La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lección de Manu Sánchez
Cofradías
Un precedente muy a tener en cuenta. Las dos avalanchas sufridas por la Hermandad de la Soledad de Badajoz, en los años 1989 y 2016, son prácticamente un calco de las carreritas que se han producido en Sevilla este mismo año y, en menor intensidad, en otras Semanas Santas recientes. Un hecho aislado, en el caso pacense dos golpes que suenan de manera estridente y rompen el respetuoso silencio de la procesión de su patrona, genera una alarma inusitada y tanto el público como los nazarenos echan a correr. Las carreras se producen sin ningún patrón y se genera un efecto dominó que extiende las algaradas a otras zonas alejadas de donde se ha producido el suceso. El resultado también es el mismo: nervios a flor de piel, llantos, nazarenos por el suelo, magulladuras, heridas de carácter leve. En definitiva, un cortejo devastado que, a los minutos se recompone y prosigue su camino.
En Badajoz han sufrido estos lamentables hechos en dos ocasiones, por lo que no les ha extrañado que los responsables de la investigación que se ha hecho en Sevilla para esclarecer lo sucedido y desterrar cualquier teoría conspiranóica se hayan puesto en contacto con ellos para recabar toda la información y obtener un patrón común de conducta. "Me llamaron hace 15 o 20 días del Ayuntamiento de Sevilla para que les explicara cómo habían sido aquí las cosas", explicó a este periódico José María Blanco, hermano mayor de la cofradía de la Soledad de Badajoz.
Para entender el impacto que los tumultos tuvieron en la hermandad pacense hay que tener en cuenta que como patrona, la Virgen de la Soledad cuenta con una enorme devoción y arraigo. Sale en procesión dos veces. El Jueves Santo bajo palio, en un cortejo en el que también figuran los otros titulares de la hermandad, y el Viernes Santo sola, desprovista de palio, de un luto riguroso, en una procesión del rosario caracterizada por un respeto absoluto. La imagen reúne en las calles a miles de personas.
El suceso de 1989 se produjo cuando la Virgen llevaba unos 50 minutos en la calle, en torno a la medianoche. Lo protagonizaron dos hermanos, con una deficiencia. Uno de ellos golpeó con el puño la chapa que protegía una obra. "A la una de la mañana supuso un estruendo enorme. En aquella época había mucha psicosis con los atentados de ETA. La gente pensó que era una bomba y echó a correr despavorida en todas direcciones. Los que estaban más lejos que no escucharon el golpe, al ver a la gente correr, hicieron lo mismo por instinto". Las carreras, como se desprende de la narración del hermano mayor, presentan el mismo patrón que las de Sevilla.
En la procesión del pasado año, la hermandad volvió a padecer una situación muy parecida. El paso discurría por una calle muy estrecha y abarrotada de público. Dos chicos de entre 35 y 38 años acompañaban a su madre, devota de la Virgen, que iba en silla de ruedas. La madre quería acercarse al manto, algo imposible por la cantidad de personas. Tras una discusión entre ellos, la madre, que andaba con dificultades, se pone de pie para aproximarse al paso. Uno de los hermanos se pone nervioso y golpea con la silla la pared, topándose con una chapa de aluminio. "El resultado fue el mismo: otra vez a correr. Algunas personas empiezan a decir que han pegado un tiro, otras que es una bomba, que hay uno con un hacha... lo que hacen es extender más el pánico. El que está a 50 metros que no ha visto nada también corre y lo hacen en todas direcciones, unos venían hacia arriba, otros hacia abajo...", apunta el hermano mayor. Mucha gente es arrastrada por el suelo y se pierden bolsos y otros objetos A los diez minutos, se recompuso la situación y continuó la estación de penitencia.
Los investigadores consideran que estas dos situaciones producidas en Badajoz son iguales a la que han pasado en Sevilla, con la agravante de que aquí había seis procesiones, con cortejos mucho más numerosos y más público en las calles. El hermano mayor de Badajoz lamenta que cualquier hecho aislado pueda desembocar en una carrera: "Cualquier cosa es suficiente para que se produzca una estampida. Yo supongo que no se hace con el ánimo de hacer daño, pero con que una persona sola se ponga a correr es suficiente. Y lo más curioso es que si supieran de qué corren todas irían en la misma dirección, pero cada uno va hacia un sitio. El miedo es libre y el susto que se lleva la gente es muy grande. Lo complicado es tener la suficiente sangre fría para quedarse quieto y ver que no pasa nada".
Para los expertos e investigadores la ecuación es muy clara, una vez analizados los casos de Badajoz y otras ciudades: en un punto muy determinado se produce un hecho que genera un ruido que desencadena el pánico. La gente echa a correr y son las mismas personas las que actúan como correa de transmisión llevando el suceso a otras zonas. Como pasó en Badajoz en 1989 con ETA, ahora el miedo a un atentado yihadista sirve de combustible. El efecto se disipa cuando hay una reacción de calma, como la de la cofradía del Silencio por la calle Cuna.
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