En primera línea europea frente al ictus
Neurología
El neurólogo del Virgen del Rocío, Francisco Moniche, alcanza la excelencia en la atención de esta enfermedad cerebrovascular, que es la primera causa de mortalidad en mujeres en España y la segunda en hombres
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Cuando el doctor Francisco Moniche decidió que quería ser médico, su entorno, lo acogió "con mucha alegría". De familia sin tradición sanitaria, sólo su hermana es enfermera, la vocación le veía de largo. "Había decidido que quería hacer Medicina muchos antes de empezar la carrera y mi familia estaba encantada pese a no haber mucha escuela sanitaria en casa como sí ocurría con otros compañeros que quisieron seguir la senda familiar", afirma.
"Cuando empecé a estudiar y descubrí la neurología, rápidamente supe que era lo que quería ser. Me apasiona el cerebro y cómo cambia con determinadas enfermedades, que se pueden revertir milagrosamente con los tratamientos, así que no me lo pensé. Hoy en día me sigue apasionando esta especialidad", apostilla.
Pese a esa pasión, no fueron fáciles sus inicios. "De la neurología se tenía entonces la idea de que hacía unos diagnósticos muy buenos y ponía nombre a enfermedades muy raras, pero el resto de médicos le prestaban poca atención porque, es cierto, con esas enfermedades poco se podía hacer. Al principio de la residencia me frustraba no poder poner tratamientos a pacientes con ictus, no poder revertir los síntomas. Que ahora podamos hacer todo lo que hacemos es algo que me sigue poniendo el vello de punta", añade.
Moniche es neurólogo en el Hospital Virgen del Rocío desde hace más de 15 años. Antes, hizo la residencia en el Hospital de Valme y había recibido formación en EEUU. "La evolución de la neurología en estos años ha sido enorme para todas las patologías que trata. Nadie pensaba que esto fuera a ser tan rápido. Pero se necesitaba que fuese así: los pacientes que padecen enfermedades neurológicas necesitan mucho de la investigación porque, desgraciadamente, sufren enfermedades muy discapacitantes, muy mortales y con mucho sufrimiento antes de llegar a la muerte", insiste. Aún así, considera el doctor, sigue siendo una especialidad poco conocida en la sociedad. "Creo que hay mucho desconocimiento sobre qué es lo que hacemos los neurólogos a diferencia de lo que sucede con otras especialidades. Esa labor docente hacia la población sigue siendo nuestra asignatura pendiente. Que la población conozca lo que hacemos y las opciones de tratamiento que existen", explica.
Desde hace algunos años, Francisco Moniche es, además, jefe de la Unidad de Ictus y Hospitalización, desde donde hace unas semanas alcanzó su cénit. La Sociedad Europea de Ictus (ESO) y la Iniciativa Angels le han otorgado el premio Espíritu de Excelencia. Un galardón que reconoce "el trabajo de muchos", afirma modesto Francisco Moniche. "Es un honor para mí poder trabajar en equipo. No hay una persona importante, sino un montón de personas importantes y cada una pone su granito de arena. Si no fuera así, esto no funcionaría. Estoy muy orgulloso porque llevamos muchos años tratando de hacer las cosas bien y que a nivel europeo se reconozca cómo hacemos las cosas aquí es lo más", apostilla.
Gracias a la coordinación de un equipo multidisciplinar de especialistas, desde el Virgen del Rocío se atiende a una población de referencia de 2,5 millones de habitantes, a la vez que se mantiene una apuesta por la investigación y el desarrollo de la red de ictus.
Según recoge literalmente la ESO, el reconocimiento al doctor Moniche responde a "su compromiso con la mejora de la atención de la enfermedad cerebrovascular en España". Para el galardonado, los méritos de su equipo pasan por dos claves: efectividad en el manejo de la enfermedad y formación. "Nuestra mayor misión es facilitar la accesibilidad a los tratamientos que eviten la muerte, pero también una discapacidad que inhabilite al paciente de por vida, y hacerlo todo lo más rápido posible. Y en ese sentido, creo que han destacado esa cadena tan bien engrasada que tenemos, que hace que contemos con un número de pacientes tratados muy elevado", sostiene el neurólogo, que destaca, igualmente, la exportación internacional del conocimiento adquirido por su equipo en el Virgen del Rocío como otro de los fundamentos que lo han llevado a la excelencia europea. "Aquí sí puedo decir que es un empeño muy mío en mejorar la formación no sólo a nivel local de nuestra área. Personalmente, he participado mucho en la Iniciativa Angels que es un proyecto destinado a apoyar a la estrategia europea del ictus que trata de mejorar la formación en el manejo de esta enfermedad a nivel internacional y hacen muchos cursos de formación y simulaciones para aumentar conocimientos de médicos y enfermeros que trabajan con esta enfermedad. El exportar nuestros conocimientos a otros sitios creo que es otro de los factores que ha influido en este reconocimiento", sostiene.
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El ictus es la primera causa de mortalidad en mujeres en nuestro país, la segunda en hombres, y la primera causa de discapacidad de ambos. Pero no sólo eso. Siempre se ha tenido la percepción de que era una enfermedad tremendamente ligada a la edad, que le pasaba sobre todo a la gente mayor, y, aunque era una percepción cierta, ya no lo es. "El ictus es una enfermedad dramática. Brusca. Que te hace pasar en un minuto de una vida normal e independiente a otra con alto grado de dependencia. No es sólo el drama de su alta mortalidad, es más duro, tanto para el paciente como para su familia, que sea la principal causa de una discapacidad grave", explica. "¿Por qué ahora más jóvenes? Por desgracia tenemos mucha población con malos hábitos de vida y vemos cada vez más pacientes jóvenes que han desarrollado una hipertensión, obesidad, colesterol o diabetes y eso hace que lo que antes ocurría en edades avanzadas, ahora lo vemos en personas cada vez más jóvenes", lamenta.
No todo es negativo. La ciencia avanza y con ella la atención del ictus ha sufrido una auténtica "revolución". "Lo más positivo en torno al ictus es el avance en su tratamiento. Antes no existían. A día de hoy contamos con medios que posibilitan modificar el curso de la enfermedad y, en algunos casos, revertirla por completo y que el paciente se quede sin síntomas y pueda volver a hacer vida normal. Es clave que la población conozca los síntomas y que hay que acudir rápidamente al hospital para recibir tratamiento", explica.
Además de relacionarse con la edad y los malos hábitos, que son sus principales condicionantes, también existen factores de riesgo que no se pueden prevenir. "Es cierto que existen algunas causas genéticas y hereditarias o patologías que predisponen a ello sin estar asociadas a esos factores de riesgo. Aún así, son un pequeño porcentaje. Podemos decir que nueve de cada diez ictus se podrían evitar con los controles de obesidad, tabaquismo, azúcar, tensión y colesterol, es decir, con dieta sana, ejercicio y cuidados adecuados", abunda.
¿Cuál es el tratamiento cuando se llega al hospital? Una actuación médica rápida es crucial para reducir secuelas tras un ictus. La clave está en restablecer el flujo sanguíneo en la zona del cerebro en la que no circula la sangre. Por ello, los tratamientos van dirigidos a eliminar lo más rápido posible ese trombo que tapa la arteria. "Aquí es donde se dado un cambio tremendo. Hay dos grandes estrategias terapéuticas. Una es intentar deshacer el trombo mediante la administración de un fármaco que se conoce como fármaco fibrinolítico. Se administra por vena e intenta deshacer el coágulo. Es la primera opción. No se puede hacer con todos los pacientes porque tiene algunas contraindicaciones. Puede administrarse dentro de las primeras cuatro horas y media de evolución de los síntomas. Después vamos a la segunda opción: los trombos pueden ser extraídos mediante un procedimiento endovascular, la trombectomía. Introducimos un catéter a través de la ingle y, siguiendo la propia circulación, llegamos hasta el trombo, que está a nivel de una arteria del cerebro, y con una serie de dispositivos extraemos el trombo y restablecemos la circulación", explica.
El doctor Moniche insiste en que las posibilidades de sobrevivir y tener menos secuelas son inversamente proporcionales al tiempo que transcurre desde que una persona comienza a sufrir un ictus hasta que recibe el tratamiento para atajarlo. Por ello, hace hincapié en reconocer estos síntomas (dificultades para hablar o entender, pérdida brusca de fuerza o sensibilidad en una parte del cuerpo o alteraciones de la coordinación o visión), avisar a los equipos de emergencias y hacer un traslado inmediato al centro hospitalario.
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