El niño que jugaba a que era juez
calle rioja
Pedagogía. Alumnos de un colegio de Sevilla escenifican un simulacro de juicio en una clase práctica sobre la Justicia en la sede del Colegio Oficial de Graduados Sociales
MARIO salió del colegio con la cantinela bien aprendida: "Silencio en la sala", "Ocupen sus asientos", "Sea breve, por favor". Los latiguillos que le tocó repetir en la visita que los alumnos del colegio de las Mercedarias de San Vicente hicieron al Colegio Oficial de Graduados Sociales en su sede de la calle Amor de Dios. Allí, con asesoramiento profesional, en primera sesión los de primero y segundo de Primaria, en segunda los de tercero y cuarto disfrutaron de lo lindo con sendos simulacros de juicio. Al volver a casa, probablemente les contarían a sus padres que la Justicia es ciega no porque se niegue a ver la realidad sino como prueba de su neutralidad.
José Ramón Barrera, vicepresidente del Colegio de Graduados Sociales de Sevilla, pidió cuatro voluntarios y se alzaron cuarenta manos. Eso sí que es justicia popular. Mario fue elegido para presidir el juicio. "Mi padre es juez", decía para celebrar la coincidencia. Completaban la escena el secretario judicial, la acusadora y la defensora. Faltaba el acusado. Pepito era su nombre ficticio. Todos querían ser Pepito. Yo soy Pepito, decían todos como el Espartaco de Kubrick. Al final fue Pepita. Su defensora debería demostrar con pruebas y buenos testigos que no había copiado "en el examen de Mates".
Antes del juicio, los más pequeños vieron un cuento sobre la Justicia producido por la Universidad mexicana de Tlaxcala con una lección fundamental: no hay igualdad sin diferencia; no hay diferencia sin igualdad. Juan Antonio Montes explicó los tres poderes a una clase con tres Lucas. En la mesa, un ejemplar de la Constitución y otro de la Biblia. Margarita Herrero y Venancio Castellano, del Colegio de Graduados, asistían a estos alevines de la futura judicatura.
Se produjo el relevo. Con los alumnos de tercero y cuarto, entre ocho y diez años, se elevó un grado la pedagogía. "¿Quién sabe qué es la democracia?", preguntó a bocajarro un colegial. "El candidato más votado es el presidente", dijo uno de los alumnos. Esa matemática no funciona. Les faltan entre ocho y diez años para alcanzar la mayoría de edad que les permita ejercer el derecho al voto. Los de cuarto ya lo han practicado para elegir a Sara delegada de curso. Y tienen sus ideas muy bien asentadas sobre el objetivo del Congreso de los Diputados. "Hablar para votar, hablar diciendo sí o no", dice Iago. "Dar ideas para mejorar la sociedad", dice un compañero. Del cuento infantil del sabio y el príncipe que vieron los más pequeños se pasó a la técnica del cómic. Los tres síes a la Democracia, la Justicia y la Libertad de la Mafalda de Quino. O una viñeta muy expresiva, tipo Perich o Sir Cámara, con un potentado que dice "la justicia tiene que ser moderna y eficaz", mientras que un hombre pequeño, acuciado por el tamaño de su interlocutor, se limita a decir "yo sólo quiero que sea justa". Con esta visita el Colegio de Graduados Sociales quiere dar a conocer a los escolares la vivencia cotidiana de conceptos como justicia, libertad o igualdad. La Revolución Francesa en la calle Amor de Dios, tercera sede de esta institución colegial desde su fundación en Sevilla en 1970.
En el segundo simulacro de juicio, el papel de juez recayó en Fernando, escoltado por tres alumnas para el resto de cometidos judiciales. "No me extraña", dice José Ramón Barrera, "en la última promoción de jueces, de 135 un total de 99 son mujeres". Sofía hizo de secretaria judicial; Ángela era la defensora y María la acusadora, empeñada en demostrar la culpabilidad de Paquito en un nuevo caso de copiar en un examen. La prueba del delito era un pañuelo: para la acusación, el soporte de la chuleta; para la defensa, prueba fehaciente de que su cliente había estado resfriado. Finalmente fue absuelto. "Anuncio recurso en este mismo momento", proclamó el asistente de la acusación. El presidente de la mesa pedía concreción. "Este niño tiene madera de juez", decía la seño Tere.
Los miembros del Colegio se quedaron sorprendidos del nivel de las preguntas y el síndrome del telediario de los alumnos. Cuando uno de los organizadores habló del complicado panorama político y citó los nombres de Pedro Sánchez y Mariano Rajoy, del patio de butacas salían más nombres: Albert Rivera, Pablo Iglesias. Los niños preguntaron si un juez puede ser castigado. "Que le pregunten a Baltasar Garzón, o a Francisco Serrano, que es amigo mío, cometió un error y tuvo que dejar de ser juez", dijo uno de los colegiados. La balanza simboliza la imparcialidad de la Justicia y la espada su poder. Un compendio de aciertos y errores. "¿Cristiano Ronaldo no falla nunca? ¿Y Messi?". La analogía no fallaba.
La Justicia es ciega, pero nunca fue sorda ni muda. Ayer no hubo recreo, pero lo convalidaron por un juicio con togas de juguete. Una clase magistral sobre los deberes y las obligaciones. ¡No hay derecho a tantos deberes!
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