La víctima de la violación del parque estaba "totalmente indefensa" ante un "merodeador sexual y misógino"
El acusado, Francisco Morillo Suárez, dice que iba “mareado” por la ingesta de alcohol y cocaína, y reitera que las relaciones fueron consentidas.
Una violación brutal y sin posibilidad de defensa. Así ha definido el jefe del grupo de Homicidios de la Policía Nacional la agresión que sufrió Sara D. M., la joven de 31 años que fue hallada muerta en febrero de 2016 en el parque de Maria Luisa de Sevilla. El jefe del grupo de Homicidios ha explicado en el juicio que se sigue contra el presunto violador, Francisco Morillo, que aunque en un principio se sospechó que la muerte podría tratarse de un intento de suicidio, dado que la víctima había dejado cartas y mensajes de despedida y había ingerido cierta cantidad de barbitúricos, las lesiones que tenía eran de “tal calibre” y tan “brutales” que se barajó que la muerte se había producido en realidad como consecuencia de un shock hipovolémico por la pérdida de sangre, algo que después corroboró el informe forense.
El testigo ha dicho en su declaración en el juicio que se celebra en la Sección Primera de la Audiencia de Sevilla que, en realidad, la víctima no tenía intención de suicidarse, dada la cantidad de medicamentos que tomó. Sobre el sospechoso que buscaban inicialmente ha explicado que se enfrentaban a un “merodeador sexual”, que “ataca a quién puede” y en este caso la víctima estaba sola e indefensa, y además misógino por la violencia empleada. Según el jefe de Homicidios, el acusado encaja con el perfil de una persona que tiene "parafilias sexuales de somnofilia, como vestir o desvestir o pintar a alguien cuando está inconsciente".
Así, ha recordado que la mujer del acusado denunció en una ocasión que la había drogado y sometido a "vejaciones sexuales", aunque esas denuncias no fueron ratificadas, y ha añadido que esa relación fue de "violencia de género" previamente, aunque en la actualidad era una relación "tóxica, de consentimiento y de tolerancia".
El investigador policial se ha mostrado tajante al declarar, a preguntas de la defensa, que la víctima "no pudo pedir auxilio, estaba totalmente indefensa y el acusado la dejó allí desangrándose", al tiempo que no ha dudado en aseverar que de haber estado consciente se hubiera defendido "con uñas y dientes" ante la brutal agresión, ha insistido.
El testigo ha agregado que la hora de la muerte "no está clara", por lo que se desconoce el tiempo que el acusado pudo estar con la víctima y si hubo otro tipo de agresiones sexuales previas, pero sí ha concluido que tuvo tiempo para "deshacerse de las pruebas" y el hecho de que haya alegado que las relaciones fueron consentidas lo atribuye este mando policial a que "es muy vergonzante cómo lleva a cabo la agresión sexual".
El jefe de Homicidios ha destacado que, según los testimonios recabados, el acusado había intentado esa noche mantener relaciones con un hombre habitual del parque, y ha indicado asimismo que el perfil genético de la víctima fue hallado en los “puños y el portabidones” de la bicicleta del acusado.
Francisco Morillo Suárez, el presunto violador del parque de María Luisa, ha reiterado este lunes en la Audiencia de Sevilla que las relaciones sexuales que mantuvo con la víctima, Sara D. M., de 31 años, fueron consentidas por ambos, y ha negado expresamente que él fuese “capaz” de cometer una agresión sexual, hasta el punto que ha dicho que tras ese contacto se marchó a su casa con su mujer porque “no tenía miedo porque no había hecho nada malo”.
En su declaración ante los magistrados de la Sección Primera de la Audiencia de Sevilla, Francisco Morillo Suárez, de 47 años, ha reconocido que solía acudir al parque de María Luisa con frecuencia, aunque se ha acogido a su derecho a no declarar cuando la fiscal del caso, Eva Mas, le ha preguntado sobre si había mantenido encuentros de tipo homosexual en el parque. En otros momentos de su declaración, el acusado también se ha negado a declarar a algunas preguntas sobre sus prácticas sexuales, y ha rechazado que espiara a parejas manteniendo relaciones en el parque.
En cuanto al día de autos, la tarde del 23 de febrero de 2016, el acusado ha reconocido que sobre las siete o las ocho de la tarde discutió con su pareja –con la que convive desde hace 17 años-, y a continuación se marchó solo en dirección al parque de María Luisa.
Francisco Morillo, que se enfrenta a una petición de prisión permanente revisable por parte de la Fiscalía y la acusación particular, ha afirmado que se había tomado en su casa dos o tres cubatas de ron –como media botella-, así como cocaína, y que en la calle bebió otras cuatro o cinco cervezas y en el parque había tomado más cocaína, por lo que iba “mareado” y por ese motivo no recuerda si cogió la bicicleta para desplazarse.
Según el procesado, que permanece en prisión desde marzo del año pasado cuando fue detenido, llegó al parque sobre las nueve o nueve y media de la noche, y se encontró con una joven sentada en un banco. La chica “iba como yo, un poco alegre, como si hubiera tomado dos cervezas, me acerqué y le pregunté qué hacía y entablamos una conversación” que duró unos 15 o 20 minutos, ha dicho Francisco Morillo, que ha añadido que poco después surgió mantener las relaciones sexuales porque ella “quería desfogarse porque había tenido una discusión con una persona”.
El acusado ha asegurado que las relaciones fueron consentidas y ha afirmado que cuando terminaron, la víctima le ofreció un paquete de pañuelos para que se aseara, marchándose a continuación a su casa, a la que llegó entre las diez y media y las once de la noche, cuando su pareja ya estaba dormida.
El procesado también ha dicho que “no suele practicar sexo duro” y ha reconocido que su mujer le ha denunciado dos o tres veces porque “discutían”, aunque la acusación particular le ha recordado que ha sido denunciado en siete ocasiones por su pareja.
Al inicio de la vista oral, el abogado de la defensa, Eugenio Guevara, ha solicitado la nulidad de la prueba relacionada con los vestigios encontrados en el lugar de los hechos y de los que se identificó su ADN, así como del informe que recoge las huellas o vestigios hallados en la bicicleta del acusado, al entender que se ha roto la “cadena de custodia” de estas pruebas. La Fiscalía y la acusación particular se han opuesto a la petición de nulidad, al considerar que tanto la cadena de custodia como las pruebas biológicas obtenidas son “válidas” y la custodia ha sido “perfectamente legal”.
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