Las obras de la biblioteca universitaria no han empezado por falta de licencia
El edificio de Eritaña está en punto muerto pese a que el rector puso la primera piedra en junio. La situación financiera de la Hispalense es cada vez más complicada debido a los retrasos en los pagos de la Junta.
El pasado lunes 4 de junio un optimista Antonio Ramírez de Arellano, rector de la Universidad de Sevilla, convocaba a toda la prensa de la ciudad para colocar la primera piedra de la que se supone será la biblioteca central Rector Antonio Machado y Núñez, un edificio con el que, entre otras cosas, se pretende restañar las heridas dejadas por el abortado proyecto de Zaha Hadid en el Prado de San Sebastián, actualmente en proceso de demolición. Sin embargo, dos meses después no se ha realizado ningún trabajo en el solar ubicado en la Avenida de Eritaña, entre las traseras del Pabellón de México del 29 y el cuartel de la Guardia Civil. La causa, según fuentes universitarias, es muy sencilla: el Ayuntamiento aún no le ha concedido la licencia necesaria para iniciar los trabajos.
Sin embargo, lo más preocupante no es el retraso de la burocracia municipal, sino el casi alivio con el que se vive esta situación en la Hispalense, cuyos problemas de tesorería son cada vez mayores debido a los continuos retrasos de la Junta de Andalucía en transferir las partidas económicas necesarias para mantener en marcha una de las universidades más populosas de España.
Durante este mes de septiembre, los rectores de las universidades andaluzas esperan retomar las conversaciones con la Administración para conseguir normalizar el flujo de dinero, algo más que difícil en los actuales momentos de crisis económica. Es un secreto a voces que el Gobierno de San Telmo va a pedir en breve el rescate financiero al Ejecutivo nacional ante la imposibilidad de financiarse con normalidad.
La Universidad de Sevilla, de hecho, se encuentra en un momento más que complicado financieramente. Aunque hasta el momento no han peligrado las nóminas de la plantilla, el pago a proveedores se está realizando con cuentagotas. Si durante las épocas de bonanza se abonaban las deudas en un plazo de 45 días, ahora el retraso es considerable. En esta situación, la construcción y dotación de un nuevo edificio puede suponer más un engorro que una solución. Y, sin embargo, Antonio Ramírez de Arellano siempre ha defendido que la Hispalense necesita urgentemente una biblioteca central, una institución casi obligatoria para toda aquella universidad que aspire a estar en la primera división europea.
La nueva biblioteca, que llevará el nombre de Rector Antonio Machado y Núñez en memoria del abuelo de los poetas Antonio y Manuel Machado, es una auténtica fórmula de emergencia forzada por las circunstancias. Una vez que la Justicia tumbó el proyecto de Zaha Hadid en el Prado, la Hispalense se apresuró a anunciar que ya tenía un proyecto alternativo, el cual sería mucho más barato y rápido que el proyectado por la arquitecto angloiraquí. La solución pasaba por la reforma del proyecto realizado por el propio arquitecto de la Universidad e Sevilla, Miguel González Vílchez, para la Fundación de Investigación de la Hispalense. Entre otras ventajas estaba el bajo coste de la nueva infraestructura, que se supone costará unos cinco millones de euros, una auténtica ganga si se tiene en cuenta que el proyecto de Zaha Hadid estaba presupuestado en 22,5 millones. Eso sí, estamos hablando de dos edificios de calidades y dimensiones muy diferentes. Por lo pronto, se cambian los 9.000 metros cuadrados de superficie de la biblioteca del Prado por los 5.000 metros cuadrado que tendrá la nueva de Eritaña.
Entre otros espacios, se pierde el auditorio y la sala de exposiciones que iban para el uso de todos los ciudadanos. Además, se pierde completamente la pretensión de la Hispalense de convertir a su biblioteca central en un hito arquitectónico de Sevilla, un símbolo de la modernidad y calidad de la institución.
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