Entre Pío XII y Juan XXIII, el cura Javierre

Homenaje a José María Javierre en el centenario de su nacimiento con testimonios de la familia que lo acogió y personas que se forjaron en proyectos como Testigos Hoy

De izquierda a derecha, Susana Herrera, Antonio Pelayo, Monseñor Saiz Meneses, Carlos Navarro Antolín, Pablo Fernández-Palacios y Manuel Ángel Vázquez Medel.
De izquierda a derecha, Susana Herrera, Antonio Pelayo, Monseñor Saiz Meneses, Carlos Navarro Antolín, Pablo Fernández-Palacios y Manuel Ángel Vázquez Medel. / M. G.

Cuando Pablo nació, el cura ya estaba allí, como el dinosaurio del cuento de Augusto Monterroso. Pablo Fernández-Palacios pertenece a la tercera generación de la familia del Paseo de Colón, junto a la Maestranza, que acogió a un cura que venía a Sevilla desde Múnich buscando información para un libro sobre Marcelo Spínola. Los cuatro días se convirtieron en una vida entera. Pepe y Marisa, los abuelos de Pablo, formaron con José María Javierre (1924-2009) un triángulo impagable. La familia y uno más. La ciudad salió ganando.

Pablo Fernández-Palacios fue uno de los que intervinieron en el homenaje a Javierre en este año que se ha cumplido el centenario de su nacimiento en Lanaja (Huesca). Llegó a Sevilla la Semana Santa de 1958. La última de Pío XII, que murió ese año y fue relevado por Juan XXIII. 35 años después de su llegada sería pregonero de la Semana Santa de su ciudad adoptiva. El primero que la pregonó en el Teatro de la Maestranza.

La idea del homenaje surgió el año pasado en el diálogo que Carlos Navarro Antolín, subdirector de Diario de Sevilla, mantuvo en la Fundación Cajasol con el periodista y sacerdote (el mismo binomio que Javierre) Antonio Pelayo. Éste se lo propuso al arzobispo de Sevilla, José Ángel Saiz Meneses, y creía tan pertinente la causa que se lo reiteró por carta y en una visita que el titular de la archidiócesis hizo a Roma con los seminaristas.

Entre el público, tres hermanos de San Juan de Dios, una de las muchas biografías que escribió Javierre, titulada Un loco en Granada. La suya la tituló Antonio Lorca La sonrisa seductora de la Iglesia (Ediciones Sígueme), una sonrisa fotografiada en la portada por Miguel Ángel Soler. También la podría haber titulado Un loco en Sevilla. Una locura que en su tierra llamarían “cabezonería baturra”. Sólo a un loco como el cura Javierre se le podía ocurrir hacer encargos de tanta enjundia a veinteañeros. Manuel Ángel Vázquez Medel no había terminado la carrera de Filología y con 22 años se vio de coordinador general de la Gran Enciclopedia de Andalucía, uno de los grandes proyectos en el que se involucró el sacerdote oscense. Los veintipocos años que tenía Susana Herrera, mantenedora de este homenaje, cuando Javierre le propuso que presentara en Canal Sur el programa Testigos Hoy, que tres décadas después se sigue emitiendo.

La frase de Javierre podría valer para el telediario de estos días, pero aparecía en Testigos Hoy: “La religión no tiene nada que ver con la guerra y con la violencia”. De hecho, su vocación sacerdotal nace de un ánimo de no-violencia. Lo contó el nieto de sus anfitriones. “Un día iba con su madre y su hermana paseando y la madre les dijo que el hombre que caminaba por la acera de enfrente era el que había asesinado a su padre en la guerra (el padre de Javierre era oficial de obra civil). La madre les dijo a sus hijos que ella ya le había perdonado…”. Y ahí se despierta la vocación de Javierre.

De pronto la diócesis de Sevilla empezó a llenarse de aragoneses: José María Bueno Monreal sustituyendo al cardenal Segura para convertirse en “un Tarancón a la hispalense”, según Navarro Antolín; José Enrique Ayarra, organista de la Catedral; y este cura que venía de Múnich, el revés de los emigrantes, que en 1969 se convirtió en director de El Correo de Andalucía, el periódico que en 1899 fundara Marcelo Spínola, el cura y abogado de San Fernando cuyo rastro vino a buscar a Sevilla. El cura que funda Tierras del Sur, la revista que tenía su redacción en la calle Muñoz Olivé donde Vázquez Medel se presentó y realizó sus dos primeros trabajos, un artículo sobre un encuentro de cristianos en Granada y otro sobre el grupo Jarcha.

Enciclopedista y enciclopédico, porque esta mezcla aragonesa de Diderot y D’Alembert no sólo emprende la aventura de la Gran Enciclopedia, sino que en la casa de los Fernández-Palacios su pila de libros llegaban hasta el techo. No era andaluz de cuna, pero se hizo andalucista sugiriendo a uno de sus redactores que hablara con las hijas de Blas Infante para conocer datos de quien ahora figura en el Estatuto como Padre de la Patria Andaluza pero entonces era un notario desconocido. Pelayo contó que en una ocasión, como Javierre hablara en nombre de los andaluces, alguien salió diciendo “ese señor no es andaluz, es aragonés como yo”. Lo decía Ana Jordana, su cuñada, la esposa de Ángel Javierre, uno de sus hermanos, la única que vive del cuarteto que completaban María, la mayor, y Antonio María, el cardenal destinado en Roma. “El Javierre bueno”, como cuenta Pablo que le decían para chincharle. Su hermano llegó a cardenal, pero él nunca quiso se canónigo. Javierre y lo que no era. “Este hombre no es andaluz”, en palabras de su cuñada. “Este señor no es mi marido”, que diría Marisa una vez que fueron juntos a unos grandes almacenes. “Esto es un cura”, explicó al dependiente.

El arzobispo de Sevilla, José Ángel Saiz Meneses destaca su condición de “periodista y sacerdote”, su apuesta por el diálogo con la cultura, su testimonio valiente del Evangelio. “Con Javierre”, dice Navarro Antolín, “el Concilio Vaticano II entró en Sevilla”. Y él entró en la ciudad siguiendo la fórmula de Romero Murube de los grupos cerrados, la verdadera apertura de la ciudad.

“Alabemos la memoria de los hombres de bien”. Vázquez Medel recordó la frase del cardenal Amigo Vallejo en el funeral por el eterno descanso de Javierre. Navarro Antolín y Joaquín Moeckel, presente en el acto, viajaron a Roma cuando Amigo Vallejo fue nombrado cardenal por el Papa y el periodista aprovechó para llevarle unas yemas de San Leandro al “Javierre bueno”. José María no era el malo. “Es lo que hoy se llamaría un cura transversal”, dice el subdirector del Diario de Sevilla. Antonio Lorca abre su biografía con una cita de José Luis Martín Descalzo, también cura y periodista (y poeta y ganador del premio Nadal): “Ser cura es imposible, yo lo sé; pero también es maravilloso”.

El cura que llegó la Semana Santa de 1958 pregonó la de 1983. El día que Aznar, todavía líder de la oposición, llegó tarde porque ese día habían cambiado la hora.

Javierre le cambió el siglo a la ciudad y al periodismo. Y se metió Sevilla en el bolsillo. El 30 de mayo de 1997, en el Alcázar, compartió los honores de hijo predilecto de la ciudad con Curro Romero, Salvador Távora y Manuel Castillo. Era alcaldesa Soledad Becerril. Glosó sus méritos Alberto Jiménez-Becerril, portavoz del Grupo Popular, que ocho meses después sería asesinado por dos etarras junto a su esposa Ascensión.

Javierre terminó dirigiendo el periódico fundado por el protagonista de la primera de las biografías que escribió en Sevilla. Marcelo Spínola fundó El Correo de Andalucía en 1899. Un siglo después, el 28 de febrero de 1999, salió a la calle el primer número de Diario de Sevilla, que el mismo día de este homenaje celebraba en el Alcázar las bodas de plata con sus lectores. La primera tribuna de opinión del nuevo periódico la firmó José María Javierre. Hace quince años descansaba de su gerundio. “¿Qué tal, Javierre? Muriéndome”.

Homenaje humano a un tipo divino. El loco de Sevilla. El cronista de los cónclaves, el cura que dejó a Vázquez Medel al frente de la Enciclopedia de Andalucía cuando nombraron Papa a Juan Pablo II y decidió seguirlo por todo el mundo. Homenaje al que se sumaron otros colegas: el padre Lezama, el padre Chamizo. Y compañeros de Testigos Hoy: Miguel Ángel Soler, retratista de su sonrisa, Adrián Ríos, Pablo Enríquez. El pregonero del 93, acompañado en este homenaje por Charo Padilla, la única mujer que se ha subido al atril de las Glorias.

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