El cura y los dos presuntos asesinos se conocieron a través de internet
El primer contacto fue en la red y continuó cuando fueron acogidos por el sacerdote en su casa · Los sospechosos colocaron el cuerpo para que pareciera una muerte natural
El sacerdote Ernesto Muñoz López y los dos jóvenes que se encuentran desde el pasado sábado en prisión provisional, imputados por su asesinato, se conocieron a través de la red internet. Fuentes de la investigación explicaron ayer a este periódico que el cura y los jóvenes C. M. D. y J. M. L. D., de 18 y 19 años, tuvieron su primer contacto a través de internet, según se desprende de la declaración que ambos prestaron ante la Policía Nacional.
Lo que no ha trascendido es a través de qué página de la red o chat coincidieron el cura y los dos jóvenes, que residían en localidades de la provincia de Huelva. Continuando con ese encuentro virtual, los dos jóvenes decidieron desplazarse a Sevilla a principios de octubre y fueron acogidos por el presbítero en su apartamento, ubicado en la calle Jesús del Gran Poder.
Los jóvenes llevaban sólo unos días conviviendo con el cura cuando se produjeron los hechos que desembocaron en su trágica muerte. Sobre el móvil del crimen, los presuntos asesinos han declarado que decidieron matar al sacerdote porque éste les amenazó con expulsarles de la casa porque uno de ellos se negó supuestamente a mantener relaciones sexuales.
Según el testimonio prestado por los imputados, asfixiaron a la víctima con un cojín y, a continuación, colocaron el cadáver para que cuando fuese hallado pareciera que su muerte se había debido a causas naturales, como así sucedió en principio. En concreto, los dos sospechosos pusieron el cuerpo del sacerdote con el torso descubierto, con la sábana a media altura.
Además, le colocaron una mano entre las piernas, una postura con la que, según dijeron las mismas fuentes, los presuntos criminales pretendían hacer hincapié en la naturalidad de la muerte, por cuanto esa posición podría asemejar a la forma en la que el sacerdote solía dormir, o al menos, eso es lo que entendían los dos imputados.
Sea como fuere, los dos jóvenes lograron su propósito, al menos, inicialmente, puesto que una vez que se descubrió el cadáver del sacerdote Ernesto Muñoz López, que tenía 65 años, los servicios sanitarios certificaron que la muerte se había producido por causas naturales. El cadáver fue por tanto incinerado, sin que se le practicara una autopsia.
Las mismas fuentes explicaron ayer que el hecho de que el cadáver haya sido incinerado no tiene por qué beneficiar a los dos jóvenes, que están imputados por un delito de homicidio y otro de robo -se llevaron un ordenador portátil, un teléfono y algo de dinero-. Aunque no haya un cadáver del que poder extraer pruebas físicas de una muerte violenta, las fuentes consultadas por este periódico señalaron que hay otros indicios para poder lograr una sentencia condenatoria. Entre estos indicios estarían, en primer lugar, la propia confesión de los jóvenes ante la Policía Nacional, si bien esta declaración no fue ratificada posteriormente en el juzgado de Guardia, donde ambos se acogieron a su derecho a no declarar.
Los investigadores también cuentan con los efectos robados en la casa del sacerdote, que fueron recuperados en poder de los sospechosos, y también está la declaración del testigo al que confesaron el crimen. Con todos estos elementos, entienden las mismas fuentes, hay base suficiente para lograr una condena.
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