Los nuevos brillos de la Magdalena
Almudena Fernández y Joaquín Fijo concluyen la restauración de las cuatro tallas principales del altar mayor · Las esculturas están expuestas en el coro de la iglesia antes de volver a su lugar el domingo
Más de dos años de intenso y laborioso trabajo, y una cuestación popular han sido necesarios para recuperar cuatro de las imágenes principales del retablo mayor de la Parroquia de Santa María Magdalena. Son las imágenes de la titular del templo, realizada por Felipe Malo de Molina en 1704; San Pablo, de Ocampo; y Santo Domingo y San Francisco, atribuidas a Pedro Duque Cornejo. La proeza ha sido posible gracias a la iniciativa del párroco, Antonio Fernández Estévez, la colaboración de la feligresía y el trabajo de los restauradores Almudena Fernández García y José Joaquín Fijo León. El resultado de este trabajo se puede contemplar estos días en el coro de la iglesia.
El detonante de la intervención es un informe, realizado en el año 2004, que calificaba como "muy deficiente" el estado de conservación de esta joya del barroco sevillano, segundo altar en dimensiones de la Archidiócesis, después del de la Catedral de Sevilla. Según este presupuesto, la restauración completa del retablo ascendía a 275.000 euros, una cantidad totalmente inasumible para la parroquia. Tras un intento fallido para que las diferentes administraciones se involucraran en la recuperación del retablo, Fernández Estévez decidió abrir una cuenta para que la feligresía pudiera colaborar. Fruto de esta cuestación consiguió recaudar 40.000 euros que se han empleado para el tratamiento de las imágenes.
De las cuatro imágenes, las que se encontraban peor eran la Magdalena y San Pablo, sobre todo la primera de ellas, cuyo estado de conservación era muy deficiente. "Estas dos imágenes, al estar más a mano, habían sido intervenidas anteriormente con unos criterios bastantes discutibles. Las otras dos, Santo Domingo y San Francisco, básicamente lo que tenían era suciedad al ser menos accesibles", asegura la restauradora Almudena Fernández.
Las esculturas presentaban un velo de suciedad y humo acumulado que las cubría por completo, aunque lo más preocupante eran las numerosas pérdidas en el soporte de las tallas, así como los sucesivos repintes y perdidas de las policromías originales: "La Magdalena, de tanto moverla, presentaba numerosas roturas en los pliegues del manto. Con las limpiezas hemos podido observar detalles que no esperábamos que tuvieran estas imágenes. La gente se va a sorprender mucho cuando las vea". En algunas zonas de las imágenes los técnicos han llegado a retirar hasta 2 centímetros de cera.
Los restauradores han podido comprobar que las lágrimas de cristal de la Magdalena eran un añadido, las originales eran pintadas al óleo: "Se han reintegrado las primitivas pintadas, que eran cuatro y no cinco como tenía hasta ahora". También se ha conseguido reponer la cruz de San Francisco: "Nos hemos basado en un pequeño fragmento que quedaba bajo la palma de la mano". Algo parecido han hecho con una de las manos de San Pablo, que era de plomo, y se ha cambiado por una de madera: "Se había perdido y la habían sustituido por otra de una de las imágenes que hay en el almacén. Se ha sacado de punto y ahora todo es como tiene que ser". En esta imagen también han tenido que retirar numerosas puntillas y elementos metálicos de la zona de los hombros y el pecho: "Parece ser que en algunos momentos se le ha puesto un manto".
Las cuatro esculturas volverán a sus correspondientes lugares del retablo mayor de la Magdalena antes del próximo domingo, día en el que el arzobispo Asenjo visitará por primera vez la parroquia. Hasta entonces se pueden admirar en la cercanía que ofrece el coro.
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