De tal pelo, tal astilla
Historia de una saga Estirpe de peluqueros con denominación de origen
El abuelo extremeño abrió la primera barbería en 1927 · De la miseria al 'glamour', del 29 al 92, los tres nietos de aquel pionero, hijos de Melado, mantienen viva la llama
Antonio Melado Cansado también era de la generación del 27, ese grupo de poetas en el que convivían las calvas de Dámaso y Aleixandre, la melena de Alberti, la gomina de Cernuda o el flequillo de Lorca. Antonio Melado Cansado inició en tan poético año su relación con la barbería. Había nacido en el pueblo extremeño de Burguillos del Cerro. Se casó con Palmira, serrana de Constantina, y empezó como oficial de barbería en la plaza del Pelícano, en el mismo local donde su anterior inquilino, Máximo Castaño Labrador, simultaneaba el corte de pelo con la extracción de muelas. Pura semiótica. Cada vez que el aprendiz salía a la puerta y golpeaba una lata de conservas con un palo, todos sabían que don Máximo estaba sacando una muela. El aprendiz acallaba con su partitura los gritos del paciente.
El barbero extremeño se estableció en la plaza de San Julián. Hay testimonio fotográfico de la barbería con Antonio Melado Cansado, su primer oficial, Juan Ferrera de la Concha, que como emigrante había vivido los bombardeos de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, y un adolescente barbilampiño: Manuel Melado Prado, segunda generación, árbol capilar del que han brotado tres ramas frondosas, sus hijos José Manuel, Antonio y Miguel Ángel. Los tres siguieron sus pasos.
Los tres nietos de aquel pionero vinieron al mundo con una precisión matemática, puro ridogón de números pares: 1966 (José Manuel), 1968 (Antonio) y 1970 (Miguel Ángel). Las dos hembras, Rocío y Elisa, se desvincularon del oficio, asunto de varones. El padre de los tres vivió el itinerario del oficio: tras el derribo del solar de San Julián, se estableció en la plaza de los Carros, de donde pasó a los Azahares, el Alameda Multicines en el fugaz esplendor del Festival de Cine, y finalmente en calle Amor de Dios, donde sigue.
José Manuel, el primogénito, fue desertor de los estudios. Le encanta el trato con la gente. En la Expo tuvo en su peluquería de la calle Arjona a Vittorio Gassman y ahora tiene a Mariano Peña, el Mauricio de Aida. Pese a la cercanía de su local a la estación de autobuses -a la de trenes cuando abrió en 1989-, no es negocio de transeúntes. "Sólo ocurrió eso cuando se hacían las obras de Chapina. Venían muchos camioneros". Hace una década, la primera rama del árbol delegó el oficio en un empleado y trabaja como agente de la propiedad inmobiliaria.
Antonio está a punto de cumplir 25 años de oficio en el local matriz de Amor de Dios. De niño soñaba con ser piloto de avión. Cursó estudios de Artes Aplicadas al Metal -vulgo orfebre- y terminó Magisterio. Devora los libros de Historia, acaba de terminar la lectura de las Memorias de un calvo único llamado Winston Churchill y se casó con una galesa que da clases de inglés en el San Francisco de Paula. Su dominio del idioma consorte ha convertido la peluquería en consulado de cabelleras foráneas, incluidos los franceses que acuden buscando al barbero de Sevilla incluido en una guía turística como un souvenir.
Miguel Ángel, el pequeño, arquitecto frustrado, se especializó en peluquería deportiva en el gimnasio Sato Sport. Por sus manos han pasado cabezas de muchos futbolistas de Sevilla y Betis, incluidos algunos de los que ha nombrado su padre en los trece años que lleva como speaker en Heliópolis. Del banquillo a su banca de barbería fueron entrenadores como Chaparro, Caparrós o Juande Ramos, a quien le cortó el pelo antes de que en Londres le cortaran la cabeza. Con otro socio, tiene una empresa de instalaciones deportivas especializada en césped artificial y pistas de paddle.
Los tres siguieron los pasos profesionales de su padre, de este barbero nacido en el 40 que vivió los tiempos de la miseria y la revolución francesa del corte a la navaja. "Las mujeres se paraban en la calle para verla, era una novedad absoluta". Más difícil era emular a su progenitor en sus restantes facetas, esa exagerada vida, como la de Martín Romaña, que le ha llevado a ser actor de cine, compositor de sevillanas en los tiempos gloriosos del género, poeta, recolector de anécdotas (No me río que me asfixio) y cultivador de géneros tan dispares como la marcha procesional -le puso letra a Rosario de Montesión- o la novela erótica. Su letra de sevillana Pueblo Somos la incorporaron a su repertorio Cantores de Hispalis y la asumió el Ejército, no sin que su autor consiguiera que a su hijo pequeño le permutaran el destino castrense en San Fernando por la más placentera vida de chófer de un comandante.
Actores, pintores, economistas, cofrades, deportistas, políticos, gente del común. Los Melado siguen enarbolando la bandera de la barbería con un denominador común que exhiben como legado de familia. "Aunque cada uno tenga su estilo", dice José Manuel, "defendemos siempre una peluquería artesanal, artística, nada comercial. No echamos en diez minutos una cabeza a la calle".
Manuel Melado es padre de cinco hijos y abuelo de cinco nietos: Elisa, José Javier, Iván, Elena, Miguel. La cuarta generación que es todavía una incógnita en términos de brocha y tijera, aunque el mayor de los tres nietos disfruta con su abuelo en la cabina de speaker y juega a los pareados con los nombres de los futbolistas.
También te puede interesar
Contenido ofrecido por St. Mary’s School Sevilla
Contenido ofrecido por CEU en Andalucía