"No necesitan médico los sanos, sino los enfermos"
calle rioja
Llegó a sudar sangre, algo que la medicina sólo ha documentado en 66 ocasiones
Hoy empieza en Sevilla el II Congreso de Hermandades y Piedad Popular. Este fin de semana se podrán ver en la calle algunas de las imágenes más impactantes de la Semana Santa sevillana. Es posible que muchos de los que ocupen las sillas desde las que en primera fila verán pasar obras maestras de Juan de Mesa o Ruiz Gijón en unas fechas y por unas zonas donde no se suelen ver, olviden que detrás no hay un espectáculo o una simple lección itinerante de Historia del Arte. Se recrean las secuencias de un triple salto mortal: Pasión, Muerte y Resurrección.
Llegó a sudar sangre, algo que la medicina sólo ha documentado en 66 ocasiones
Hay una guía oficiosa para entender todo esto. Se trata de un libro titulado Relato médico de la Pasión según Sevilla (Sevilla Press). El punto de partida podía ser lo que dice el Evangelio de San Marcos: “No necesitan médico los sanos, sino los enfermos”. Un equipo de médicos, coordinado por Fernando de la Portilla, fue al rescate de un paciente muy singular: el Jesús histórico que nace en Belén, el Señor Salvador, el Cristo crucificado.
El planteamiento es muy original. En quince capítulos, uno más que las estaciones del Viacrucis, se cotejan las diferentes fases de la Pasión con las referencias evangélicas, los aspectos médicos de cada escena y su representación en la Semana Santa de Sevilla. Quien lea las páginas de este libro no volverá a ver igual las imágenes.
Este equipo facultativo tiene algo en común. Todos son médicos cofrades. El doctor de la Portilla, que este año recibió la medalla de la ciudad y el 5 de enero de 2025 encarnará al rey Melchor en la Cabalgata, reunía semanalmente a sus colegas en la Casa de las Sirenas para debatir estas cuestiones. Un edificio de la Alameda de Hércules que perteneció a su familia y cuyas vicisitudes históricas y urbanísticas contó en un libro apasionante.
Todos los autores ejercen la medicina en diferentes especialidades: Andrés Carranza, José Domínguez-Rodiño, Manuel Eugenio Dorado, Francisco López Bernal, José Luis Pereira Cunill (presidente de la Asociación de Médicos Cofrades) y el propio Fernando de la Portilla. Las fotografías son obra del cardiólogo Román Calvo Jambrina y el radiólogo Antonio Talegón. Hay cuatro académicos de Medicina. La Academia más antigua de Europa, fundada en 1693, y en cuya sede se presentó el libro. La única ajena a la profesión médica es Mercedes Vergara Romero, autora de las ilustraciones.
Con el perfil cofrade de estos doctores se podría hacer una carrera oficial. Los hay de cofradías del Domingo de Ramos (Amor y Amargura), Lunes Santo (Vera Cruz y Las Penas de San Vicente), Martes Santo (Estudiantes), Miércoles Santo (Buen Fin, Cristo de Burgos), Jueves Santo (Montesión) y Madrugá (Gran Poder, Silencio). Del Viernes Santo no hay ninguno. Es el día que sale el Cachorro, que ocupa la portada del libro y es una de las imágenes que saldrá en procesión en la Magna. Como habrá tres imágenes de la provincia (Lora, Utrera y Dos Hermanas), hay un médico hermano de la Soledad de Alcalá del Río (doctor Carranza) y otro del Rocío de Carrión de los Céspedes (doctor López Bernal). Para completar la Semana Santa, el editor, Miguel Gallardo, es hermano de la Soledad de San Lorenzo, que sale el Sábado Santo y la contraportada del libro la preside el Resucitado que entre 1973 y 1975 esculpiera Francisco Buiza y cierra cada Semana Santa desde Santa Marina.
“Todo esto lo saben bien quienes transitan a diario por la frontera que separa la vida de la muerte: los médicos. Ellos, que sostienen en sus manos nuestra esperanza y nuestros miedos, se asoman cada día al otro lado”, escribe en el prólogo el periodista Juan Miguel Vega, pregonero de la Semana Santa de 2024.
Estos facultativos rinden tributo a médicos que ya se interesaron por la cuestión: Juan Delgado Roig en Los signos de la muerte en los crucificados sevillanos, Manuel Pérez Alé en ¿Murió Jesús en la cruz? o Antonio Hermosilla en el ya clásico La pasión de Cristo vista por un médico. Se han cumplido 25 años de la muerte de este eminente médico que falleció siendo presidente del Ateneo de Sevilla.
El libro se inicia con una descripción de la ciudad de Jerusalén que conoció Jesús, la ciudad donde fue recibido con palmas y vítores y donde fue conducido entre dolores extremos con la cruz a cuestas hasta el Gólgota. Es decir, el camino que va del Domingo de Ramos hasta el Viernes Santo, día en el que fallece. Es un trabajo en equipo, que nadie firma en solitario. Introducen una curiosa carta de Lucas a Teófilo en la que el evangelista hace un trabajo de investigador, casi de periodista, para conocer los pormenores de la muerte del protagonista de uno de los tres Evangelios llamados sinópticos.
En ese trabajo, Lucas entrevistará a algunos apóstoles, a la Virgen María, a personas allegadas a Poncio Pilato y a Herodes; medirá las distancias entre las casas de José de Arimatea y la de Caifás; computará los treinta minutos que se tardaban desde la casa donde tuvo lugar la Última Cena hasta el Getsemaní. Habló incluso con Pablo de Tarso. Una licencia literaria para dar paso a los estudios médicos propiamente dichos.
“Jesús muere en la cruz consecuencia de shock traumático, hipovolémico, ortóstatico, hipóxico y metabólico”. Es el diagnóstico de los doctores, que incluso especulan con una posible recuperación (sólo un 4% de los crucificados podrían haber sobrevivido) comparando los medios de la medicina de entonces con los de ahora, como si Cristo, en lugar de parar en Éboli, como en la novela de Carlo Levi (médico y escritor de esa antología completada por los doctores Ismael Yebra y Francisco Gallardo), se hubiera detenido en el Virgen del Rocío.
Cristo llegó a sudar sangre al sufrir “una crisis de angustia”. Gotas de sangre que aparecen en el misterio de Oración en el Huerto de Monte-Sión. Un fenómeno que recibe el nombre de hematoidrosis, hemolacria o tricorragia y del que sólo se han documentado 66 casos. Los golpes de Jesús ante Anás (el paso de la Bofetá) o la Flagelación de Jesús son otros de los momentos que requieren un análisis médico e iconográfico. La Fe y la Ciencias hermanadas en nombre de la piedad popular.
La flagelación romana, preludio de la crucifixión, era mucho más severa y menos regulada que entre los judíos. Causaba “laceraciones profundas y desgarros musculares”. Era una forma de debilitarlo y de humillarlo públicamente. La huella de los latigazos se aprecia en la imagen de Jesús atado a la columna que salió del taller de Francisco Buiza.
La coronación de espinas es mucho más que una imagen poética. “Todo lo hacían con burlesca solemnidad, como si realmente estuvieran coronando a un rey”. Lo ilustran con la Coronación de Espinas de la hermandad del Valle y el Escarnio de Cristo de San Esteban. Se ha calculado que la corona podía tener unas seiscientas espinas.
Los primeros que introducen la crucifixión como castigo fueron los persas. Alejandro Magno la utiliza en Grecia y los romanos la aplican a los cartagineses a raíz de las guerras púnicas. Una muerte “lenta y llena de sufrimientos” destinada para esclavos, extranjeros, rebeldes, criminales. Cuatro categorías en las que podían incluir a Jesús: esclavo porque vino para estar con los últimos; extranjero porque su reino no era de este mundo; su rebeldía es lo que ha permitido a su mensaje pervivir durante dos milenios; los judíos prefirieron liberar a un criminal como Barrabás par condenarlo.
“Conviene que un hombre muera por el pueblo”, sentenció Caifás, yerno de Anás.
El Cachorro sale en procesión este fin de semana. Vuelve a cruzar el puente. “Esta imagen muestra los signos de toda la extrema agonía, como son la elevación de la cabeza buscando un soplo de aire, con aplastamiento torácico, hundimiento abdominal… los ojos vidriosos con esa mirada sin ver, tan propio de los moribundos”. Uno más. Nada menos. El paciente de la Humildad y Paciencia en la mesa de operaciones de un equipo de médicos cofrades.
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