La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lección de Manu Sánchez
El trompetista Miles Davis, que llenó la vida de millones de personas de sonidos gracias a su música, aseguró que "el silencio es el ruido más fuerte". Su fuerza, atronadora estos días en avenidas o parques, la percibe Sevilla. Los pájaros se escuchan unos a otros en el Parque de María Luisa. Ni las personas ni el tráfico turban su tranquilidad en las ramas.
El silencio de la naturaleza truena. Y lo hace en tiempos de cornetas y tambores o de veladores y conciertos. Hasta la Plataforma por el Derecho al Descanso, que tanto ha luchado por el silencio en la noche sevillana, guarda silencio. En muchos hogares, el ruido de las teclas del teletrabajo rompe con ese silencio. Porque también son días de auriculares y aislamiento en plataformas de streaming. El Silencio, que debía salir en menos de quince días dentro de aproximadamente quince días de San Antonio Abad, se escribe en mayúsculas durante el confinamiento.
El ruido, en cambio, es minúsculo. Pequeños sonidos antes y después de las ocho de la tarde, en que el ruido de los aplausos se mezcla con el de las sirenas. Un jaleo propio de una noche en El Arenal o de una mañana en el jueves de la calle Feria. Echar de menos el ruido es, probablemente, más fuerte que el silencio que nos hemos decretado vivir.
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