El peso de la Fama

Galardones Los premiados fueron arropados en un paraninfo donde no cabía un alfiler

La Hispalense entrega sus Premios Fama para reconocer la trayectoria investigadora de cinco de sus profesores destacados en las Ciencias, la Técnica y las Humanidades

López Bareno, Pérez Escolano, Álvarez Santaló, Joaquín Luque, Domínguez Machuca y María José González, esposa de Ernesto Carmona.
Luis Sánchez-Moliní

03 de junio 2009 - 05:03

"Todas las famas vuelan, excepto ésta de bronce y peana de mármol". Los que han sido alumnos del catedrático de Historia Carlos Álvarez Santaló conocen bien su fina ironía, de la que siempre se desprende alguna enseñanza. Era su forma de agradecer a la Universidad de Sevilla el Premio Fama en la modalidad de Arte y Humanidades recién concedido por su trayectoria investigadora que le ha dado fama internacional. Junto a él, los otros premiados en esta tercera edición de unos galardones que van cogiendo solera por la calidad de sus elegidos: José López Barneo, en la modalidad de Ciencias de la Salud; José Antonio Domínguez Machuca, en Ciencias Sociales y Jurídicas; Víctor Pérez Escolano, en Ingeniería y Arquitectura; y Ernesto Carmona Guzmán, en Ciencias. El premio de este último lo recogió su mujer, María José González Vilches debido a que el prestigioso investigador químico se encontraba dando conferencias en diferentes universidades suizas, algo nada extraño si se tiene en cuenta el perfil internacional de los elegidos por los Premios Fama.

Como escenario de la ceremonia, un Paraninfo a rebosar. Quedó claro una vez más que la Hispalense necesita un salón capitular con más capacidad para sus grandes actos. De ahí la reivindicación de un miembro del público: "A ver si con la remodelación de la Fábrica de Tabacos aprovechan y amplían el Paraninfo".

En un tono más oficial y técnico, el profesor López Barneo, tuvo palabras para la que es la niña de sus ojos: el Instituto de Biomedicina de Sevilla, del que es director. "Existen pocos lugares en España e, incluso, en Europa donde la simbiosis entre la universidad y la sanidad estén funcionando mejor que en Sevilla". Pero también hubo tiempo para realizar una reflexión sobre la universidad pública. Para este experto mundial en fisiología molecular, "la igualdad de oportunidades sólo se logra con la selección de los mejores".

El tono humorístico y desenfadado volvió con Domínguez Machuca, un referente en el ámbito del simulacro empresarial que comenzó siendo profesor "por casualidad". "Yo ganaba más como tuno tocando en los restaurantes que como profesor en los principios", dijo después de mostrar su "satisfacción por lograr el premio tras años de trabajo en los que las condiciones no eran tan favorables como las actuales". Como ejemplo puso aquella época en la que los investigadores tenían que hacer cola en el Centro de Cálculo con sus tarjetas perforadas para usar un ordenador que, comparados con cualquier portátil actual, eran auténticas tortugas informáticas.

Toda cara tiene su cruz y Víctor Pérez Escolano volvió al tono profesoral en una intervención en la que no rehusó a la crítica al recordar "los momentos convulsos en los que viven las escuelas técnicas debido a Bolonia". Posteriormente, el rector Joaquín Luque le respondería con elegancia dialéctica al recordarle que "todo cálculo de estructuras conlleva también un cálculo de tensiones. Estoy convencido de que al final todos llegaremos a un acuerdo".

El discurso de Luque fue una encendida defensa de la universidad pública y de su doble faceta docente e investigadora. Asimismo, destacó el esfuerzo realizado por la Hispalense en incentivar la investigación: "En lo que va de siglo XXI, la Universidad de Sevilla ha multiplicado por cuatro el presupuesto de investigación, que este año se aproxima a los 70 millones de euros".

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