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Un proyecto imposible

Urbanismo sabía desde mayo de 2007 que el Parasol no podía construirse · El Ayuntamiento ha ocultado durante dos años y nueve meses que el proyecto era inviable · El arquitecto diseñó la estructura sin testarla

Carlos Mármol

10 de febrero 2010 - 05:03

El Parasol de la plaza de la Encarnación es una obra imposible de construir. Lo era ya en 2005, cuando su ejecución se encargó a la empresa Sacyr solamente con un proyecto básico, sin que el arquitecto hubiera desarrollado ni testado suficientemente su arriesgada propuesta técnica. Y lo ha sido, al menos, hasta el mes de enero de 2009. Un larguísimo periodo de incertidumbre -que en realidad no se ha llegado a despejar del todo- que comienza, o sobre el que puede hablarse a partir de la existencia cierta de documentos, en el mes de mayo de 2007, apenas treinta días antes de que expirase el primer plazo oficial de construcción del nuevo complejo comercial, que evidentemente nunca llegó a cumplirse.

En esa fecha la empresa de ingeniería Ove Arup, una de las más prestigiosas del mundo, encargada de asesorar en los trabajos de construcción a la concesionaria y al arquitecto, el berlinés Jürgen Mayer, redactó un informe técnico y lo envió a la Gerencia de Urbanismo. En dicho documento sus expertos concluían e informaban oficialmente a los responsables municipales, impulsores del complejo comercial, que la construcción de la complejísima "estructura" del Parasol, tal y como estaba "concebida" no era "realizable".

El concejal de Urbanismo, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, no reconoció hasta finales del pasado mes de enero -dos años y nueve meses después de la emisión de este informe- que las setas se adjudicaron a sabiendas de que no existía la tecnología necesaria para garantizar tanto su construcción como -a posteriori- su seguridad. Tratándose de una gigantesca pieza de madera suspendida en el aire sobre un importante enclave urbano, y cuyo peso estimado superará las 2.000 toneladas, tal afirmación no es baladí.

Celis, sin embargo, no ha dado más detalles. Nada raro, por otra parte. La verdadera situación del Parasol era materia de alto secreto dentro del ejecutivo local desde 2007. La causa de tanta reserva es comprensible si se tiene en cuenta que el gobierno municipal (PSOE e IU) ya sabía entonces por distintos informes técnicos que el jardín en el que se había metido al licitar el Parasol sin suficientes garantías arquitectónicas no era precisamente un bosque despejado. Más bien todo lo contrario.

Lo llamativo es que ambos partidos políticos han sido capaces de mantener bajo un manto de oscuridad tal circunstancia durante casi tres años. En este tiempo dejaron que la obra continuara adelante en sus aspectos secundarios -el mercado, la plaza elevada, la reurbanización- con la discreta intención de ganar tiempo, cosa que, al final, no han conseguido del todo. El Parasol tiene ya un sobrecoste real de 25,8 millones de euros -oficialmente el Consistorio sólo ha admitido la cifra de 18 millones, que es el dinero de urgencia que se entregará a Sacyr a corto plazo para continuar los trabajos; el resto lo ha ocultado a los ciudadanos- y ha incumplido hasta cuatro fechas distintas de terminación. La obra, de hecho, cuyo coste global para las arcas públicas supera los 110 millones de euros, ha dejado de tener calendario de ejecución. Ésta es la única fórmula que se le ha ocurrido al gobierno local para no correr más riesgos al dar otro plazo de terminación. Muerto el perro, se acabó la rabia.

Los informes técnicos que demuestran los escasos mimbres con los que se licitó y se han ido sacando adelante en estos casi tres años las obras del Parasol, a los que ha tenido acceso este periódico, narran con todo lujo de detalles el proceso seguido por los políticos municipales para continuar con las obras sin tener que decir ni una palabra de la situación real.

Su lectura arroja además un dato sorprendente: hasta un año después de haber contratado a Sacyr y al arquitecto no comenzó la redacción del proyecto de ejecución, el documento clave para comprobar la viabilidad de cualquier obra. En ese momento la Encarnación ya había sido objeto de un contrato de concesión privada -de hasta 40 años de duración- y se había acordado incluso autorizar una subvención a fondo perdido de 25 millones de euros para que las cuentas le cuadrasen a Sacyr. La rentabilidad que esperaba obtener la empresa con el Parasol era de un 8%. Sin embargo, nadie comprobó en ese momento que el diseño de la cubierta concebida en solitario por Jürgen Mayer era realmente viable. Un error incomprensible.

La primera prueba documental de la situación se produce en mayo de 2007. En esa fecha, como ya se ha explicado, es la ingeniería Ove Arup, asistente de Mayer, que ya acompañó al arquitecto cuando se presentó al concurso de ideas, quien emite un informe donde se concluye: "La estructura del proyecto, tal y como está concebida, no es realizable". Las luces de alarma se encendieron en el Ayuntamiento. Pero sólo de puertas para adentro. Nadie dijo una palabra en público. El frente técnico del Parasol comenzaba a hacer aguas. A quebrarse de forma silenciosa.

Por otro lado discurría el conflicto económico. Cuando hace sólo unas semanas Celis anunció la aprobación de un segundo modificado del proyecto sólo menciona una cifra -18 millones de euros- que apenas supone una parte del sobrecoste total. Tampoco fija en el tiempo la fecha exacta en la que el Consistorio supo que la estructura no era técnicamente viable. Se limita a contestar: "Cuando se tomó la decisión, se creía posible hacer el Parasol". El informe de Ove Arup desmiente esta versión: la certeza de la inviabilidad de las setas está contrastada desde el mes de mayo de 2007. El gobierno local optó por guardar silencio.

El escenario que se abre a partir de este momento es kafkiano. Urbanismo reclama a los técnicos que encuentren una solución urgente. La empresa de ingeniería sólo acierta a plantear dos alternativas. La primera consistía en introducir en el diseño original de Mayer -incorrecto- "vigas de madera más potentes", así como reforzar las uniones entre las diferentes lamas de madera. Ambos cambios incrementaban el peso total del Parasol. Hasta el punto de que se descarta. La razón no es otra que la cimentación existente en el solar -realizada antes de que Sacyr se hiciera cargo de la obra- no era capaz de aguantar el incremento de peso. Se da la circunstancia de que dicha obra, ejecutada por Martín Casillas y Ficoán, los anteriores concesionarios, por 5,3 millones de euros, se hizo para el peso del Parasol calculado en el proyecto básico. Los cambios introducidos por Ove Arup hacían imposible no dañarla. La responsabilidad no es achacable a las citadas empresas, que se limitaron a construir lo que se les ordenó. Jurídicamente hablando, todos los senderos conducen al arquitecto. Efectivamente: Mayer se encargó de la dirección de las obras de urgencia y de diseñar la cimentación. En esta tarea se destruyeron, con permiso oficial de la Junta, un 10 por ciento de los restos arqueológicos encontrados. La opción de reforzar o construir una nueva cimentación implicaba un destrozo aún mayor. La idea se rechazó.

La segunda alternativa ofrecida por Ove Arup consistía en modificar la estructura del Parasol para construirlo con un armazón de madera pretensada. El arquitecto se inclinó por esta variante, cuyo desarrollo requería un año de estudio. Desde junio de 2007, cuando la obra debía ya de haber concluido, hasta septiembre de 2008, se trabajó en esta opción. Al final tuvo también que descartarse: el peso final de la estructura excedía "las capacidades de la cimentación existente". No era el único problema: el Parasol agotaba en ciertas zonas la capacidad de resistencia de la madera. Dicho de forma más simple: el 25% de la cubierta no se aguantaba.

El callejón no tenía salida: las uniones entre las piezas de la estructura no soportaban las diferentes presiones. Si se optaba por reforzar estos nudos, que era lo lógico, el peso global impedía apoyar el Parasol en la cimentación existente. No había solución. Hasta enero de 2009 las setas no tuvieron porvenir. Oficialmente, sin embargo, la obra seguía adelante como si nada pasase. Nadie del gobierno local dijo nada. Continuar con los trabajos multiplicó los gastos, cuyo sobrecoste real -como desveló ayer este diario- asciende ya a 25,8 millones de euros, ocho más de la cifra admitida por Urbanismo.

La empresa de ingeniería salió del laberinto en enero de 2009. Ahora propone que se encolen las uniones de las diferentes piezas del Parasol para que la estructura se sostenga sola. Éste es justo el plan que pretende ponerse en práctica a lo largo de este año. Con suerte.

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