"El problema es feo porque el hambre es mala"

En las tiendas y mercados se certifican carencias de frutas, carnes y pescados

Juan Paredes, encargado de La Salmantina, en San Jacinto.
Juan Paredes, encargado de La Salmantina, en San Jacinto.
Francisco Correal

11 de junio 2008 - 05:03

En los veinte años que lleva con la frutería en el centro, es la primera vez que Isa se queda sin tomates. Antonio, su hermano, como ella de San José de la Rinconada, estaba a las cuatro de la mañana en Mercasevilla. "Dijeron que me dejarían entrar, pero que no podría salir". En tiempos en los que la preposición sin se convirtió en un lujo de la sociedad del bienestar, la huelga del transporte ha devuelto el monosílabo del lugar de las querencias al de las carencias.

"Si esto dura quince días, vamos a tener problemas". Juan Paredes es el encargado de La Salmantina. El único que no nació en los dos pueblos de Salamanca de referencia en este clásico de la calle San Jacinto, Ledrada y Guijuelo, donde está la fábrica.

"Sin barcos, sin camiones y con las lonjas paradas, el único pescado que queda es el congelado y las sobras del fin de semana", dice Manuel Loreto en un desolado mercado del Arenal. "El problema es feo porque el hambre es mala". Un cliente sale con su compra de frutas y verduras. "No he venido a abastecerme. Compro lo que necesito. ¡Ni que fuera una guerra nuclear!".

Manuel Figueroa, 25 años, es de la tercera generación de aceituneros. Sus aceitunas son de Pilas. "Voy a montar una autoescuela; esto es muy sacrificado". Manuel Martín Gordillo sirve los últimos filetes de cerdo que le quedan. "Normalmente vienen de Murcia y el matadero de El Pozo no está funcionando. Tengo ternera, mejor para el colesterol". Al puesto de Manuel Llanguas, pollero de Santiponce, no llegan los pollos gallegos de Lugo (Cores) ni los de Arahal, Paradas y Marchena. Tiene conejos de Carmona y huevos de El Viso. "Los tráilers grandes no vienen. Hay carne que traemos del matadero de Sada, en San José de la Rinconada. Al primer camión le hicieron el hostigamiento y los demás se fueron para atrás". Del mercado sale con su carro de la compra Francisco Acosta, sindicalista del proceso 1001. "La huelga es el último escalón", dice quien protagonizó una en los autobuses urbanos en 1967 y otra en 1970 que le costó el despido.

No salió correspondencia ni mensajería de Correos. "Las conducciones de los pueblos son privadas y están paradas", dice un empleado postal. En el Mercadona de la Macarena no hay azúcar; en el de Plaza de Armas apenas queda género en el almacén. Se cortó el tránsito desde Cheste (Valencia) al centro logístico de Huévar. "Es catastrófico", dice un trabajador, "parece como si la gente se fuera a quedar sin comida". Ángel está a punto de quedarse sin cerveza en la tienda de la puerta de Goles que abrió el abuelo de su mujer. "Dicen que hay piquetes en la Cruzcampo".

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