"Hemos pedido asilo a Europa"

Juanma Mellado.
A. S. A.

25 de marzo 2013 - 05:03

Dado que ningún país de Europa obliga a usar el casco en las bicis que circulan por ciudad, las entidades ciclistas españolas agrupadas en la coordinadora estatal ConBici han acordado pedir Asilo ciclista ante las embajadas y consulados de algunos países de la Unión Europea con leyes favorables y no discriminatorias de la bicicleta, explica Juanma Mellado, presidente de A Contramano. Esta entidad sevillana se unirá al grupo de ciclistas urbanos de Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Sevilla, Murcia, Palma de Mallorca y Marbella con este cometido.

Un reciente estudio científico publicado en 2012 por la principal autoridad europea de seguridad vial (el Consejo Europeo de Seguridad en el Transporte) sobre las políticas de seguridad de bicicleta en la Unión Europea dice que "el uso del casco no debería ser obligatorio" (página 47) y "al ofrecer una cantidad adicional de protección a los ciclistas, aunque limitada, se debería animar a los ciclistas a llevarlo".

Patrocinado por la Comisión Europea, el Consejo de Seguridad Vial Alemán y la Fundación Mapfre, recomienda "investigar más para mejorar la protección que ofrece y el tipo de colisión en la que es útil" y concluye que las campañas deberían insistir "con explicaciones claras" en que "el mejor modo de reducir daños y muertes entre ciclistas es evitar colisiones" y explicar "el empleo apropiado de cascos" porque "si no son atados con correa y asegurados correctamente, no protegen la cabeza del ciclista".

En el extremo contrario, la revista de la DGT publicó en 2003 un estudio de la Facultad de Farmacia (departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública) de la Universidad de Granada citando el efecto protector del casco: "Evita la mitad de las lesiones en cabeza y podría evitar una quinta parte de las muertes". Se basaba en casi 27.000 accidentes de ciclistas entre 1990 y 1999. Según ese estudio, de los accidentados que usaron el casco murieron menos (3,8%) y sobrevivieron la mayoría (96%), frente a la mayoría que murieron (95%) y se salvaron 4,8% por no usarlo. Los autores piden prudencia a la hora de extrapolar estos datos a la realidad y recomiendan hacer nuevos estudios. Nadie lo ha hecho aún.

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