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La Cartuja se consolida como un distrito tecnológico y singular de Sevilla

Economía e innovación

La tecnópolis creada sobre el legado del 92 dibuja su estrategia para seguir creciendo, tras aumentar su volumen un 15% en el último lustro

Al menos cuatro proyectos dibujarán un horizonte nuevo a medio plazo en un recinto que será referente mundial en 2020

¿Cuáles son los retos pendientes y quién los asumirá?

La estética del recinto sorprende en algunos lugares de la isla. / José Ángel García
María José Guzmán

06 de octubre 2019 - 06:00

La Cartuja sigue siendo una isla. Más o menos, matizan algunos de los que trabajan en este recinto heredado de la Expo del 92. La percepción popular de abandono y jaramagos es muy sevillana pero no coincide exactamente con la que tienen los más de 17.000 trabajadores con los que cuenta un recinto donde resulta mucho más fácil conectar con el mundo que con el territorio que queda al otro lado del río. Y es por ello que las dimensiones de la tecnópolis que ha superado todas las previsiones y brilla ahora como referente dentro y fuera de España siguen siendo desconocidos para el público más local. “Si algunos escucharan que el parque puede generar 10.000 empleos más en poco tiempo seguro que abrirían sus ojos”, comenta Beltrán Calvo, presidente del Círculo de Empresarios de Cartuja.

La cifra no es exagerada. Sólo en los últimos cinco años el empleo ha crecido un 14% en la tecnópolis, que empezó su andadura en 1993 con seis empresas y que hoy cuenta con 459, según el último balance oficial. El milagro se produjo en un camino lleno de obstáculos. Jaime Montaner, que fue presidente de la llamada entonces Cartuja 93, suele recordar cómo muchos decían que aquello no saldría adelante. Fue en una primera etapa (1993-2000) muy difícil que se salvó porque el lugar era realmente privilegiado, recuerdan algunos de los empresarios pioneros, como José Luis Manzanares, de Ayesa. Luego vino otra etapa (2000-2011) en la que hubo un aceleramiento de la actividad, coincidiendo con una época de bonanza económica y proyección que la crisis se encargó de frenar y dio paso a otro periodo más negativo, de estancamiento pero no de retroceso, que se ha prolongado hasta 2017, cuando se ha recuperado el volumen de 2012. La economía de la isla, basada en el conocimiento, la innovación, la tecnología... es muy resistente y da fuerza para iniciar ahora una cuarta edad de crecimiento sostenible que ya se confirma.

A falta de conocer el último balance de 2018, que aún no se ha hecho público, en los últimos cinco años el empleo y la facturación han aumentado casi un 15% y se han superado las mejores expectativas. Sólo basta con repasar las previsiones de los primeros gestores, que calcularon que, a pleno rendimiento, en el parque trabajarían 3.000 personas. Ya se ha triplicado la cifra y se facturan 2.200 millones de euros al año.

Tras el 92 las grandes multinacionales que construyeron incluso pabellones se fueron de la Cartuja. El logro es el de las pequeñas pymes sevillanas y andaluzas que hicieron realidad el proyecto y crearon sinergias y nuevas formas de trabajo exitosas. Una oferta tecnológica y científica que se complementa también con la formativa y la comercial. “Aquí se ha montado un entorno no sólo estético, que también, sino colaborativo, creativo e innovador envidiable”, comenta Calvo, que es consejero delegado en Isotrol.

Las cuatro áreas de la Cartuja

Área científica. A 459 empresas se suman centros de investigación, escuelas de negocio y entidades públicas de apoyo a la innovación y asociaciones empresariales.

Área formativa. La actividad del PCT Cartuja está muy vinculada a la Escuela Superior de Ingeniería de la Universidad de Sevilla. También está la Facultad de Comunicación de la US y escuelas universitarias privadas (Ceade y Centro Universitario San Isidoro). Relevante es también la Universidad Internacional de Andalucía.

Área cultural. El Parque cuenta con una amplia oferta cultural, encabezada por el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, al que se suma el Teatro Central, la Fundación Tres Culturas, los auditorios de la SGAE, Rocío Jurado y Caixafórum. Además de salas como el Cartuja Center o Box.

Área deportiva. Situada en el Norte del PCT, el área deportiva incluye el Estadio de la Cartuja, en estos momentos clausurado por deficiencias que impiden su uso, las Instalaciones Deportivas Isla de la Cartuja y el Centro Especializado de Alto Rendimiento de Remo y Piragüismo. Las principales zonas de ocio son el Parque del Alamillo e Isla Mágica. Y ahora se sumará en breve un tablao flamenco.

La imagen general que proyecta la Cartuja se suele resaltar como un entorno único en el mundo: una isla de 200 hectáreas (aunque dentro de la valla que delimita el perímetro del parque sólo hay 50) abrazada por el Guadalquivir y a escasos minutos del centro de Sevilla. Hay muchas luces, también algunas sombras. Hay algo de verdad en esa crítica al abandono, pero se concentra en determinados puntos: el canal y tres grandes avenidas como son el Camino de los Descubrimientos, Marie Curie y Carlos III.

Las estadísticas muestran una evolución incontestable, pero el foco se pone ahora en el futuro y en las distintas responsabilidades de las partes implicadas: la Junta de Andalucía, el Ayuntamiento y las propias empresas.

Ciclistas por el recinto de la Cartuja. / José Ángel García

Cartuja es un barrio de Sevilla, pero no es un barrio más. En eso coinciden muchos empresarios, conscientes de que evitar algunos riesgos y encontrar el equilibrio en este territorio no es tarea fácil y que hace años que reclaman un tratamiento diferenciado por parte de la Junta de Andalucía, a quienes exigen un plan estratégico y hasta una legislación específica, y también del gobierno municipal, que este mandato cuenta con un delegado más centrado en la Cartuja, que dependerá de la delegación de Economía y Universidades, en manos de Fran Páez: “Vamos a intentar que el distrito tecnológico y cultural sea reconocible e identificable como concepto dentro y fuera de Sevilla”, apunta recordando que la promoción de la ciudad incluye como una realidad diferencial al parque tecnológico.

Farolas instaladas hace 27 años y rotas lucen aún junto al canal seco de la Cartuja, imagen de abandono. / José Ángel García

Que el fantasma del jaramago no desaparezca del todo tiene mucho que ver con la gestión que se ha hecho de la Cartuja donde, urbanísticamente, se ha invertido poco o nada durante muchos años. Esto explica que haya zonas mejor conservadas y limpias, la que mantienen los propios empresarios con sus fondos. Es cierto que en los últimos años hubo inversiones municipales, claramente insuficientes.

La isla se ha consolidado como una reserva urbana, para bien y para mal. Más de una década lleva hablándose en el Ayuntamiento de Sevilla del distrito tecnológico. Hace una década incluso llegó a anunciarse su puesta en funcionamiento, pero desde entonces lo único que ha habido son acercamientos más o menos acertados. En el último mandato se realizaron algunas inversiones en calles y puentes, y se ensayaron mejoras en materia de movilidad, con la experiencia piloto de una lanzadera y el acuerdo para la habilitación de 3.000 aparcamientos en Carlos III.

¿Es la movilidad hoy un problema? Sí. Sobran coches básicamente. Hay alternativas, ya anunciadas. La última, un sistema de aparcamiento inteligente desarrollado por Telefónica y anunciado hace unos meses. La asociación Legado Expo ha aportado hasta otras cinco soluciones y la más revolucionaria sería la que se incluye dentro del proyecto elaborado por Endesa, pendiente de empezar a ejecutarse, para convertir la isla en 100% renovable y que contempla aparcamientos cubiertos en la banda oeste. ¿Y si desde ese gran parking se facilitara un transporte eléctrico para moverse por la isla? La pregunta es del presidente del círculo y hay muchos que aplaudirían la iniciativa.

El Ayuntamiento pone especial énfasis en la puesta en valor del complejo de Torre Sevilla y del nuevo parque de Magallanes, pero la verdad es que son proyectos privados que, eso sí, han revitalizado la zona y, a pesar de las dudas iniciales, hoy puede decirse con informe en mano que genera un impacto de 1.200 millones. Las oficinas, el centro comercial y el Caixafórum han hecho crecer un 1,28% el PIB de Sevilla y generado más de 2.600 empleos.

Esfera bioclimática, legado de la Expo. / José Ángel García

Hay otros proyectos en marcha que dibujarán un nuevo horizonte en la isla y en los que el Ayuntamiento también se atribuye parte del éxito: al ya citado de Endesa, que generará una isla completamente autónoma en cuanto a consumo energético, se suma Cartuja Qanat, con cinco millones de euros de fondos europeos que permitirán remodelar de manera más sostenible el parque. Hay un tercer gran proyecto: la construcción, junto al Caixafórum, de un edificio para el Centro Común de Investigación (Joint Research Center, JRC) de la Comisión Europea en Sevilla, una sede fija de la UE en la capital con gran potencial para atraer a otros organismos europeos. El cuarto proyecto saltaría el río por el norte para unir con un eje la Cartuja con las antiguas naves de Renfe, donde se han iniciado las obras para crear una incubadora de empresas tecnológicas.

En la tecnópolis hay empresarios que no acaban de ver esta conexión, sobre todo, porque todavía queda espacio disponible en la tecnópolis. Solares y edificios vacíos que dan un margen de crecimiento considerable. Uno de ellos es el del antiguo Palenque y en los mentideros cartujanos se dice que sería el lugar ideal para Endesa. El gran reto del parque sigue siendo atraer a grandes multinacionales que ejerzan de tractoras.

La Junta de Andalucía, que tiene mayoría en la sociedad que gestiona la tecnópolis, cree que Cartuja es una gran herramienta para cambiar el modelo productivo en Andalucía y ha sido ejemplo para el resto de parques andaluces. Así lo defiende el consejero de Economía, Rogelio Velasco, que ha acompañado al director del parque, Luis Pérez, a la conferencia mundial de Nantes. Allí se ha dado el relevo a Sevilla para que organice en 2020 la próxima cita. Un logro de todos del que hace especial gala el Ayuntamiento de Sevilla. “Cartuja se visualiza fuera como un potente centro productor de tecnología y ese empoderamiento hará que tenga más presencia en la ciudad en los próximos meses”, comenta el delegado municipal.

El balance que presentará la Junta en unos días refleja un crecimiento, a nivel andaluz, de casi un 10% en las tecnópolis andaluzas, lideradas por Cartuja que es probable que ronde los 2.500 euros de facturación y se acerque al medio centenar de empresas instaladas. Datos que confirman que el parque tecnológico es una realidad asentada y que otro de los retos es que los sevillanos se lo crean.

Beltrán Calvo, presidente del Círculo de Empresarios de la Cartuja. / Víctor Rodríguez

Beltrán Calvo:“Hay que lograr que Cartuja esté arriba en la lista de prioridades de las administraciones”

Beltrán Calvo, presidente del Círculo de Empresarios de Cartuja, mira el edificio que ocupa su empresa en la Cartuja y asegura que ahora no sólo está lleno, sino que necesita más espacio. Es uno de los termómetros al alcance de cualquier trabajador de Cartuja para comprobar el crecimiento constante del parque tecnológico. “En el 92 esto fue un foco de atracción mundial, cada día se recibía en este recinto a 100.000 personas, pero eso duró seis meses; ahora hay más de 30.000 cada día”. Lo dice convencido de que las cifras de empleo pueden duplicarse en unos años y de que no hay otro parque igual en el mundo, por su singularidad. “Cartuja tiene elementos diferenciales que hay que potenciar: esto no es un barrio más, necesitamos un tratamiento distinto, incluso legislativo, para evitar que entre la especulación inmobiliaria o empresas de una naturaleza que desvirtuaría el entorno tecnológico creado”, apunta Calvo, satisfecho de la oferta cultural y deportiva que complementa el parque, pero temeroso de la de ocio. “Nosotros no queremos que se quite la valla, no tiene sentido que se cierren los jardines y se abra este espacio”, añade. Para el Círculo urge que la Junta de Andalucía diseñe un plan para Cartuja, sólo hay un borrador, y el Ayuntamiento se vuelque en ese trato diferencial que aportará el distrito tecnológico: “Con 50.000 euros al año se quietarían los cuatro jaramagos de lso que tanto se ha ha hablado”, dice convencido de que hay que presionar para que esto sea una prioridad de las administraciones. El mantenimiento de una zona equivalente en extensión a la Cartuja en otro punto de la ciudad supone un coste anual de unos cinco millones de euros.

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