Entre Plaza Nueva y el Archivo de Indias

Calle Rioja

Tributo. El Cristo de la Misericordia de Roldán puede verse restaurado en la parroquia del Sagrario hasta el 30 de junio. El mejor homenaje al escultor en el cuarto centenario de su nacimiento

Colas para ver al Cristo de la Misericordia.
Colas para ver al Cristo de la Misericordia. / Jose Luis Montero

26 de junio 2024 - 18:39

Tres kilómetros en 17 años. Es lo que han avanzado las obras del tranvía (Metrocentro) según el pormenorizado informe que publicaba el domingo mi compañera Ana Sánchez Ameneiro, a la que en tiempos yo le canturreaba ese himno de la Tuneladora del tema de Tam Tam Go: “Voy cruzando el río / no hay mucho dinero / sabes que te quiero / lo he pasado mal”. Pues en la ciudad que camina con velocidad de tortuga (tres kilómetros en 17 años, es decir, cinco alcaldes, cinco Eurocopas) vale la pena hacer un alto en los dominios del lagarto. Nombre popular del cocodrilo que el sultán de Egipto trajo entre los presentes con intención de pedir la mano de la infanta doña Berenguela, primogénita de Alfonso X, es decir, bisnieta de doña Berenguela, la madre de Fernando III, el rey que después de unificar Castilla y León conquistó Sevilla en 1248.

Tres kilómetros en 17 años. Pues en un minuto se puede realizar un viaje hasta el corazón de la historia de la ciudad, cuatro siglos atrás. Pocas veces la historia de un edificio corre tan en paralelo con la de un artista. Porque las vicisitudes de la parroquia del Sagrario son como un palimpsesto de la biografía de Pedro Roldán (1624-1699). En el cuarto centenario del nacimiento de este escultor fundamental del Barroco sevillano, no cabe mejor homenaje que entrar en esta parroquia y presenciar a pie de altar su Cristo de la Misericordia ya restaurado.

El año que nace Pedro Roldán, Velázquez lleva ya dos años en la Corte de Felipe IV. Murillo tiene seis años, es decir, la edad de esos niños que después va a inmortalizar en sus cuadros para contrarrestar con su sonrisa y su picardía los estragos de la peste de 1649 que diezmó la población de la ciudad. Esta obra maestra de Pedro Roldán está, por ceñirnos al itinerario del tranvía, a mitad de camino entre las estaciones de Plaza Nueva y Archivo de Indias. Un tranvía cerca del arcano de los galeones.

El Domingo es el día del Señor en la tradición cristiana y decidimos recorrer parte de la Avenida para conocer uno de los principales trabajos de Pedro Roldán. Estaban en misa de siete y había que esperar. “Es curioso”, me dice Manuel Jesús Roldán en la puerta que da a la Avenida, “que se prohíba el paso a gente que quiere entrar en una iglesia”. Había que esperar a que terminara la celebración eucarística. Qué privilegio tiene que ser comulgar junto a esa imagen de Jesucristo en la que Pedro Roldán quiso recoger la imagen del Descendimiento.

Como es también un privilegio guardar cola para verlo junto a Manuel Jesús Roldán, que en su libro Iglesias de Sevilla cuenta la historia de esta parroquia del Sagrario y en la última Feria del Libro subió a la cima de libros más vendidos su obra Cara de ángel, biografía novelada de Luisa Roldán, La Roldana, tercera de los ocho hijos que tuvo Pedro Roldán. Es como un besapiés oficioso. Hay quien le dedica una oración y quien le saca hasta los tuétanos con su cámara fotográfica o con el móvil. Preferimos la primera instantánea, la foto del alma estremecida ante el cuerpo yerto del salvador.

No entraba en la parroquia del Sagrario desde el 22 de diciembre del año pasado. El día de la Lotería, nuevo aniversario de la muerte de Gustavo Adolfo Bécquer (y Antonio Susillo e Ismael Yebra), se celebraba en esta iglesia el funeral por Antonio Burgos con el templo repleto y el arzobispo de la diócesis oficiando la ceremonia. Todos los que ejercemos este oficio imaginamos la mirada, la perspectiva, el cuadro y el recuadro de Burgos ante cualquier episodio en estos momentos en que todo es diez días que cambiaron el mundo, los cuente John Reed o John Julius Reel, el periodista neoyorquino al que oía ayer en el programa de Vigorra en Canal Sur y que está casado con una sevillana de Villanueva del Río y Minas.

En la cola para ver al Cristo de la Misericordia también está Andrés Luque Teruel, catedrático de Historia del Arte. Mientras que Roldán comenta detalles con algunos alumnos con los que coincide, Luque Teruel desgrana la lista de sus Cinco Magníficos: Gregorio Fernández, Alonso Martínez, Martínez Montañés, Alonso Cano y Pedro Roldán. Este último se le ha resistido muchos años a los historiadores del arte por ese ambiguo territorio que a veces se forma entre los maestros y su escuela.

La vida de Pedro Roldán transcurre casi en paralelo con la de la parroquia del Sagrario, construida en uno de los laterales del Patio de los Naranjos, que era el patio de las abluciones de la antigua mezquita aljama. Tiene cuatro puertas: dos dan a este patio al que se accede por la calle Alemanes; otra comunica directamente con la Catedral, la iglesia-madre; y por la cuarta se sale a la Avenida de la Constitución, en la que esperábamos el final de la misa. El final del Sacrificio para ver de cerca al Sacrificado.

El arcediano Vázquez de Leca tiene la iniciativa de construir esta parroquia en 1615 y la primera piedra se coloca en 1618. El año que nace Murillo y faltan seis para que lo haga Pedro Roldán. La iglesia se edifica entre 1618 y 1662. Cuando concluyen los trabajos, La Roldana es una niña de diez años que ya se ha familiarizado como casi todos sus hermanos con el trabajo que hace su padre. La aparición de una serie de grietas obliga a distintas intervenciones hasta finales del siglo XVII. En 1699, en el centenario del nacimiento de Velázquez, muere Pedro Roldán. El terremoto de Lisboa de 1755 obliga a una nueva intervención.

Es la parroquia que da nombre a la hermandad sacramental del Sagrario, la misma que organiza cada año la procesión del Corpus y también la más íntima de enfermos e impedidos. Se atribuye la fundación de esta hermandad a doña Teresa Enríquez, conocida como “la lola del Santísimo Sacramento”. La parroquia acoge a otra hermandad, fundada en torno al Cristo de la Corona, con capilla propia y a la que históricamente pertenecieron los canónigos.

Pedro Roldán artísticamente es su obra, su prolífica escuela y su familia en dos generaciones consecutivas: su hija, La Roldana, y su nieto, Duque Cornejo, hijo de un yerno del escultor, que se casó con su hija Francisca Roldán. Del nieto hay varias obras en la parroquia del Sagrario, que enumera Manuel Jesús Roldán en su libro: imágenes de San Buenaventura, San Juan Nepomuceno y San Cayetano. El nieto de Pedro Roldán fue junto a Jerónimo Balbás uno de los damnificados por el cambio de retablo en 1840. El que ambos hicieron fue, en palabras de Roldán el historiador “destruido por la furia neoclásica que lo consideraba una aberración barroca”.

El retablo mayor de la Parroquia del Sagrario procede de la Capilla de los Vizcaínos del desaparecido convento Casa Grande de San Francisco. En la plaza Nueva donde está el Ayuntamiento y donde después de evacuar los autobuses urbanos que allí rendían viaje se puso en marcha la línea del tranvía o Metrocentro el 28 de octubre de 2007, siendo alcalde Alfredo Sánchez Monteseirín, el día que se cumplían 25 años del triunfo electoral del PSOE de los 202 diputados (200 más Felipe González y Alfonso Guerra) en 1982. Después vendrían otros cuatro alcaldes: Zoido, Espadas, Muñoz, Sanz. Los cinco magníficos que se reparten estos tres kilómetros en 17 años. Hay que ser misericordiosos como el Señor de Pedro Roldán, que según Manuel Jesús “anticipa el retablo del Hospital de la Caridad”. Junto a las Atarazanas, otra reserva de tortugas.

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