El pasado milenario del Guadalquivir entre Sevilla y Cádiz emerge con las recientes inundaciones

Las recientes inundaciones en la AP-4 recuerdan a la antigua bahía entre Cádiz y Sevilla, que ocupaba 60 kilómetros de ancho y se extendía hacia el interior unos 100 kilómetros

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Recreación del Lacus Ligustinus con una imagen de la AP-4 inundada
Recreación del Lacus Ligustinus con una imagen de la AP-4 inundada / M. G.

Sevilla/Un fenómeno geográfico histórico se pone de manifiesto con las últimas inundaciones entre Sevilla y Cádiz. El Lago Ligustinus, una inmensa bahía que antiguamente conectaba las provincias de Sevilla y Cádiz, parece reaparer parcialmente tras las intensas precipitaciones provocadas por el reciente tren de borrascas que afecta a España. Las lluvias torrenciales han anegado considerables extensiones de terreno que formaban parte de esta antigua formación marítima, devolviendo temporalmente al paisaje su configuración milenaria.

Este antiguo accidente geográfico, formado por las aguas del Guadalquivir en su desembocadura al Atlántico, constituía una enorme bahía que se extendía unos 60 kilómetros de ancho y penetraba más de 100 kilómetros hacia el interior desde la actual línea costera.

Hasta hace aproximadamente 6.000 años, el Guadalquivir vertía sus aguas en el denominado Golfo Tartésico, cuando el mar cubría lo que hoy conocemos como el Bajo Guadalquivir, incluyendo los terrenos donde posteriormente se asentaría Sevilla.

La extensa bahía se estrechaba a la altura de Coria del Río y Dos Hermanas, en el llamado Estrecho de Caura, y continuaba hacia el norte entre las elevaciones del Aljarafe y los Alcores, que constituían parte del litoral entre el 4000 y el 1000 a.C.

Proceso de transformación geológica

El proceso de colmatación de esta enorme bahía se produjo mediante la acumulación de sedimentos principalmente continentales, que posteriormente dieron origen a las actuales marismas del Guadalquivir. Según refleja un estudio de la Universidad de Sevilla, la transformación avanzó inicialmente con mayor rapidez en el denominado Lago Ligur, formando pequeñas islas que gradualmente se fusionaban entre sí creando tierra firme.

En la profunda bahía del Guadalquivir, sin embargo, este proceso de sedimentación progresaba más lentamente debido a la influencia de las mareas. El relleno continuo de sedimentos, transportados por las crecidas fluviales, las mareas, las corrientes marinas y las tormentas atlánticas, junto con la arena arrastrada por el viento, ha configurado a lo largo de milenios los distintos ambientes que caracterizan actualmente el bajo Guadalquivir.

Sobre este acontecimiento, José Ángel Ríos ha señalado que "la naturaleza recupera lo que es suyo", una reflexión que cobra especial relevancia ante el espectáculo natural que representa la reaparición parcial de esta antigua formación geográfica bajo las actuales circunstancias meteorológicas.

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