"El paso del tiempo y el olvido están matando a mi pueblo"
Son y están
Aquel niño saharaui que nació en el desértico exilio argelino y, a los 7 años, llegó a unafamilia sevillana para un verano de paz y piscina es un universitario de Informática, Derecho Internacional y Filología Árabe que lleva 11 años en Sevilla alejado de padres y hermanos sin olvidar un solo día por qué tiene que esforzarse y cuál es su razón de ser
ES un saharaui de 21 años que aún no ha pisado el territorio de su nación. Nació en los campamentos de refugiados de Tinduf, en el desierto argelino donde malviven a diario 250.000 personas. Sevilla y su provincia son su patria de acogida desde que tenía 10 años. Llanto y desgarro le provoca el seguimiento, a través de los medios de comunicación, del apartheid implantado por Marruecos en El Aaiún, capital de una geografía física y humana que la legalidad internacional no reconoce como soberanía marroquí aunque tolere su ocupación. 35 años después de la invasión ordenada por Hassan II y de la retirada española sin consumar legalmente la descolonización, en Naciones Unidas aún no se ha sustanciado ni un referéndum de autodeterminación ni un acuerdo que fije cuál es el futuro del pueblo saharaui. Él duerme cada noche en Bellavista, y, a miles de kilómetros, sus padres y tres hermanos siguen en el limbo del horizonte más difuso del planeta. A su vez también desconectados de otros familiares sojuzgados en El Aaiún.
-¿Cuándo llegó a Sevilla?
-La primera vez fue en 1996, en el programa Vacaciones en Paz. Me dio cobijo una familia de profesores en Sanlúcar la Mayor. Al año siguiente, estuve en verano con la familia de un guardia civil de Marchena, los sigo viendo porque son entrañables. Y en 1998, mi última opción por turno de edad, me tocó con un matrimonio de Dos Hermanas, sin hijos. Son Diego Moreno Peralta, obrero de la construcción, y Purificación Ramos Andrés, ama de casa. Dos personas excelentes. Le propusieron a la Asociación de Amistad con el Pueblo Saharaui que me quedara estudiando aquí y ellos se hacían cargo de mí en régimen de acogida.
-¿Cómo reaccionó su familia?
-Aceptó porque pensaron en mí. Yo, como todo niño que no quiere vivir despegado de sus padres, lo pasé mal. Hasta que comprendí que más duro es para una madre decidir que se lleven a su hijo. Fue un cambio que me obligó a hacerme fuerte mentalmente. A pensar por qué hemos de sufrir este calvario, si merece la pena vivir así.
-¿Cuántas veces los ve cada año?
-Tuve que esperar cinco años para verlos, porque la burocracia tardó todo ese tiempo en concederme un pasaporte argelino. Mi país, la República Arabe Saharaui Democrática, es una nación en el exilio y todo queda dificultado en extremo. Desde 2006 vivo el proceso inverso, las vacaciones las paso con mi familia biológica, en los campamentos. Ahora soy un emigrante en los dos mundos.
-¿Qué vida pueden hacer en esos campamentos?
-Totalmente limitada. Garantizarse la manutención, hacer trámites con los técnicos de la ONU, de Acnur o del Minurso, y poco más. No es que maten el tiempo, es el paso del tiempo el que está matando a mi pueblo.
-¿Le costó mucho integrarse en la vida de colegio y de barrio?
-Estudié en el Colegio Los Montecillos (un barrio de gente humilde donde la droga ataca mucho) y en el Instituto Torre de Los Herberos. Cuando empecé, yo tenía un nivel educativo muy bajo. Era un niño beduino que nunca había ido a una escuela como las de aquí. Lloraba pensando en mi abuelo y sus camellos, en su vida pausada. Pero estaba concienciado a esforzarme mucho, para eso estaba lejos de mi tierra. Mi motivación para estudiar era mayor que la del resto de la clase. Por eso saqué buenas notas, también en selectividad.
-¿Fue libre para elegir sus estudios universitarios?
-Sí. Opté por la carrera de Informática, ahora estoy en segundo curso, en la facultad de Reina Mercedes. Y por libre también estudio Derecho Internacional y Filologìa Árabe, quiero conocer mejor las estructuras de mi lengua materna. La matrícula de todo es gratuita, por el convenio de la Universidad de Sevilla con nuestra República.
-¿Su familia de acogida comparte la causa política saharaui?
-Sí, está muy implicada. Si hubiera procurado únicamente darme felicidad, sin asumir mi realidad, no me hubiera hecho plenamente feliz. Participan en campañas de concienciación, recaban alimentos para enviarlos con la Caravana de la Paz, etc.
-¿Ya no vive con ellos?
-Los veo, pero, cuando cumplí 18 años, decidí independizarme y estoy en la Residencia Blanco White. Querían que siguiera bajo su techo, pero lo coherente es buscarme poco a poco el sustento.
-¿Cuál es su misión en Jóvenes por una Causa?
-La asociación se creó en España en 2004, por estudiantes e intelectuales que están aprovechando la oportunidad de vivir y trabajar en España, y quieren contribuir a defender nuestra causa. Nos comunicamos a través de Skype. Soy secretario general desde 2007.
-Antes de 1975, ¿qué vida tenían sus padres?
-Residían en El Aaiún. Mi padre, durante 25 años, fue policía y soldado español. Tras la invasión marroquí y el abandono de España, se pasó al Frente Polisario, estuvo combatiendo. Mi padre apenas sabe leer y escribir, pero mi patria en el exilio ha sido capaz de darnos estudios universitarios a los cuatro hermanos. En cuatro países distintos: España, Cuba, Libia y Argelia.
-Le habrá dado miles de vueltas a esa fecha fatidica.
-Sí, tantas como explicar todo lo que se desconoce de nuestra historia. Fuimos independientes hasta 1884. Entonces empezó la colonización española. Antes de la invasión marroquí en 1975, España ya había iniciado los pasos para otorgar un estatus de autonomía al Sahara como paso para un referéndum de autodeterminación. El vacio de poder que intuyó Hassan II, aprovechando la agonía de Franco, le dio alas para una maniobra que frenó la contestación interna a su reinado. Y lanzó la idea del Gran Marruecos, queriendo también ocupar Ceuta y Melilla.
-¿Admite que los aliados del Frente Polisario estaban todos en sintonía con la URSS?
-La realpolitik de la guerra fría se superpuso a los factores singulares del conflicto. No es que eligiéramos aliados, ellos nos eligieron a nosotros para impulsar nuestra revolución. Estados Unidos, Francia e Israel son los grandes aliados de Marruecos. Los gobiernos españoles se lavaron las manos, pese a la gran solidaridad que el pueblo español tiene con nosotros. En ese contexto geoestratégico, el Frente Polisario no tenía ideologia socialista ni comunista, sólo la defensa del pueblo saharaui.
-¿Qué estima tiene hoy su pueblo ha cia el Polisario?
-Está desprestigiado entre buena parte de la población. Sus dirigentes se han acomodado a pedirle a la población que esperen. ¿Qué vamos a esperar, 35 años después?
-¿La huelga de hambre de Aminatu Haidar y el campamento a las afueras de El Aaiún representan a la nueva generación de saharauis como usted?
-El campamento no tiene nada que ver con el Polisario, que no está presente en la población sojuzgada por Marruecos. El campamento surge como una medida de presión por el tremendo ostracismo que sufren los 350.000 saharuis que quedan en nuestra tierra, del millón que somos. La población marroquí enviada a ocupar el Sahara tiene trabajo y bienestar, pero ellos no. Es una movilización individual y social ante la falta de derechos y libertades.
-¿Por qué naciones menos alineadas no se interesan por su causa?
-España es quien debía haber comunicado bien al resto del mundo cuál es el contencioso. Poca gente sabe que Marruecos ha construido el mayor muro que hay en el mundo. Mi padre tiene tres hermanos en el territorio ocupado por Marruecos, y no han podido reencontrarse ni una vez en 35 años. España traicionó a los saharauis. Mi padre aún recuerda cuándo vio a Felipe González en los campamentos, prometiendo defendernos. Cuando llegó a La Moncloa, no lo hizo.
-¿Qué opina de la actitud del Gobierno Zapatero?
-Ha decepcionado aún más que sus antecesores. Ya no defiende ni a los periodistas españoles. Si Marruecos dice que no tiene nada que ocultar, ¿por qué censura de tal manera la presencia de la prensa internacional? España consiente el permanente chantaje de Marruecos. Hay complicidad entre ambos gobiernos. Y callan intereses muy preocupantes.
-¿Qué sabe de su familia en El Aaiún?
-Casi nada, las comunicaciones son imposibles. Uno de mis tíos estuvo 25 años encarcelado. Cuando salió, estaba con la mente perturbada. Lo habían torturado. Y murió atropellado. Como otros muchos saharauis. La respuesta de las autoridades marroquíes es siempre la misma: "Se echó encima de un coche que circulaba". Pero cuando se piden datos del vehículo y el conductor, nunca los facilitan. Son muertes que no se investigan. Los cascos azules tampoco. Sospechamos que los matan.
-¿Sus padres y sus tíos no pueden comunicarse entre sí?
-De 1975 a 1997, fue imposible cualquier contacto entre las dos ramas de la familia, no sabían si estaban vivos o muertos. Cuando intervino en el proceso de paz James Baker, secretario de Estado norteamericano, hubo un periodo de mínima apertura. Y mis tíos de El Aaiún pudieron mandar un cassette con sus voces. Y también alguna carta. Por supuesto, hablando de modo muy plano y sin referencia alguna a política, porque pasaban el control de la censura marroquí. Ese periodo duró pocos años, y pronto volvió la cerrazón total. Minurso es la única misión de Naciones Unidas que no hace respetar los derechos humanos. Son unos peleles. No atajan los incidentes, se limitan a patrullar y escurrir el bulto.
-¿Augura un conflicto armado?
-El pueblo saharaui exige el derecho a la autodeterminación y lo hace por vías pacíficas. Es la comunidad internacional, con su cerrazón, la que está obligando a los saharauis a buscar otras vías para sobrevivir.
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