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El primer puente de Sevilla

Tribuna de opinión

Hoy se cumplen 850 años de la inauguración del puente de barcas sobre el Guadalquivir, ubicado donde está actualmente el de Triana

Puente de barcas. / Museo De América, Madrid. Fotógrafo Joaquín Otero Úbeda.
Marcos Pacheco Morales-Padrón

09 de octubre 2021 - 07:24

Hoy, 9 de octubre de 2021, se cumplen 850 años desde que el antiguo puente de barcas se inauguró, convirtiéndose en la primera y más longeva conexión entre Sevilla y Triana sobre el Guadalquivir.

Durante casi siete siglos esta infraestructura fue testigo de un periodo muy amplio y repleto de acontecimientos históricos, comenzando por el esplendor de la ciudad durante el Imperio almohade (1147-1248) y terminando con la época isabelina (1833-1852).

El cronista andalusí Ibn Sahib al-Salat dice que el puente se empezó a construir el 4 de septiembre de 1171, terminándose en 36 días. Para tal fin, el califa almohade Abu Yaqub Yusuf ordenó talar varias decenas de pinos de Utrera y La Puebla del Río que sirvieran para su construcción. En cuanto a su ubicación, estaba donde hoy se yergue su sustituto: el puente de Triana.

Valga añadir que fue la única conexión entre el arrabal de Triana y Sevilla, propiamente dicho, en casi siete siglos. Su sistema era análogo al de un pantalán, es decir, una serie de naves, trece citan algunas fuentes, amarradas entre sí por gruesas cadenas que, con tablones sobre sus cascos, formaban un paso de 149 metros de longitud. La fragilidad de las embarcaciones ante la ira del al-wadi al-Kabir ocasionó que, en más de una ocasión, el puente soltara sus amarras y navegara río abajo. No era raro encontrarlo varado y podrido en Coria del Río. Sus continuas reparaciones hicieron aumentar la consideración municipal de encontrar un sustituto. Entre los hechos históricos más destacados del mismo, sobresale la ruptura de éste, el 3 de mayo de 1248, por las naves del almirante Ramón de Bonifaz durante el asedio de Isbilya. Esta batalla determinaría la rendición, seis meses después, de la ciudad ante San Fernando.

El porqué a tan dilatada vida operativa tenemos que encontrarla en la escasa técnica de aquella época. A pesar de que había una enorme necesidad, la ingeniería no se encontraba tan avanzada como para permitir levantar un gran puente de piedra. Además, el suelo inestable y limoso, sumado a la fuerte corriente que en ese meandro el río llevaba, impedía una construcción de tal envergadura con los medios del momento. El ejemplo más cercano es el puente de piedra de la antigua Corduba. Los romanos no pudieron en Hispalis, por lo que optaron aguas arriba, donde el río tenía menos fuerza y profundidad. Recientes investigaciones apuntan al carácter provisional del puente de barcas, sobre todo, debido a un posible comercio fluvial entre Sevilla y Córdoba o, al menos, hasta sus inmediaciones, como Peñaflor. Sin embargo, dicha infraestructura, junto con una flotilla de barcas toldadas, se convirtió en la única conexión entre las dos orillas de la ciudad durante 681 años (1171-1852).

De entre el reguero de anécdotas protagonizadas, se cuentan por centenares los ahogamientos en sus inmediaciones, las pinadas procedentes de la sierra de Cazorla que sobre sus tablones impactaron, los golpes de los barcos al maniobrar o ser arrastrados por un vendaval, el hundimiento de sus tablones podridos al paso de manadas de puercos o mientras soportaba mucho peso, los monarcas que, procedentes de la vía de la Plata, cruzaron por él para entrar en la ciudad, etcétera.

Con varios fracasados intentos de por medio (1586 y 1631), la nueva era industrial que en el siglo XIX se abría hizo del hierro el sustituto perfecto de la madera. Fueron dos ingenieros franceses los que se prestaron construir una bellísima estructura metálica que ha quedado totalmente inmersa en la cultura de Sevilla. Hablamos del puente de Triana, la copia, a lo español, del hoy desaparecido puente del Carrousel sobre el río Sena, en París. Mientras éste se construía, el de barcas se trasladó hasta la plaza de toros. Finalmente, y después de siete años de obras, el 21 de febrero de 1852 se inauguró el nuevo puente y, con ello, el arrabal de Triana por fin se convirtió en barrio. A partir de entonces, aparecerá fielmente unido al casco histórico sin temor a permanecer incomunicado en momentos de riadas. Pobre de su sustituto, el de barcas, que unos días antes se clausuró y el 12 se subastó, acabando sus días como leña.

La histórica relación de nuestra ciudad con el río siempre ha sido una constante que llega hasta nuestros días. Sin embargo, el papel de algunos de los agentes más importantes de este maridaje, como son los puentes, aún permanece sin estudiar. Este tipo de infraestructuras fueron creadas por y para el uso de la población o su puerto. Son piezas fundamentales de nuestro patrimonio no solo por su belleza, perdurabilidad, materiales o hechos significativos vividos, sino porque también forman, o han formado, parte de nuestra historia. Poner en valor su pasado, recuperarlos (sea el caso del puente de Alfonso XIII) y funcionalidad es tarea de todos.

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