Donde no hay harina todo es mohína
Calle Rioja
Retorno. Dos fotos separadas por 46 años. El reencuentro de tres reclutas que hicieron la mili en Cáceres. Un viaje en tren hasta Alcázar de San Juan para conocer los molinos
Azorín tenía razón cuando decía de Madrid que “era un pequeño pueblo manchego” porque para ir de Sevilla a Alcázar de San Juan hay que hacer transbordo en la estación de Atocha-Almudena Grandes de un tren que salió de Santa Justa, las cifras son así de caprichosas, a las 19,36 horas. Un combinado de Alta Velocidad y Media Distancia para coger un segundo tren con paradas en Aranjuez y Villacañas antes de llegar a Alcázar de San Juan. Con lo que fue en tiempos este Heathrow ferroviario por el que pasaban Clavileños de hierro y humo.
En la estación manchega me esperan Sancho y don Quijote. Así los sigo viendo 46 años después de aquella fotografía en el Centro de Instrucción de Reclutas Santa Ana de Cáceres el verano de 1978, el que se murieron dos Papas (Pablo VI y Juan Pablo I). Nuestra amistad empezó con un viaje en tren desde Madrid a la capital extremeña. En Vallecas subió un refuerzo del reemplazo y algunos destrozaron un vagón, lo que implicó la denuncia de Renfe y el arresto de toda la compañía.
“La compañía estaba en posición de firmes. Cada hombre miraba fijamente ante sí, hacia el patio vacío del cuartel…”. Así empieza la novela ‘Tres soldados’, de John dos Passos. Aunque conoció la guerra civil española, como Hemingway y Malraux, esta historia está basada en la Primera Guerra Mundial. Un soldado era oficinista; otro, agricultor; y el tercero, músico y poeta. En nuestro caso, Tomás Carramolino, nacido en Campo de Criptana, ha sido agricultor y comerciante de harinas; Pepe Cortés, de Alcázar de San Juan, carpintero y ebanista; y el viajero que se apeaba del tren, culipardo criado en Puertollano, un periodista que volvía a la comarca donde figuró como redactor-jefe y crítico de cine de la revista ‘Cuadernos Manchegos’ que se editaba en la población de Tomelloso.
Era un viaje entre Alamedas. Desde la Alameda de Hércules a Alameda de Cervera, una pedanía muy próxima a Cinco Casas y equidistante de los tres municipios principales: Alcázar de San Juan, Campo de Criptana y Tomelloso. Por esta Alameda pasa sequísimo el río Guadiana, el mismo que en Ayamonte vierte sus aguas al océano Atlántico. Seco porque aquí los ríos son de vino. Tomás se conoce el calendario vinícola: chardonnay, macabeo, verdejo, tempranillo.
Hacía 45 años que no los veía. Ellos sí han mantenido el contacto. Tomás se casó con Jesusa, que le ha dado cuatro hijos y siete nietos. La última se llama Abril y vive en Tomelloso. Pepe se casó con Ana, valenciana, y viven en Quart de Poblet. Tienen una hija. Los dos reclutas cumplen años en agosto y se casaron en 1980 con una semana de diferencia. Con la harina que ha vendido Tomás, buena parte a panaderos de casi toda la provincia de Sevilla, se podrían llenar los molinos de Campo de Criptana. Recuerda sus itinerarios: Carmona, los Alcores (El Viso y Mairena), Arahal, Paradas. En Dos Hermanas comía y después seguía por Lebrija, Las Cabezas de San Juan y El Cuervo para irse a pernoctar a El Puerto de Santa María. Imaginamos las muchas veces que nuestros destinos se habrán cruzado por esos caminos de Dios. Como Sancho, habla mucho con refranes. Donde no hay harina, todo es mohína. En la provincia de Ciudad Real llegó a haber 115 fábricas de harina, ahora sólo quedan siete. Cuando empezó con este negocio, trabajaba para una empresa que tenía dos fábricas en Tomelloso y una en Campo de Criptana, Aranjuez y Baena (Córdoba). También en Campo de Criptana, su pueblo y el de Sara Montiel, llegó a haber cinco cines (Cervantes, Ideal, Capitol…) y el cine Parroquial, y ahora no queda ninguno. Quedan los molinos, que se ven como gigantes del turismo que los visita. Es la cuna también del músico Luis Cobos y del ciclista Fernando Manzaneque, que ganó tres etapas del Tour de Francia y quedó tercero en una Vuelta Ciclista a España. De Alcázar de San Juan, el pueblo del otro recluta, era Antonio Díaz-Miguel, seleccionador del equipo español de baloncesto que hace cuarenta años consiguió la plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles.
Tomelloso y Campo de Criptana celebran sus fiestas patronales la última semana de agosto. La primera de dichas localidades es la patria chica del pintor Antonio López, al que mi amigo Tomás Carramolino conoció hace muchos años cuando exponía sus cuadros en Santiago de Compostela. En Tomelloso la afición a los toros es muy arraigada. Tuvo plaza de toros antes que alumbrado público (1859) y anteayer celebró su corrida de toros con paseíllo de Morante de La Puebla, Talavante y Tomás Rufo. En una plaza inaugurada el 30 de agosto de 1972 (ayer cumplió 52 años) con los diestros Miguel Márquez, Dámaso González y Francisco Rivera Paquirri, que lidiaron toros de la ganadería sevillana de Rocío de la Cámara.
Campo de Criptana tiene los molinos y Tomelloso los melones. Tomás nos lleva a la cooperativa Santiago Apóstol. Es un Silicon Valley de las cucurbitáceas. El silo central parece una catedral. Las sandías son redondas y los melones elípticos. El fútbol patrio y el americano. Son de autor. Melones Plinio y Melones El Bombo. Los primeros, tributo al personaje creado por el autor local Francisco García Pavón, jefe de la Policía Municipal de Tomelloso experto en desfacer entuertos criminales y comarcales. Los segundos, una referencia a un curioso hábitat que recibe el nombre de bombo, espacios ‘abombados’, como iglús rurales, donde se protegían de las calores los trabajadores del campo, como un espacio anexo para las bestias.
Se nos ha echado casi medio siglo en lo alto, pero ahí estamos para contarlo. Recordamos a un alférez que era pariente de Alberti, a otro que le gustaba ensayar la disciplina de la compañía con el Only You. Junto a los toques de diana y retreta, recordábamos el hilo musical de aquel verano: Boney M, Bonnie Tyler. O la excursión a Cáceres a ver ‘El jovencito Frankestein’. Nuestra mili fue mejor que la de Fuselli, Chrisfield y Andrews, los soldados de la novela de John dos Pasos. Ellos pelearon en la Gran Guerra. Nosotros hicimos la mili el año de la Constitución. Tomás y Pepe, Sancho y don Quijote, están a un lustro de celebrar sus bodas de oro. En la taquilla del campamento, Tomás tenía una foto de Jesusa, la madre de sus hijos y abuela de sus nietos. Ya se ven los tractores de la vendimia. Tomás me lleva a la estación de Alcázar y antes quiere que tomemos café en el bar de su amigo Fortu, apócope de Fortunato. Tengo que volver a la estación de Atocha. En el tren termino de leer la novela de Chesterton ‘El hombre que fue Jueves’. Era miércoles todavía. Un libro donde salen molinos de viento. Como los de Campo de Criptana, que ha celebrado su Fiesta Yeyé. Este año es un homenaje a Concha Velasco y en los carteles se lee ‘No te quieres enterar’… En la novela de Chesterton hay una Alhambra inglesa (en Leicester) y Campo de Criptana tiene un Albaicín, un barrio próximo a los molinos con sus cuevas refrigeradas.
El 12 de octubre de 1947 la duquesa de Alba, nacida dos años antes que Sara Montiel, se casó en Sevilla con Luis Martínez de Irujo. Ese día del Pilar el Sevilla, que un año antes había ganado la Liga, jugaba en San Mamés contra el Athletic de Bilbao. El Betis estaba en Tercera y recibía en su estadio al Gimnástico Alcázar, el equipo manchego. Cayetana de Alba enviudó en 1972, el año que se inaugura la plaza de toros de Tomelloso, y se casó en segundas nupcias en 1978, el año que nos conocimos los tres reclutas en el CIR Santa Ana.
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