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Los nuevos embajadores y la cúpula de la media naranja

Del Alcázar fueron al Archivo de Indias y San Telmo. Airbus, Konecta, Renault y Abengoa, en la recepción .

Uno de los muchos momentos en los que rompió el protocolo en la calle para saludar a los vecinos.
Francisco Correal

15 de junio 2013 - 05:03

Nada más entrar en el Salón de Embajadores, los dos, el príncipe heredero Naruhito y el alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, miraron hacia arriba. A la cúpula de media naranja que preside la estancia y cuyo significado era que por encima del monarca sólo se elevaba Dios. El emperador supremo. El asunto era divino, porque aquellos expedicionarios de 1613, tres años antes de que muriera Cervantes, buscaban "el Sol de la Cristiandad", como reza la exposición del Archivo de Indias cuyos visitantes pueden ver una armadura de samurái, una katana o un tanto japonés, daga corta que manejaban con la zurda.

Fue un encuentro entre el imperio del Sol Naciente y el imperio donde nunca se ponía el Sol. La historia les regaló largos eclipses de los que pretenden salir con la "colaboración mutua" (Zoido), actualizado la doble ruta misional y comercial. Ya no se trata, como entonces, de neutralizar la influencia holandesa y portuguesa; se trata de avalar a los nuevos embajadores. A la delegación nipona la aguardaban en el Real Alcázar Domingo Ureña, de Airbus, José María Pacheco, de Konecta, Ganesh Outtirapoullé, de Renault, y Javier Benjumea, de Abengoa y teniente de hermano mayor de la Maestranza. Les acompañaba en los saludos al príncipe heredero Catalina Luca de Tena. Como mensaje a la media naranja, el alcalde le mandó un saludo a la princesa Masako, esposa del heredero.

Al Gobierno central lo representó Carmen Crespo; al andaluz, Mar Moreno, consejera de Educación. La mañana empezó con la fiesta de paisanaje en Coria del Río. La provincia presente en el menú de La Raza, con Pedro Sánchez Cuerda de director de orquesta: ensalada de naranjas de La Algaba y sabor de anís de Cazalla para adornar la suave crema de poleá, enriquecida con canela y sorbete de mandarina.

Como tantos miles de compatriotas lo hacen al año, el príncipe Naruhito visitó el llamado mejor cahíz de la tierra. Del Alcázar fue al Archivo de Indias, San Telmo y el hotel Alfonso XIII, para terminar la jornada en el Museo del Baile Flamenco, con Cristina Hoyos en atuendo oriental.

Japón tuvo sus embajadores en Sevilla: Reichi Nagakawa, el escritor que vivía en la trianera Casa de las Flores; Yoko Komatsubara, la colaboradora de Pulpón que llevó a Japón a lo mejor del flamenco; o Atsuhiro Shimoyama, que llegó a los carteles taurinos como El Niño del Sol Naciente al que apadrinó John Fulton.

El alcalde le dio la bienvenida a tan ilustre huésped en el palacio real que acogió la boda de otro emperador, Carlos V, con su prima Isabel de Portugal. Casi un siglo antes de aquella escala en Sevilla de Japón a Roma y vuelta. La estela de la antorcha olímpica de Roma 60 a Tokio 64, competidores medio siglo después del sueño olímpico de Madrid 2020.

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