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El príncipe Naruhito 'conquista' Coria del Río 400 años después

El heredero de la Casa Imperial nipona plantó un cerezo, acudió a un colegio y saludó a cientos de vecinos en la visita más emotiva de las programadas por el Año Dual España-Japón.

El príncipe Naruhito observa al niño Rafael Infante lanzar una paloma, como símbolo de paz, junto a la estatua de Hasekura Tsunenaga y el cerezo.
Trinidad Perdiguero

15 de junio 2013 - 05:03

"Me siento orgullosa de descender de ellos: son trabajadores y educados", defendía Salvadora Japón Mellado, de 84 años, en el parque Carlos de Mesa, minutos antes de la visita que puso ayer a Coria del Río patas arriba: la del príncipe Naruhito, la máxima autoridad que se ve en el municipio en siglos. "Ni un Domingo de Resurrección, el día más grande en Coria, se pone esto así", añadía su prima, otra Salvadora, pero Palma Japón.

Según explicó Juan Francisco Japón Carvajal, presidente la Asociación Hispano Japonesa Hasekura Tsunenaga -que fundó su tío Virginio, el que convirtió en Historia lo que se creía una leyenda legada de padres a hijos-, la iniciativa de visitar Coria fue de la propia Casa Imperial. Le llamaron hace meses porque querían ir al colegio Vicente Neria, en el que imparte clases de inglés, y al centro cultural hispano-japonés, en el viaje por el año Dual España-Japón, que conmemora los 400 años de relaciones diplomáticas que se iniciaron con la Expedición Keicho. Es esa misma de la que unos diez integrantes decidieron no volver y quedarse en Coria, dando origen a un apellido con marchamo. No hay lugar al que vayan los 700 vecinos que lo llevan en el que no se dé por hecho de dónde son. Ahora se ha anunciado un estudio de ADN.

Antes de que llegara Naruhito, una representante de la Embajada advertía: no se le debe saludar, ni hablarle si él no lo hace antes. Nadie lo hubiera dicho por lo que pasó en las calles que recorrió a pie. Sonriente, relajado en apariencia, no paró de saludar, de dirigirse en español a los escolares que blandían banderas de España y Japón, dibujos de dragones. El único obsequio que cogió (no los acepta por norma) fue el pañuelo del grupo de scouts Tsunenaga. Naruhito había iniciado una jornada maratoniana con un paseo por el río, entre Sevilla y Triana, en el que se le vio cámara en ristre. Iba sin corbata. Protocolo avisó de que quería ir de ese modo y la comitiva lo agradeció.

Ante la estatua de Tsunenaga atendió las explicaciones de Juanfra Japón sobre la importancia del Guadalquivir y plantó un cerezo. En Japón su floración se celebra como una fiesta. Es el primero de otros que una asociación de agencias de viajes donará para que los planten sus compatriotas. Ya visitan Coria 3.000 japoneses al año. Llegan en autobús, hacen fotos y se van. "Hay tiendas de chinos, ninguna de esta historia", se lamentaba Antonio, incapaz de pronunciar Tsunenaga. El idioma como barrera y estímulo. A Coria acudieron estudiantes de japonés -pusieron pancartas de bienvenida- y turistas ex profeso. En un pueblo atenazado como tantos por la crisis se ha visto la visita -20 periodistas del país acreditados- como una oportunidad de convertir en fuente de ingresos un vínculo exótico, que tal vez por la lejanía, por su localismo y por serlo con un país que simboliza desarrollo, gusta cultivar en una tierra hecha, paradójicamente, a base de eso: de navegantes de otras tierras que se van quedando.

Un niño de ocho años, Rafa Infante, "colombófilo", soltó una paloma ante Naruhito y un grupo de veteranos Japones como testigos de excepción, como las dos Salvadoras (que recordaban cómo acogieron en sus casas a jóvenes niponas de las que se despidieron llorando en un intercambio que organizó Virginio, presente in memóriam); o como Antonio Japón Japón (decía tener en la calle Río de Oro de Gijón un hermano que sacó ojos rasgados) y su mujer Dolores López Japón, de 74 años; también el árbitro de fútbol José Japón Sevilla; y el rector de la Universidad Internacional de Andalucía, Juan Manuel Suárez Japón.

En el cercano bar Los Patitos había flores de papel blancas y rojas y carteles que anunciaban albures en adobo, el plato con el que Coria se alejó del crudo shushi del país de sus anhelos. Naruhito no lo probó. Solo bebió agua tras firmar en el libro de honor del Ayuntamiento, según Modesto González, un alcalde "impresionado" por su respuesta. Y aún quedaban momentos llamativos -se interesó por fotos antiguas y las imágenes de la Virgen del Rocío por doquier- y emocionantes. Dicen que miembros de su séquito contuvieron lágrimas cuando en el colegio -la prensa no pudo entrar, sólo gráficos- un coro le cantó una canción en japonés que aludía a que su país saldrá fortalecido cuando se recupere del tsunami: "Las flores florecerán...", decía la letra, tan oportuna también ante este otro desaliento cercano por los recortes y el desempleo.

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