"Esa noche no salimos porque no encontramos canguro"
Luis Miguel Martín Rubio. Abogado
Hace 18 años era la crónica de un crimen. El amigo evoca a Alberto y Ascen, al político que lo nombró director de área de Hacienda y lo 'apadrinó' para ir en las listas del 95 que encabezó Soledad Becerril.
EN 1998 Saramago ganó el Nobel y el Madrid la Copa de Europa, pero a Sevilla le sobraron once meses. Hace 18 años y un día, de noche, sonó el teléfono en la casa de Luis Miguel Martín Rubio (Sevilla, 1962). Trabaja en el despacho de abogados Ontier.
-¿Quién le da la noticia?
-El inspector jefe de la Policía, Juan José García.
-¿Se paró el tiempo ese día?
-Yo me quedé con un mal sabor de boca. Habíamos tenido pleno municipal. Soledad, la alcaldesa, nos llamó la atención con la mirada porque estuvimos charlando todo el pleno. A la salida, lo llamó a su despacho. Había una serie de tasas municipales que iban a prescribir y pidieron mi colaboración. Buscábamos una Policía más amable, más amiga y cercana, y ahora iban a cobrar las tasas municipales a domicilio. Les puse mala cara y mostré mi desagrado. Poneos de acuerdo y dejaos de historias, nos dijo la alcaldesa.
-¿Eso se le quedó grabado?
-Nos fuimos los dos. Fue la última vez que lo vi con vida. En lo que llaman la zona del comedor, donde ahora está su busto.
-¿No salieron esa noche?
-Alberto le dijo a su mujer que nos llamara para quedar esa noche y tomar algo. Merceditas tenía once meses y no pudimos encontrar canguro. Mercedes le dijo a Ascen: mañana en Trifón nos vemos. Esa frase se me quedó clavada y cada 30 de enero tengo que ir a Trifón con el bueno de Rogelio. Y así quiero titular, En Trifón nos vemos, unas notas que pienso publicar para que la gente sepa cómo era Alberto Jiménez-Becerril.
-¿La llamada le alarmó?
-No era raro, pese a la hora. Hubo incendios en Ecovol, en la lavandería del hospital y el Edificio Oriente. Lo que no era normal fue la cara que me debió ver Mercedes cuando volví a la habitación. Las mujeres lo adivinan todo.
-Fue de los primeros en llegar...
-No quise mirar al suelo y miré al cielo, que a la mañana siguiente descargaría una tormenta de agua impresionante. Vinieron los forenses, pasó Lipasam, le quité el mal trago a la alcaldesa. Me fui a su casa, en la calle Abades, donde confluían la calle Bamberg donde vivía yo y la de Alberto. Nos fuimos en silencio por Francos, entramos en el Ayuntamiento encendiendo todas las luces por los pasillos. Había que llamar a su hermano Paco, a su tío Gabriel, que estaba delicado del corazón.
-¿Cuándo unen sus destinos?
-Nos conocíamos de la Facultad. El 14 de noviembre de 1993 me llama su secretaria y me dice que Alberto me espera en su despacho de Hacienda, sexta planta de la Encarnación. Era alcalde Rojas-Marcos, Antonio Fontán dimitió de delegado de Hacienda y nombran a Alberto. La Hacienda municipal estaba fatal. Problemas con los proveedores, las entidades financieras y había que pagar la nómina a siete mil trabajadores. Me nombró director de área.
-¿Cómo era en el día a día?
-Un tipo listo, capaz, con intuición. Ofertó deuda pública a Japón por diez mil millones de pesetas. Desayunábamos en un bar que ya no existe en Puente y Pellón y se sentaba sobre sacos de alubias y lentejas de Casa Vicente, una tienda de comestibles.
-Usted bético y él sevillista...
-Las mañanas de los lunes había guasa. Desayunaba en los mismos sitios, iba por las mismas calles, tomaba el aperitivo en el mismo bar. Era metódico en eso y muy bohemio en lo demás. Soledad le echaba la bronca cariñosa por su atuendo. Una gabardina que se ponía aunque no lloviera, los abrigos beige y azul que se iba alternando, los relojes exóticos.
-¿Qué le quedó de esa noche?
-Las tres rosas que Ascen le compró a una china en el pub Antigüedades para que al día siguiente las llevaran sus niños al colegio por el día de la Paz -los matan 50 años después de la muerte de Gandhi-, y una señora muy mayor asomada al balcón, dijeron que era la madre de Alejandro Rojas-Marcos.
-Gregorio Ordóñez en 1996, Miguel Ángel Blanco en 1997, Alberto en 1998...
-Héroes que dieron su vida por la libertad, pero ahora sólo se destacan las cosas malas. Las buenas van quedando en el olvido.
-¿Sabe Merceditas la historia?
-Va a cumplir 19 años. La conoce y se sabe protagonista. Evitó que saliéramos esa noche. Los terroristas tenían un ramillete de objetivos, se patearon bien la zona. Fue Alberto, pero podía haber sido Soledad, lo intentaron un par de ocasiones, Juan Ojeda, que vivía en Pajaritos, podía haber sido yo.
-La Semana Santa de Alberto...
-Alberto y yo siempre cogíamos los palcos el Martes Santo. Se quedaba a ver San Benito y yo me iba a tomar una cervecita.
-¿Y su Feria?
-Era lo que más le gustaba. Tenía una caseta con un grupo de amigos en el que me introdujo. En Gitanillo de Triana frente a Niños Perdidos. Y sí que nos perdíamos.
-¿Se sentía amenazado?
-El martes tuvimos una junta de Seguridad y después coincidimos en el supermercado de El Corte Inglés. Alberto bromeaba con lo segura que era Sevilla y lo tranquilo que iba, con los tres niños por la calle y las bolsas, con salmón ahumado para dos meses.
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