Como poner los pies en la Luna
calle rioja
Accesible. Su obesidad mórbida la tenía encerrada en su piso del Polígono San Pablo desde hace trece años. Un ascensor que estrenó ayer le permite a Esperanza volver a salir a la calle
Esperanza cumplió 21 años el 28-F de 1980, pero su referéndum lo ganó ayer. Como presidenta de la comunidad de vecinos del número 7 de la plaza Cristo y Amor del Polígono San Pablo, antiguo bloque 308, esta mujer con obesidad mórbida que en trece años sólo salió de su piso para enterrar a sus padres, a una revisión médica y a la boda de su sobrina Vanessa abanderó la lucha para tener un ascensor. Ayer lo estrenó con su punto de guasa: "Ábrete, Sésamo".
El piso al que llegó de niña desde San Bernardo con sus padres, Mariano y Rosario, parecía el camarote de los hermanos Marx con tanta expectación. En la plaza hay dos pintores: Velázquez, cuyos cuadros rotulan algunas de sus calles, y Juan Carlos Salazar, que le acaba de pintar el piso a Esperanza. Es el hijo de su vecina Paca, que vive justo encima y llevaban más de un año sin verse. "La oía cada vez que se iba al médico", dijo Esperanza después de fundirse en un abrazo con Paca.
A Esperanza le cuesta la misma vida moverse con sus más de doscientos kilos y Paca, su vecina, muy parca en carnes, nacida en diciembre del primer año de la guerra civil, se tiene que ayudar con un andador. "Estaba muy bien, pero un resfriado me cogió a la cadera". Ayer estaban como dos chiquillas entre cámaras y micrófonos que difundían su asombro de volver a verse.
El primer viaje en el nuevo ascensor lo hizo Esperanza Suárez Romero (Sevilla, 1958) acompañada por Francisco Vázquez, de la empresa Praysa (Proyectos de Rehabilitación, Accesibilidad y Subvención de Andalucía). Vázquez explica que es un ascensor de nueva generación de Otis cuya energía de bajada la aprovecha en la subida. "Sin electricidad puede funcionar hasta cien veces". La solución clásica costaría 140.000 euros. Los vecinos tendrán que pagar una cuota mensual de treinta euros gracias a una subvención de la Junta que ha reducido el coste de la instalación a treinta mil euros.
Esperanza es la del medio. Antes nació Paqui, que vive en la Carretera de Carmona, y después Mariano, vecino del barrio C del Polígono San Pablo. "Pero sin ascensor, es como si viviera en Nueva York". Debajo del televisor donde se veía a sí misma, hay una foto de sus padres, Mariano, fontanero y plomista, y Rosario. Sus cuatro nietas -Vanessa, Noelia, Irene, Cristina- habrán disfrutado con este minarete que le han puesto a su tía, una Giralda de cinco plantas que le permitió ver de nuevo el cielo de su ciudad.
Las vecinas comparten su alegría. Además de Paca, aparecieron por el estreno, con toques surrealistas de La cabina de Antonio Mercero, Sole y Milagros. Ésta vive en el tercero izquierda y lleva casi medio siglo de vecina de Esperanza, con el lapsus de once años en los que se fue con su hermana a trabajar a París.
El promotor del ascensor nació en Barcelona, hijo de andaluces que se conocieron en la emigración. Se dedicaba a la banca. "En 2005 mi suegra se quedó inválida y fue la primera actuación, en Sanlúcar la Mayor, en una zona donde ya hay 16 edificios sin ascensor". Hace diez años colocaron veinte ascensores en una barriada de Sanlúcar de Barrameda. Calcula que en Sevilla habrá unos cuatro mil edificios como éste del Polígono sin ascensor.
Como Neil Armstrong en la Luna, Esperanza volvió a pisar el suelo de su plaza. "Algunos se creerán que soy una vecina nueva". Tiene una sonrisa para todos los reporteros. Teresa Núñez, de Andalucía Directo, se convierte en su lazarillo para que entre en el ascensor justo en el momento en el que Jesús Navarro, de Televisión Española, da cuenta del prodigio. "Primero quiero bajar y después poder ir a ver a mis hermanos", decía antes Esperanza.
Juan Carlos, el hijo de Paca, va a una ferretería del Greco a hacer copias de la llave del ascensor para las vecinas. El pintor de brocha gorda se casó y se fue a vivir a Los Pajaritos. Su familia llegó al Polígono San Pablo desde las Casitas Bajas. Es como volver a la casilla de salida en una versión social del juego de la oca. Esperanza habla con Salomón Hachuel, con Charo Padilla. En la plaza, los vecinos cuentan maravillas del ingenio. "Era la solución más rápida, más sencilla y menos invasiva", dice Vázquez, el promotor. Su abuelo fue topógrafo en las minas de Riotinto, dominios del subsuelo. Su nieto es topógrafo en el subcielo y le cupo el honor de ser el Robert Aldrin acompañante de la astronauta que encontró sus alas para salir de su doble cárcel, su casa, su cuerpo.
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