Una obra en la Plaza Nueva rescata vestigios vinculados al desaparecido convento de San Francisco
Los restos parecen pertenecer al antiguo Hospital de San José de la Orden Tercera
Se encuentran en el nuevo local de la Joyería Shaw
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El pasado resurge en la Plaza Nueva. Las obras de adecuación de un local comercial han sacado a la luz los restos de una columna y dos arcos que estarían vinculados al antiguo convento Casa Grande de San Francisco, fundado en el siglo XIII y derribado definitivamente en 1840. Estos vestigios, según las hipótesis que se manejan tras confrontar la documentación histórica, habría formado parte del antiguo Hospital de San José, perteneciente a la Orden Tercera Franciscana, que se levantaba en el extremo noroeste del convento, lindando con las calles del Naranjo (hoy Méndez Núñez) y de Catalanes (actual Albareda).
Los restos han sido hallados durante la obra del nuevo local de la joyería Shaw, como explicó a este periódico su propietario, Carlos Shaw: "Estaba tapado, aunque en algún momento estuvo abierto porque aquí estaba la Lotería de la Suerte, como pone en el letrero". La columna se ve que es reutilizada y por su gran altura se observa que perteneció a algún edificio importante. El capitel, por su parte, parece que no se corresponde con el fuste.
En este punto se encontraba el Hospital de San José de la Orden Tercera, que fue fundado en 1749 por Bartolomé de Urbina, comerciante y cargador de Indias que dio 15.000 pesos para esta fundación. En los planos dibujados por María José del Castillo Utrilla en su libro sobre el Convento Casa Grande de San Francisco, se observa cómo en este punto estuvo el llamado hospitalito, junto a las cocinas y otros elementos, que permanecieron tras el derribo del convento hasta que fueron transformados en locales comerciales. Félix González de León también habla de ello.
El profesor de la UPO Francisco Ollero Lobato, también se refiere al hospitalito en el capítulo De convento a espacio público que escribió para el libro El Ayuntamiento y la Plaza Nueva de Sevilla: “El llamado Hospitalito de San José, de la orden tercera seglar franciscana, era un ámbito formado por un patio, con dormitorios y una sala en cada piso, que tenia un oratorio con la imagen del titular. Daba su fachada a calle Catalanes. Era una institución autónoma, pero evidentemente relacionada con el Convento, a donde tenía acceso directo. Tras la exclaustración, pasaría a manos privadas, donde perduraría su oratorio; sus estructuras quedarían detinitivamente eliminadas con la apertura en 1946 de la actual calle Jaén”.
Un convento fundado en el siglo XIII
El convento Casa Grande de San Francisco de Sevilla fue uno de los más importantes de la ciudad. Fundado en el siglo XIII, coetáneo a San Clemente, ocupa una importante zona comercial en pleno centro de la ciudad, aunque en esa época el Ayuntamiento no se encontraba aquí.
Tras su fundación y la reforma religiosa que abandera el cardenal Cisneros y protagonizan, entre otros, el sevillano San Diego de Alcalá y San Pedro de Alcántara, en el siglo XVI comienza la gran época de esplendor del convento. La nobleza vuelve a acercarse a los frailes y adquiere terrenos anexos para construir sus capillas. "El convento también se convierte en el punto de salida de los franciscanos hacia América. Llegó un momento en el que hubo hasta 300 novicios", resalta Joaquín Egea, presidente de Adepa.
En el siglo XVI y XVII los más grandes artistas trabajan en el convento, como Pacheco o Murillo, que completa la serie de once cuadros para el claustro chico. También Martínez Montañés o la familia Roldán. En el convento tienen su sede importantes hermandades, como la de la Vera Cruz, con capilla propia desde 1478.
La cuesta abajo del convento se inicia en el siglo XVIII con la Ilustración y distintos avatares por los que atraviesa la comunidad. "La ilustración trajo un desprecio tremendo hacia los monjes. En el año 1700 se produce, además, un incendio que afecta a parte del convento".
La definitiva decadencia se produce en el XIX. Primero con la llegada de los franceses, que convierten los conventos en cuarteles. "El claro ánimo de los franceses es destruir. Se inicia un periodo muy desgraciado que concluye con el definitivo derribo". Tras la guerra con los franceses, en 1814, los frailes volvieron al convento
Tras los franceses, que habían expoliado buena parte del patrimonio de este convento, como de toda la ciudad, llegan los reinados de Fernando VII e Isabel II, pero la suerte de los frailes tampoco cambia. "Se les acusa de apoyar la causa Carlista. En 1834 se encarcela por ello a 20 religiosos. Y, en Madrid, de envenenar el agua. En 1835-36 se firme el decreto de Desamortización eclesiástica y las órdenes son disueltas y sus bienes pasan al Estado".
Entonces surge la idea de construir una gran plaza a espaldas del Ayuntamiento. Para ello, las pescaderías que había en la zona se trasladan a las Atarazanas. El convento empieza a derribarse en 1840 y ya es historia en 1844. Tan sólo se conserva el lateral de la calle Catalanes, hoy Albareda, que era la zona de cocinas, donde estaba este hospitalito al que corresponden los restos encontrados en el local de Shaw.
"Cuando vimos la columna nos quedamos extrañados por los restos de pintura o de metal que tiene, pero leyendo a Félix González de León habla como el patio de novicios estaba formado por columnas altas unidas por barras y cogidas por un aro al fuste. Probablemente este resto formó parte del patio y luego fue reutilizado", sostiene Egea.
Un convento poco estudiado
Pese a su grandeza y a toda la historia que le rodea, el convento Casa Grande de San Francisco está muy poco estudiado. Apenas existe el libro de la colección Arte Hispalense de María José del Castillo Utrilla. Por ello, Adepa solicita que se haga una investigación en la zona: "Con las técnicas actuales se podría hacer una buena planimetría sin tener que levantar el suelo. Los planos que se han dibujado no coinciden del todo con lo que relata Félix González de León. Queda mucho por descubrir, y la tecnología nos lo permite.
Los restos que quedan
Cuando se levantó la Plaza Nueva con motivo de la obra de peatonalización, se encontró una fuente del siglo XVI o XVII del antiguo convento. Fue desmontada y hoy está almacenada en el museo de Bellas Artes. La idea era que se pudiera instalar en Monsalves cuando se ampliara la pinacoteca. Otros restos que se pueden ver son el arquillo del Ayuntamiento, que era la entrada al convento, o la capilla de San Onofre, sede de la Adoración Eucarística Permanente y que perteneció a la Hermandad de las Ánimas.
Cerca, en la parroquia del Sagrario, se instaló el retablo de la capilla del Vizcaínos, una de las muchas que tenía el convento, con estructura arquitectónica de Francisco Dionisio de Rivas y esculturas y relieves de Pedro Roldán. En esta parroquia también se conserva el fabuloso púlpito realizado en mármol rojo y negro.
Parte de la cajonería de la sacristía fue llevada al franciscano convento de San Buenaventura, a San Andrés y otra parte a Santa Marina, aunque esta se perdió en el incendio de 1936.
El fantástico órgano, como se definía en las crónicas y publicaciones, fue a parar a la parroquia de San Bernardo. También se perdió en el asalto a este templo. La mesa de mármol que había en la sacristía está ahora en el Ayuntamiento..
A San Ildefonso, templo que se inaugura al tiempo que se derriba el convento, también fueron a parar algunas obras, como el altar de piedra.
Por su parte, la Orden Tercera se traslada a la iglesia de San Alberto, donde también van las imágenes de la Vera Cruz.
Adepa destaca la importancia del hallazgo y su acertada recuperación por los propietarios de la joyería Shaw, que lleva más de 60 años en la Plaza Nueva. Estos restos dan más valor al comercio, como ha sucedido con el bar Giralda de Mateos Gago, donde afloraron unos baños árabes. Por ello, Egea pide a los comerciantes y vecinos que si conocen la existencia de más restos que lo comuniquen. También espera que se destape la curiosidad y se pongan en marcha más estudios e investigaciones para conocer con mayor certeza la disposición e historia del convento.
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