que es la hora de ponerse de cara para recuperar algo de ese pasado histórico que situó a estos municipios en el mapa del mundo y, de paso, dotar a Sevilla de un puerto abierto. Como dicen los impulsores del proyecto de San Juan de Aznalfarache, “sin más excusas ni esclusas”.
Sevilla capital también proyecta nuevos espacios para embarcaciones de recreo en el Puerto. Dentro de lo que será el nuevo distrito urbano-portuario, la Autoridad Portuaria prevé la creación de una marina con el traslado de los cruceros hacia Tablada. Habrá nuevos pantalanes bajo el Puente de las Delicias. Actualmente, hay atraques privados en los clubes Mercantil y Náutico y pantalanes gestionados por Turismo de Sevilla en el Muelle de Nueva York o el extremo sur del Muelle de las Delicias. Los barcos de más de 24 metros de eslora van a las Delicias, a un punto para atraques de corta estancia.
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