La prensa ayuda a formar el espíritu crítico
"25 años mirando a la historia desde el periodismo"
La responsabilidad de historiadores y periodistas es clave para fomentar una sociedad más reflexiva, construyendo conexiones que impulsen el pensamiento
El periodismo y la historia comparten una misión esencial: ayudar a entender el mundo a través de los hechos. Ambos campos, aunque diferentes en sus métodos convergen en el objetivo de formar ciudadanos críticos, capaces de interpretar su realidad y tomar decisiones informadas. Todo en un contexto donde la información fluye más rápido que nunca, construir puentes entre el rigor histórico y la inmediatez periodística se vuelve indispensable para combatir la desinformación y reforzar el tejido social.
En este sentido, bajo el título “25 años mirando a la historia desde el periodismo”, la sede de Diario de Sevilla acogió un encuentro que reunió a cinco académicos para tratar esta cuestión: Juan José Iglesias, doctor en historia y catedrático del Área de Historia Moderna de la Universidad de Sevilla; Cristina Moya, profesora Titular del Departamento de Literatura Española e Hispanoamericana de la Universidad de Sevilla; Escardiel González, profesora de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla; Enrique García, catedrático de Arqueología de la Universidad de Sevilla, y José Antonio Parejo, profesor Titular de Historia del Pensamiento Político en la Universidad de Sevilla y director de Andalucía en la Historia. A cargo de la moderación estuvo Luis Sánchez-Moliní, director de Opinión del Grupo Joly.
Para comenzar, se comentó que la prensa ha sido mucho más que un vehículo de información. Para los historiadores, los periódicos y revistan no solo documentan los hechos de una época, sino que revelan las formas en que esos hechos fueron entendidos, interpretados y presentados a la sociedad. Sin embargo, esta riqueza documental trae consigo una complejidad ineludible: el sesgo.
Según Parejo, a través de las noticias fragmentarias, los investigadores han podido construir episodios claves, como los convulsos años 20 y 30, marcados por profundas transformaciones políticas y sociales. Sin embargo, Iglesias subrayó el rigor crítico que necesita el análisis de los documentos y la interpretación de las narrativas.
“Historiadores y periodistas debemos trabajar juntos para construir puentes, en lugar de doblarlos”
La relación entre la prensa y la construcción del conocimiento histórico no solo se limita a los eventos políticos o sociales. Como destaca García, la prensa también desempeña un papel crucial en disciplinas como la arqueología, reflejando cómo esta ciencia ha sido interpretada y divulgada a lo largo del tiempo. Por su parte, González valoró la capacidad de la prensa para proporcionar conexiones entre temas, lo que resulta útil en la investigación y la docencia.
Continuó Moya, señalando que se ha puesto mucho el foco en los centenarios. Estos eventos suelen convertirse en “motores de discursos”, aunque muchas veces con fines dirigidos por intereses específicos. La mirada al pasado, explicó, está inevitablemente condicionada por las inquietudes del presente. Por ejemplo, reflexionó sobre cómo el trato a la figura de Alfonso X ha generado un interés desigual, con más actividades y actos en el siglo XX que en el siglo XXI. Para Moya, bucear en las hemerotecas es, en muchos casos, una auténtica “cura de humildad”, ya que evidencia cómo los interesen del momento moldean los relatos históricos.
Escardiel González apuntó que a menudo vamos “a remolque de los centenarios “ para rescatar ciertos temas, pero estas efemérides no siempre logran mantener un impacto duradero en el ámbito divulgativo. En la mesa se mencionó el caso de Lorca, cuya figura generó, en su momento, una oleada de publicaciones, congresos y debates, conllevando una cierta saturación informativa. Esto evidencia que los centenarios, aunque ayudan al periodismo y la academia a poner el foco en figuras o eventos concretos, también pueden forzar líneas de investigación que tal vez no estaban en la agenda, dejando en segundo plano otros asuntos igualmente relevantes.
“Desde el ámbito académico, debemos plantearnos si estamos haciendo lo suficiente en materia de divulgación”
Un ejemplo de ello, como mencionó Enrique García, son temas como la conquista de México o la figura de Augusto, que no han recibido el tratamiento profundo que hubieran merecido. Así, tanto la prensa como la historiografía quedan en deuda con estos episodios, destacando la necesidad de superar las limitaciones impuestas por intereses coyunturales.
Pasando a otro bloque, durante el coloquio, se trató la paradoja a la que se enfrenta la divulgación de la historia y las humanidades a través de la prensa. Por un lado, como señaló Juan José Iglesias, existe un interés genuino del gran público por los contenidos históricos. Sin embargo, esta demanda no siempre se traduce en calidad, sino que da pie al intrusismo y a la proliferación de contenidos de mala factura.
“Estudiar la prensa sirve para comprender cómo se han tratado determinados temas a lo largo del tiempo”
En este contexto, José Antonio Parejo subrayó que muchos medios se nutren de conocimientos históricos, pero rara vez recurren al asesoramiento cualificado, y cuando lo hacen, no siempre valoran ni remuneran adecuadamente el trabajo del historiador.
Además, según Cristina Moya, el mundo académico ha cometido una dejación en su relación con la prensa, centrándose en la producción de documentación especializada sin considerar si se están haciendo los esfuerzos necesarios para trasladar ese conocimiento al público general. La presión del sistema académico, como apuntan Escardiel González y Enrique García, ha empujado a priorizar la investigación sobre la divulgación, lo que dificulta la transmisión de saberes.
Los ponentes coincidieron en que es imprescindible fomentar la colaboración entre historiadores, periodistas y académicos para enriquecer los contenidos con una mirada transversal, alejada de sensacionalismo.
Ligado a esa transmisión, salió a debate el uso de las redes sociales. Según Parejo, muchos encuentran en estos espacios una forma de “satisfacer el ego” o de obtener beneficios económicos y de popularidad, aunque a menudo les lleva a ofrecer discursos que refuerzan determinadas narrativas de poder.
Por otro lado, García aportó otro punto de vista. Hay historiadores que prefieren mantenerse al margen de estos espacios por temor a quedar marcados en temas controvertidos o espinosos. Este retraimiento, aunque entendible, limita el alcance de la divulgación y la capacidad de contrarrestar narrativas sesgadas.
“Muchos académicos evitan participar en ciertos debates por temor a quedar marcados”
Sin embargo, Iglesias destacó que las redes sociales tienen una ventaja indiscutible como herramienta de difusión masiva, permitiendo a los historiadores llegar a un público amplio. No obstante, como advirtió Moya, es fundamental medir las fuerzas antes de entrar en ciertos debates, ya que el entorno digital puede amplificar las polémicas y desviar la atención. El resto es encontrar un punto medio: aprovechar las redes sociales y los programas de gran audiencia para compartir conocimiento sin caer en las disputas habituales del mundo digital.
Como foco de divulgación, sumado a las nuevas tecnologías, en España siempre ha estado presente la prensa especializada en historia. Los ponentes compartieron que representan grandes de vehículos de conocimiento. Por ejemplo, Andalucía en la historia, cuyo director participó en el encuentro, José Antonio Parejo, es fiel reflejo de cómo cuidar la divulgación histórica contando con personas formadas en la materia y con un rigor legítimo a través de años de preparación y estudios.
En el ámbito de la divulgación, surge una pregunta clave: ¿deben ser tituladas y con un bagaje académico demostrable las personas que firman textos históricos? Para Moya, la metodología es esencial. La formación y el conocimiento de las herramientas necesarias para investigar y contextualizar un tema son fundamentales. Hay que tener en cuenta no solo qué se escribe, sino también qué tipo de texto se está elaborando: si es un ensayo, un estudio académico o un artículo de opinión.
La diferencia entre un aficionado y un especialista, como apuntó José Antonio Parejo, es muy evidente cuando se trata de ofrecer una divulgación de calidad. La especialización permite que el contenido sea más riguroso, lo cual es indispensable cuando se busca ofrecer una información veraz y contextualizada.
“Los historiadores deben mantener la templanza en sus enfoques, evitando caer en trincheras políticas”
Por otro lado, Juan José Iglesias reivindicó la necesidad de que los académicos tengan un papel central en la divulgación, ya que su formación les permite desarrollar un enfoque crítico y bien fundamentado.
Sin embargo, Enrique García apuntó que hay un espacio para la flexibilidad, sobre todo en textos de tipo más divulgativo, siempre y cuando se haga desde un cuidado y respeto hacia la materia tratada.
Para finalizar, se trataron algunos temas que están a la orden del día, como la memoria histórica y los procesos de descolonización. En ambos casos, la vinculación política es el núcleo del problema. Son temas que parecían superados, como se mostró en el 92, pero que han vuelto a salir a la palestra con publicaciones como Imperiofobia y la leyenda negra: Roma, Rusia, Estados Unidos y el Imperio español, de María Elvira Roca Barea; o con la reciente decisión del ministro de Cultura, Ernest Urtasun, de descolonizar los museos nacionales.
El problema principal es que los intereses políticos están imponiéndose cada vez más sobre el estudio histórico. En lugar de permitir que los historiadores aborden estos temas con una mirada objetiva, las discusiones sobre memoria histórica y descolonización se han convertido en campos de batalla ideológicos, donde las posturas políticas condicionan las interpretaciones y los enfoques históricos.
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