Los premios para las que trabajan
Pilar Manchón
Savia nueva para un galardón en femenino, para el talento que algún debe volver a habitar entre nosotros
Sevilla/El paso del tiempo consolida el galardón y provoca ausencias. Ley de vida. Se gana en solera y se pierden presencias. Solo permanecen siempre los vencejos que escoltan el Patio de la Montería y que con su piar interpretan la mejor música que ameniza el comienzo de la velada. La luz se despide, la noche cae, los pájaros se ausentan y solo se oyen las tertulias en voz baja. El Alcázar es como la Catedral. Su enormidad puede con todo. Todo lo enaltece, ennoblece y da esplendor. Manda siempre la arquitectura imponente de siglos. Una noche de mucho frío recibió el cardenal Amigo el primer premio Clavero en estos palacios . En la décima edición lo ha recogido Pilar Manchón en una noche agradable de esta primavera sevillana que busca sin disimulo el tedio del verano.
No estaban el cardenal, ni José Manuel Lara ni Carmen Laffón. Tampoco don Manuel Clavero. Los ausentes del Alcázar, presentes en esa memoria que esta ciudad cuando se lo propone sabe mimar cada día como un jardín de rosas que requiere atención cotidiana. El hermano Pablo, secretario de don Carlos, evocó al cardenal con todo el que se acercó a darle la enhorabuena por la Medalla de Sevilla que recogió el día anterior. Noche de afectos y emociones. Parece ayer cuando empezó la historia del galardón que impulsó Pepe Moya, ejemplo de fuerza productiva, modelo de ciudadano que en su parcela luchaba contra la indolencia andaluza. Obras fueron amores. Ausentes que dejaron huella y que son recordados de forma especial cuando se entrega el Clavero.
Políticos, empresarios, abogados, arquitectos, ingenieros, catedráticos... Y muchos periodistas. La décima edición ha sido, sin duda, la que más público congregó. Faltó poco para la bulla. Pero, recuerden, la inmensidad del Alcázar, su carácter de palacio imponente, siempre vence y hace que todos se encuentren cómodos. El Alcázar está sobrado de historia y de metros cuadrados. La entrega del Clavero es una de las grandes noches de la ciudad, con derecho a tañido de las campanas de la Giralda, a sorprender al Giraldillo curioso asomado entre la vegetación de la Plaza del Triunfo y a disfrutar de esos simpáticos violinistas de pico fino que con su vuelo dibujan trazos en un cielo que se oscurece con parsimonia.
“Él hubiera estado aquí encantado”, dice Pablo sobre el cardenal. Pero el tiempo a todos nos alcanza. Del recuerdo del primer premiado... a la fuerza de la décima. De la inteligencia del cardenal que gobernó la diócesis durante casi 30 años a la inteligencia artificial de Pilar Manchón, que demostró su valía al reconocer que ha llegado donde ha llegado gracias a la ayuda de muchas personas. Un mensaje que emerge en una sociedad donde casi nadie quiere confesar quién le dio su primera oportunidad, lo impulsó o le hizo el camino más fácil. El talento andaluz retorna a su tierra por unos días para ser reconocido. Pero, después, ay, se vuelve a marchar. Y eso ya es tarea de los políticos: generar un marco que permita que los más brillantes de aquí se queden aquí. Sevilla tiene que ser mucho más que el mejor salón para celebrar la entrega de premios de prestigio. En eso están de acuerdo todos los que tienen competencias, pero después evolucionamos despacio, aunque nunca perdamos la esperanza.
Enrique Ybarra opera con sus autobuses turísticos en medio mundo. Y lo hace desde las oficinas de la Plaza Nueva. Concha Yoldi mantiene Persán en Sevilla, de donde salen productos para comercios de cientos de ciudades. El alcalde lamenta que no se conozca el verdadero valor de las empresas que están en el parque tecnológico de la Cartuja. Pero la experta en inteligencia artificial, formada en Humanidades, reside en California y, dice, echa de menos Sevilla. Por fortuna se reconoce aquí a una de las nuestras... que está allí. No es poco. Es mucho. Es seguro que Sevilla –de esto se habló en muchas mesas– tiene que tener a muchos sevillanos por el mundo desarrollando todas sus habilidades.
Los premios bien enfocados sirven para dar relevancia a quienes hacen cosas sustanciales por la sociedad. Los periódicos están, entre otras funciones, para dar a conocer a esas personas, que son las imprescindibles en una sociedad. Y el Alcázar está para dar lustre a la entrega de esos galardones. El futuro debe permitir que en algún momento sevillanas como Manchón se queden aquí, nos las encontremos de forma habitual por las calles de la ciudad y no tengamos que comunicarnos por correo electrónico. Para eso se requiere que los políticos tengan vista larga. Ella ya ha demostrado el potencial de la inteligencia artificial. A otros se les pasa el turno si no espabilan. Cada uno debe cumplir sus funciones. Los periódicos, los sevillanos emprendedores, los políticos locales y autonómicos... y los pájaros.
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