"¡Mamá, mira qué narcolancha más guapa!"
La Guardia Civil deja dos embarcaciones intervenidas junto a la puerta de un colegio
La Junta trata de encontrar una solución temporal para trasladar las barcas de sitio
Si a cualquier persona se le pregunta dónde cree que deben guardarse las narcolanchas intervenidas, probablemente el último sitio que diga sea la puerta de un colegio. Sin embargo, eso es lo que ocurre en Sevilla, donde dos narcolanchas llevan una semana en un descampado ubicado junto al colegio Tabladilla, en Montequinto (Dos Hermanas). Ambas embarcaciones fueron intervenidas por la Guardia Civil.
La Comandancia de este cuerpo en Sevilla está situada justo enfrente del colegio. Ambos recintos están separados por una pequeña carretera. Las lanchas han quedado depositadas en un descampado que se utiliza a menudo como aparcamiento, tanto para quienes acuden al colegio como para quienes van al cuartel. Pero lo cierto es que están pegadas a la valle del centro educativo, algo que ha indignado a numerosos padres de alumnos, que no saben muy bien qué responder cuando sus hijos les preguntan qué son esas lanchas tan grandes y para qué se usan.
Hay algunos más avezados, que conocen que son embarcaciones empleadas para transportar droga. “¡Mamá, mira qué narcolancha más guapa!”, se ha podido escuchar varias tardes de esta semana a la salida del colegio. Mientras, las barcas se han convertido casi en una atracción de feria y hay curiosos que acuden a subirse en ellas, a hacerse fotos y a publicarlas en las redes sociales. Todo ello aliñado con la presencia de algunos reporteros de televisión, que esta semana han entrado en directo en cadenas nacionales para informar de la surrealista ubicación de las narcolanchas intervenidas.
Pero, ¿qué hacen ahí esas barcas? Es la pregunta que cualquiera que las ve se hace. La Guardia Civil las dejó ahí al entender que la Comandancia no es, ni puede ejercer, las funciones de depósito judicial. En una comandancia vive mucha gente, guardias civiles y familiares, y muchos niños, para los que la presencia de las embarcaciones junto a sus casas puede ser igual de molesta que para los del colegio.
Pero, claro, ¿no había otro sitio dónde dejarlas? Los padres temen que alguien les prenda fuego una noche y las llamas se traspasen al colegio. Un temor que podría parecer bastante infundado, si no fuera porque hace unas semanas quemaron dos vehículos, también intervenidos, que se encontraban aparcados en la calle.
Para la Guardia Civil, el problema es la falta de un depósito judicial donde dejar las narcolanchas. O al menos la falta de espacio para estas barcas en el depósito de Sevilla, que sí existe. Está ubicado en Bellavista y actualmente alberga 1.600 vehículos. Tiene capacidad para 1.800. Para que no colapse, cada año se destruyen 300, los que no tienen ya valor alguno. Sin embargo, hay también un cierto lío jurídico que impide que el asunto se pueda solventar de manera rápida. Al depósito judicial sólo van los vehículos que quedan intervenidos por orden judicial.
No existe un depósito policial, en el que coches que han sido incautados en el curso de una operación, sin que exista una orden judicial específica para ello, puedan quedar almacenados. En el caso de los coches incendiados, sí había una orden judicial pero ésta partía de la Audiencia de Baleares, por lo que los juzgados andaluces no tenían competencia sobre ellos. La Guardia Civil había solicitado su cesión para uso policial, pero mientras se le concedía o no, alguien les metió fuego.
Por protocolo, las narcolanchas deben quedar depositadas en puertos y no en depósitos judiciales. En Sevilla, además, la Junta no tiene infraestructura ni medios para transportarlas. La Consejería de Justicia está construyendo un depósito en el Campo de Gibraltar, donde se alojarán todas las embarcaciones incautadas en la lucha contra el narcotráfico, pero la obra no estará lista hasta dentro de unos meses. Se licitó el 14 de septiembre.
Mientras tanto, la Junta ha establecido contacto con la Guardia Civil para tratar de encontrar una solución temporal y que ambas embarcaciones no estén por lo menos en la puerta de un colegio. “Esperemos que alguien las robe una noche”, dice una madre que tiene a sus hijos en este centro. Sería una solución un tanto surrealista, pero todo en esta historia lo es.
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